La vitamina A desempeña diferentes y específicas funciones en el organismo. Una de ellas consiste en mantener en buen estado las mucosas y la piel debido a su actividad en el crecimiento, el mantenimiento y la diferenciación de las células epiteliales, así como por su actividad antiinflamatoria. Un aporte extra de esta vitamina y la aplicación tópica de derivados (más eficiente) reducen la producción de sebo y mejoran diversos procesos dermatológicos como el acné vulgar.
La vitamina A abunda en algunos alimentos de origen animal y en los vegetales, donde está en forma de provitamina, el beta-caroteno, que el organismo transforma en vitamina A según lo precise. Los retinoides son sustancias químicas derivadas de la vitamina A o retinol, cuya estructura y acción están relacionadas. Los avances farmacológicos han permitido obtener compuestos con mayor efectividad para el tratamiento del acné, al proporcionar altas concentraciones terapéuticas con efectos adversos mínimos como la irritación, la fototoxicidad, la sequedad o la descamación.
Una reciente revisión basada en la evidencia dirigida por la University Clinic of Dermatology de la Otto-von-Guericke University Magdeburg (Alemania), publicada en ‘Journal of the German Society of Dermatology’ en diciembre de 2008, justifica el uso tópico de retinoides en la mayoría de los tipos de acné y durante el tratamiento de mantenimiento. Además hay documentación que corrobora su efectividad en otros trastornos cutáneos como la psoriasis y el fotoenvejecimiento.
Vitamina A, ¿ingesta oral o uso tópico?
Los retinoides se enmarcan en la categoría de fármacos, no se consideran complementos dietéticos ya que su eficacia radica en su uso tópico, aunque en algunos casos también tengan efecto tras su ingesta oral. Los más usados en el acné común son la tretinoina (fue el primero en utilizarse), la isotretinoina, el retinaldehído o el adapaleno. Mientras este último se considera en la actualidad como la formulación tópica mejor tolerada, en parte por su acción antiinflamatoria, la isotretinoina tiene gran efecto tras su ingesta oral en la reducción de la secreción de sebo, de hasta un 80% en la cuarta semana de tratamiento.
El inconveniente del uso tópico de algunos compuestos es su capacidad irritativa, que explica que muchos pacientes dejen el tratamiento antes de comprobar los resultados
Así se constata en un informe sobre el efecto de los retinoides en dermatología dirigido por José M. Fernández Vozmediano y José C. Armario Hita, del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario del Puerto Real (Cádiz, España). En su aplicación tópica, estos compuestos son eficaces para el tratamiento de los problemas dermatológicos porque se unen a unos receptores específicos detectados en la epidermis, la capa de células más superficial de la piel.
El inconveniente del uso tópico de algunos de ellos es su capacidad irritativa, que explica que muchos pacientes dejen el tratamiento antes de comprobar los resultados. No obstante, el aporte extra de vitamina A o sus derivados (retinoides) puede resultar tóxico al sobrepasar la capacidad del hígado para almacenar esta sustancia. Como consecuencia puede aparecer sequedad de ojos, labios y mucosas nasales, además de otros trastornos como alteraciones óseas, inflamaciones y hemorragias.
Una dosis excesiva de esta vitamina durante el embarazo o meses previos a la gestación puede provocar malformaciones en el feto (alteraciones cardiacas, hidrocefalia, retraso mental), ya que está implicada en los procesos de división celular y crecimiento. Por ello, el consumo de complementos dietéticos con fines nutricionales o cosméticos de vitamina A o de fármacos retinoides para tratamientos dermatológicos, se ha de hacer bajo supervisión médica, con el fin de evitar efectos adversos.
Vitamina A en alimentos
La vitamina A pertenece al grupo de las vitaminas liposolubles, es decir, es soluble en grasa. Se concentra en alimentos de origen animal como el hígado (este órgano tiene capacidad para acumularla), la yema de huevo y la grasa de la leche entera y sus derivados, como la mantequilla y la nata.
Los vegetales de colores rojizos y anaranjados muy intensos, como las zanahorias, la calabaza, las naranjas y mandarinas, los melocotones, los albaricoques y los nísperos, destacan por su contenido en beta-caroteno, el pigmento que les da color y que el organismo trasforma en vitamina A para cubrir sus necesidades. Algunas verduras como las espinacas, las acelgas o el brócoli también contienen esta provitamina A, aunque enmascarada por la clorofila, el pigmento que colorea de verde estos vegetales.
La aparición del acné es más bien consecuencia de desajustes hormonales y no responde tanto a cuestiones dietéticas. No obstante, aunque los alimentos consumidos no originan el acné, si pueden empeorarlo si se come chocolate, queso, embutidos y demás alimentos grasos. Una dieta correcta, con un adecuado aporte de nutrientes para la piel, ayuda a evitar que se agrave y acelera su curación.
Las glándulas sebáceas de la piel producen sebo o grasa cuya función es lubricar. Esta grasa, que circula por unos conductos, sale a la superficie cutánea a través de los poros. El problema del acné se origina cuando estas pequeñas oberturas se obstruyen e impiden que la grasa salga al exterior; entonces aparecen granos. Los especialistas calculan que afecta al 74% de los jóvenes entre 12 y 18 años, y que más del 30% de los pacientes sobrepasa los 25, es decir, no es exclusivo de la adolescencia, sino que también afecta a los adultos. La polución, el estrés o la mala utilización de los cosméticos son algunas de las causas de este molesto problema dermatológico.