La extrema delgadez en la gestante es un factor de riesgo en el embarazo, con consecuencias tanto para la futura madre como para el bebé. Las mujeres de bajo peso pueden estar expuestas a un riesgo mayor de sufrir parto prematuro o de tener un bebé de bajo peso al nacer e, incluso, hay estudios que lo asocian a una mayor probabilidad de aborto. Por este motivo, es importante que las mujeres sigan los controles prenatales, destinados a la prevención, diagnóstico y tratamiento de esta condición para disminuir las enfermedades causantes de la muerte materna y perinatal.
Embarazo y delgadez extrema
La desnutrición materna, tanto antes de concebir como durante la gestación, se asocia a un mayor riesgo para la futura madre y para el bebé: mayor tasa de prematuridad, retardo en el desarrollo y crecimiento fetal intrauterino, poco peso placentario y mayor riesgo de morbimortalidad infantil. Si bien la obesidad es perjudicial, ya que aumenta la tasa de enfermedades en el embarazo, el alumbramiento distócico (el que conlleva algún tipo de intervención médica) o alteraciones metabólicas en madres y neonatos, el extremo opuesto es también una situación que conviente evitar.
Como aseguran en la guía de la American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG), las mujeres de bajo peso pueden estar expuestas a un riesgo mayor de tener un parto prematuro o un bebé de bajo peso al nacer.
La dieta de la madre debe aportar los nutrientes necesarios para asegurar el desarrollo del feto. Si esta no es suficiente, el especialista prescribirá suplementos. No obstante, siempre deben tomarse bajo prescripción médica, ya que está descrito que el exceso o la utilización indiscriminada de suplementos -igual que la deficiencia- no están exentos de riesgo o, como mínimo, no se conocen sus posibles efectos secundarios. Hay estudios que muestran que las vitaminas liposolubles tienen un impacto acumulativo y pueden ser peligrosas. Por poner un ejemplo: un exceso de vitamina A se asocia a alteraciones renales en niños y el consumo de grandes dosis de vitamina D, a malformaciones cardíacas del feto.
Necesidades nutricionales básicas en la gestación
Las recomendaciones dietéticas durante la gestación sugieren un aumento variable de la mayoría de los nutrientes.
- Calorías. Los especialistas aconsejan un incremento de 150 kilocalorías (kcal) diarias en el primer trimestre, y 340 kcal en el segundo y tercer trimestre, por encima de las necesidades habituales de una mujer sana no embarazada. Si el peso está cercano al que se considera idóneo, no se aconseja ni la sobrealimentación ni tampoco las dietas hipocalóricas.
- Hidratos de carbono. La gestante necesita aumentar las cantidades diarias, sobre todo, en los dos últimos trimestres. Su ingesta favorece el aumento de peso, el crecimiento del feto y de tejidos maternos, como la placenta.
- Grasas. Se recomienda que no sobrepasen del 30% de la ingesta calórica total. De estas, menos del 10% deberían corresponder a grasas saturadas.
- Proteínas. Las que necesita una embarazada se cifran en 60 gramos (g) al día o, lo que es lo mismo, un aumento del 10 g/día sobre las necesidades de la no embarazada. Estos nutrientes aportan los aminoácidos necesarios para el crecimiento de las mamas y el útero, así como para el feto.
- Calcio. Es un mineral que interviene en la formación de los huesos (que se forman entre los dos y tres últimos meses) y los dientes (que empiezan alrededor de la octava semana de embarazo) del feto, y en la producción energética y celular, entre otras. Las recomendaciones se estiman en 1.200 miligramos (mg), que suponen un incremento de 400 g sobre las necesidades de la mujer no gestante. El calcio se obtiene de la leche o derivados lácteos, legumbres, frutos secos y verduras.
- Hierro. La anemia por déficit de hierro es común en la mujer embarazada. Se recomienda ingerir unos 1.000 mg diarios.
- Vitaminas. Si la dieta de la embarazada es correcta, no hace falta tomar suplementos. Las que doblan sus requerimientos son el ácido fólico y la vitamina D.
Estar demasiado delgada puede dificultar quedarse embarazada. Un índice de masa corporal (IMC) demasiado bajo tiene efectos negativos en la fertilidad, tanto en el hombre como en la mujer. Los datos estiman que alrededor de un 12% de la infertilidad primaria se debe a problemas de peso. Al parecer, es necesaria cierta cantidad de grasa en el organismo (según algunos expertos un 22%) para que las hormonas implicadas en el proceso de fecundación funcionen de manera adecuada. Así, ante una delgadez excesiva, cuando el IMC está entre 18 y 19, la ovulación se interrumpe, aunque no siempre la menstruación. Si el cuadro se agrava, como en una anorexia nerviosa, aparece la amenorrea -o falta de regla- que conlleva infertilidad. A pesar de que un IMC considerado “normal” se sitúa entre los 19 y los 25, los expertos recomiendan aumentar el límite inferior a 20 si se va en busca del embarazo.