Las clásicas tres ‘B’ -bueno, bonito y barato- riman muy bien con tres ‘R’: reducir, reutilizar y reciclar. Y, en conjunto, pueden ayudar a escribir una Navidad sostenible en la que primen los productos de temporada, alimentos de procedencia cercana, las compras reflexivas y la dieta saludable. Los menús navideños no tienen que ser caros o copiosos para lucir bien en el plato. Tampoco tienen por qué ser exiguos o deslucidos para ser más económicos. Con un poco de planificación y otro poco de creatividad, es posible conseguir que nuestras recetas de Navidad sean saludables, vistosas y económicas. En este artículo sugerimos varias opciones para lograrlo.
Navidad saludable, económica y vistosa
La Navidad ya está aquí y viene llena de propuestas, menús, recetas y buenas ideas. El solsticio de invierno llega un año más con ganas de fiesta, encuentros y sabrosos aromas. El reto ahora está en conservar ese buen sabor de boca a lo largo de todas las celebraciones. Lograr hacerlo de manera saludable para el cuerpo, el bolsillo y la conciencia.
Lo primero para conservar la sonrisa durante las próximas semanas es saber que se puede conseguir un plan de comidas que no desequilibre la economía familiar ni la forma física. El esfuerzo no está en hacer una compra muy diferente a lo habitual, sino en protagonizar la elaboración. La alegría debe centrarse en cocinar alimentos buenos, lo que no es sinónimo de caros ni extraordinarios, aunque sí de esfuerzo, de tiempo y de dedicación. También hay que tener en cuenta que el menú debe ser coherente. Si se opta por pequeñas y muchas raciones, hay que ser consciente de que será más trabajoso y probablemente más caro. Si se decide por bandejas contundentes, platos redondos y decorados, se rentabilizarán más los esfuerzos.
En Navidad, conseguir un menú bueno
Las verduras de invierno prometen platos sabrosos: anímate a buscar recetas con ellas como principal ingrediente. Recetas de cardo, de espinacas, de habitas, de borraja, ¡de setas! El pescado, también el congelado, abre un abanico de posibilidades que, si se les añade cariño y mimo, logran un plato principal con ventajas. Una de ellas: tras el esfuerzo, se puede dejar listo, solo a falta de un último toque de calor, con lo que el cocinero disfruta de la comida o de la cena junto a los demás comensales.
Céntrate en recetas al horno o en papillote. Son fórmulas menos cotidianas que sorprenden, se digieren bien y gustan a todos. También la tradición trae a la mesa las aves, carnes blancas saludables, con precios muy competitivos, que se visten de fiesta con la guarnición y las salsas.
No dejes pasar la oportunidad de cocinar con patatas. Son un alimento que posibilita grandes bandejas al gusto de los más mayores y pequeños, para las cenas y para las comidas. Igual sucede con las sopas, que requieren tiempo, recetas antiguas y mimo. Los postres se pueden hacer excelsos. Sugerentes preparados de frutas exóticas o de frutas de toda la vida, pero con un punto extravagante, dulces y helados caseros e, incluso, un roscón familiar o turrones hechos por nosotros mismos.
El menú de Navidad más bonito
La decoración navideña, los pequeños detalles o los excesos estéticos logran que todo sea más bonito y, con ello, más apetecible y más gratificante. Bien es cierto que la comida entra por los ojos y, en Navidad, se nos da la oportunidad de vestir los platos, de hacer aquello que durante el año no da tiempo o no ha lugar. La fiesta es crear ilusión y con cariño e interés se puede llenar de magia cualquier receta.
La mesa decorada, una carta que anticipe el menú, el ritmo de los platos y, sobre todo, la sonrisa son los ingredientes que van a convertir en bonito lo que se deguste y se disfrute. Junto a los espumillones, los frutos secos inspiran bodegones y son un puñado de salud. Las frutas apetecen y acercarlas a la mano es tentar los buenos hábitos. Las virutas de chocolate (chocolate rallado) no acompañarán al bizcocho o a la tarta, sino a un granizado de frutas (muy recomendable el de mandarina, por ser una deliciosa fruta de temporada). Las frutas desecadas, los tés e infusiones originales, las ensaladas de verduras o de frutas, las especias como condimentos o como guiños de colores… Lo cierto es que un menú muy sencillo puede ser el más bonito en estas fechas.
Objetivo: un menú navideño barato
Aunque suena a tópico, no deja de ser cierto: lo que de verdad es valioso no tiene precio. Hace muchos años, el pollo era motivo de fiesta en la mesa, el cordero estaba reservado para las bodas y los dulces, para las comuniones. En nuestros días, la democratización de los alimentos, de una lista enorme de alimentos, ha puesto el foco en la preparación y los detalles.
La clave es elegir los alimentos de temporada y de cercanía. Las manzanas, las peras, las naranjas y las uvas son navideñas porque su mejor momento está en Navidad. Al igual que las frutas desecadas y las castañas. El conejo (con ciruelas pasas y piñones, o con almendras y setas), el pollo de corral (en papillote con uvas o con piña) e, incluso, alguna casquería -que no son muy recomendables, pero se hace una única excepción- son alimentos que, con sabiduría culinaria, sin duda se declaran de primera a precio low cost. Barato, recordemos, no debe estar reñido con calidad. Sin embargo, sí está ligado a cercanía de tiempo y de espacio.
Un trozo de turrón aporta la mitad del consumo recomendado de azúcar al día. Nada pasa si un comensal navideño ingiere dos trozos, siempre que no vaya en contra de una prescripción médica. Pero, ¿y si en vez de un atracón de turrones y dulces hipercalóricos, repartimos el dulce de Navidad a lo largo de la semana? Y, sobre todo, ¿qué tal si aprovechamos para compensar esa carga extra de calorías adoptando el saludable hábito de hacer ejercicio? Dos horas de caminata a cambio de un trozo generoso de roscón. Dos horas de caminata a cambio de un par de cachos de turrón blando y uno del duro. También se puede negociar con uno mismo: prescindo de los entrantes a base de embutidos y patés, lo que “da derecho” a peladillas mientras gano a las cartas. Porque hacer dulce la Navidad se puede, si se cuida uno mismo y no se hace trampas.