La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la lactancia natural se prolongue, como mínimo, hasta que el bebé cumpla los seis meses de vida. A partir de ese momento, es necesario introducir de forma progresiva nuevos alimentos en su dieta, puesto que el pequeño requiere más energía y nutrientes y sus funciones digestivas ya están más maduras. Retrasar esta diversificación puede provocar falta de apetito, además de desaprovechar una época muy válida para la educación del gusto y la adaptación del bebé a una alimentación equilibrada, variada y suficiente. A continuación se señala cómo introducir nuevos alimentos en la dieta del bebé y cuáles son las precauciones más importantes que hay que tener en cuenta en este sentido.
Cómo introducir nuevos alimentos en la dieta del bebé
A partir del segundo semestre de vida, la leche como alimento único no proporciona toda la energía y los nutrientes que precisa el lactante. Además, como sus funciones digestivas han madurado, se debe incluir una alimentación complementaria, siguiendo unas normas. No se recomienda introducir nuevos alimentos antes de los seis meses, aunque tampoco es aconsejable hacerlo más tarde, porque la falta de diversificación es motivo frecuente de anorexia. La edad apropiada para incorporar comidas es, por lo tanto, cuando el bebé tiene seis meses.
Los alimentos complementarios deben sustituir, una a una, las tomas de leche
A medida que el bebé crece, se va disminuyendo el número de tomas de pecho, de forma que de las seis u ocho veces al día que suele alimentarse al empezar la lactancia, pasará poco a poco a cuatro o cinco tomas en la segunda mitad del primer año. Este cambio no debe comprometer el aporte total de leche (sea materna o de fórmula), que tiene que mantenerse por encima del medio litro al día en cualquier caso.
En esta etapa, el aporte de agua es fundamental. Al introducir los alimentos sólidos en la dieta del bebé, el aporte hídrico debe aumentar. Por ello, es preciso ofrecer al pequeño agua a menudo y, especialmente, en situaciones de enfermedad (como fiebre, diarreas) o durante el verano.
La nueva comida, una a una
La forma habitual de introducir la alimentación complementaria es sustituir, una a una, las tomas de leche que recibe el lactante por papilla de cereales, fruta, puré de verdura… Es importante hacerlo con el intervalo suficiente para que el niño conozca y acepte los nuevos alimentos, así como para probar su tolerancia a los mismos antes de comenzar con uno nuevo. De este modo, se dará tiempo al organismo del bebé para adaptarse y a los adultos para identificar posibles alergias o intolerancias a alimentos específicos.
En este periodo, es muy importante, también, permitir que la cantidad de alimento que ingiera el pequeño varíe de un día a otro, y de una semana a otra, según el apetito del niño.
Bebé y alimentos: principales precauciones
Los bebés son muy sensibles y vulnerables ante las transgresiones dietéticas y sus consecuencias son más serias que en el niño mayor y el adulto. Si la incorporación de los nuevos alimentos no se hace de manera adecuada, los pequeños pueden desarrollar, entre otras dolencias, anemia por consumo temprano de leche de vaca, intolerancia a la leche de vaca, celiaquía o intolerancia al gluten y alergias alimentarias.
Cuanto más tarde se produzca la introducción del gluten, menos agresiva será la celiaquía en caso de aparecer
Por ello, en este periodo es de vital importancia la introducción tardía del gluten en la dieta (proteína presente en el trigo, centeno, avena, cebada y triticale, un híbrido de trigo, y centeno) para reducir el riesgo de celiaquía. De hecho, cuanto más tarde se produzca, más benigno y menos agresiva será la aparición de la enfermedad, si es que llegara a ocurrir. Los cereales que no contienen gluten son: arroz, maíz, mijo y sorgo.
Asimismo, hay que destacar que retrasar aquellos alimentos más alergénicos como es el caso del huevo, el pescado o de algunas frutas (como la fresa o el melocotón) a una edad en la que la permeabilidad intestinal es menor, ya que disminuyen las posibilidades de desarrollar una alergia alimentaria. En niños con antecedentes atópicos, nunca deben incorporarse estas comidas antes del año.
Cuidado con la sal y el azúcar
Es un error añadir sal a las preparaciones de alimentos. El bebé tiene unas necesidades de sodio inferiores a las de las personas adultas. De ahí que no sea preciso agregar sal, ya que el pequeño satisface las necesidades de dicho mineral a través del sodio que contienen los alimentos de forma natural. Por otro lado, el niño que se acostumbra a aceptar los platos bajos en sal disminuye la ingesta de la misma a lo largo de la vida.
También es una equivocación abusar del azúcar. Es preferible habituar al bebé a que coma productos lácteos y compotas en su estado natural, sin adición de edulcorantes. La introducción frecuente de sacarosa (azúcar común) hace que el pequeño se haga a los alimentos de sabor dulce. Y resulta que este azúcar es uno de los agentes responsables del desarrollo de la caries dental. Es muy común que lactantes y niños que reciben agua azucarada o zumos de fruta a la hora de acostarse desarrollen un tipo de caries que afecta a los dientes anteriores superiores y, a veces, posteriores inferiores. Además, el consumo excesivo de alimentos edulcorados desplaza la ingesta de otros más nutritivos, con el consiguiente desequilibrio nutricional.
Otro error habitual es no dar agua al bebé con frecuencia. El lactante tiene unas necesidades muy elevadas de agua por kilogramo de peso corporal. Mientras que es pequeño, no desarrolla por completo la capacidad de producir orina concentrada, por lo que necesita más cantidad de agua para disolver las sustancias que se eliminan por micción que el adulto.
El agua que necesita el lactante procede de la leche materna o del biberón. Sin embargo, cuando la temperatura ambiental es elevada, el bebé queda expuesto a un exceso de calefacción, la comida está muy espesa, tiene fiebre o padece diarrea, hay que realizar un aporte adicional de agua que evite el riesgo de deshidratación. Y por supuesto, es mejor acostumbrar al niño a que beba agua sola, sin azúcar, o a que tome zumo de fruta natural sin azucarar.