Un estudio del Centro Médico Diaconesa Beth Israel en Boston (Estados Unidos), publicado en la revista «Archives of Internal Medicine», mantiene que una dieta diseñada para prevenir y tratar la hipertensión basada en mayores niveles de frutas, vegetales, productos integrales y lácteos desnatados podría estar asociada con un menor riesgo de fallo cardiaco en mujeres.
La dieta para retrasar la hipertensión denominada DASH podría contribuir a la prevención del fallo cardiaco en algunos casos debido a que reduce de forma eficaz la presión arterial y los niveles de colesterol malo en los ensayos clínicos realizados, detallaron los investigadores. Esta dieta incluye el consumo elevado de frutas, vegetales, productos integrales y lácteos bajos en grasas, lo que da lugar a un mayor consumo de potasio, magnesio, calcio y fibra, un consumo alto en proteínas y bajo en grasas saturadas, apuntaron.
Bajo la dirección de Emily B. Levitan, los científicos analizaron datos de 36.019 mujeres de entre 48 y 83 años sin fallo cardiaco que participaban en un estudio sueco con mamografías. Las participantes completaron un cuestionario de frecuencia alimentaria al inicio del estudio, entre 1997 y 1998, que fue utilizado para calcular una puntuación indicativa de su seguimiento de la dieta DASH. Las mujeres fueron seguidas de 1998 a 2004 utilizando bases de datos suecas de hospitalización y mortalidad.
Al dividir a las mujeres en cuatro grupos, en comparación con el grupo con puntuaciones más bajas en el seguimiento de la dieta DASH aquellas pacientes con las más altas tenían un 37% menos de tasa de fallo cardiaco después de tener en cuenta factores como la edad, la actividad física y el tabaquismo. Asimismo, las mujeres situadas entre el 10% de aquellas que mejor seguían la dieta tenían la mitad de la tasa de fallo cardiaco en comparación con las que tenían las puntuaciones más bajas.
Ya trabajos anteriores habían mostrado que la dieta DASH baja la presión arterial sistólica alrededor de unos 5,5 milímetros de mercurio. Los investigadores piensan que esta disminución podría reducir la tasa de fallo cardiaco alrededor de un 12%. Otros mecanismos por los que el patrón de alimentación podría influir en el riesgo de fallo cardiaco incluyen la reducción del colesterol LDL, los efectos similares a los del estrógeno de algunos nutrientes en la dieta y un menor daño celular asociado al oxígeno.