Diversas recomendaciones nutricionales aseguran que para mantener una vida saludable hay que comer un mínimo de 400 g diarios de frutas y verduras. Y es que los vegetales y las frutas son una rica fuente de una variedad de nutrientes, que incluyen vitaminas, minerales y fibra dietética. El escenario perfecto, para aprovechar todos los beneficios de las verduras, sería poder consumirlas tras cogerlas de la huerta, pero, dada la dificultad de alimentarse de esta forma en todas las estaciones del año, existen otras opciones, como las verduras congeladas. A continuación se resumen sus ventajas y la importancia de respetar la cadena de frío.
Congelar un alimento significa congelar el agua que contiene, algo sencillo en el caso de las verduras, que están compuestas por un elevado porcentaje de agua (entre un 75% y un 95%). Las verduras destinadas a ser congeladas se recogen en su momento óptimo de maduración y son sometidas a un proceso de ultracongelación que conserva sus propiedades casi intactas y evita el posible deterioro causado por microorganismos. Cuanto menos tiempo y procesado transcurra entre la recogida del alimento y su consumo, más beneficioso será este.
Además, diversos estudios han demostrado que, en ocasiones, pueden ser tan sanas o incluso más que las frescas, ya que el proceso al que son sometidas es muy saludable y se evita el uso de conservantes, pues el frío es su método natural de conservación. Es más, la mayoría no tiene aditivos ni sal agregada.
La naturaleza ofrece, en cada estación, los alimentos que se necesitan. Pero otra de las ventajas de consumir verduras congeladas es que no hay que esperar a la temporalidad de los alimentos. Así pues, ya sean espinacas, espárragos, brócoli o alcachofas, se pueden conseguir en cualquier momento del año, permitiendo llevar una dieta rica y variada.
También hay que destacar el precio de estos productos frente a los frescos. Las verduras congeladas son más baratas que las frescas, ya que se recogen en épocas de mayor oferta o abundancia, lo que posibilita que su coste sea más económico.
Asimismo, hay que tener en cuenta que las verduras ya van lavadas y cortadas o troceadas, por lo que el producto que se compra se utiliza al 100%, evitando generar desperdicios.
La importancia de la cadena de frío
Respetar una adecuada gestión de la cadena de frío resulta clave a la hora de maximizar la vida útil de los alimentos, además de prevenir las enfermedades que estos pueden llegar a transmitir.
La cadena del frío debe mantenerse hasta que el alimento llega al congelador, por lo que el comportamiento del consumidor también tiene un gran protagonismo. Lo recomendable es coger las verduras congeladas al final de la compra, tratar de transportarlas en bolsas isotérmicas y guardarlas en el congelador nada más llegar a casa. La mayoría de los alimentos, entre ellos las verduras, deben conservarse entre -25 ºC y -18 ºC para respetar el proceso de frío.
Con el objetivo de concienciar a la sociedad sobre la necesidad de incorporar las verduras en la dieta diaria como hábito de vida saludable, la Asociación Española de Fabricantes de Vegetales Congelados (ASEVEC) cuenta con un espacio en Internet que permite conocer con profundidad y rigor el mundo de las verduras congeladas. En la página se puede ver el proceso de fabricación de las verduras congeladas, las zonas españolas donde se recogen las diferentes variedades, consejos de salud y hasta el mejor tratamiento y uso en la cocina para elaborar deliciosos platos.