¡Cuántos comportamientos dicen las mujeres que nunca tendrían cuando tuvieran un hijo y, sin embargo después durante la crianza, se descubren repitiendo! Es normal y también, por supuesto, les pasa a los padres. Este artículo reúne cinco de los “propósitos frustrados” más recurrentes durante la maternidad: “no le dejaré ver televisión hasta los tres años”, “no dejaré que duerma con nosotros”, “no le premiaré por portarse bien”, “no le perseguiré para que coma un poco más” y, en definitiva, “no seré como mi madre”.
La maternidad y los propósitos frustrados
«Nunca digas nunca». Los refranes pertenecen a la sabiduría popular y, en efecto, se muestran sabios con mucha frecuencia. La crianza de los hijos es uno de los ámbitos en los que son más evidentes las grandes diferencias entre todo lo que uno pensaba que iba a hacer o dejar de hacer y lo que luego en realidad sucede. Los propósitos de «nunca haré» tal o cual cosa quedan desterrados bajo la necesidad de un rato de descanso o de alcanzar otros objetivos. A continuación se reúnen cinco de esas «promesas rotas» por madres y padres.
1. «No le dejaré ver televisión hasta los tres años»
Un estudio publicado en 2012 por un grupo de pediatras británicos recomienda que los niños no tengan contacto con ninguna pantalla hasta los tres años de edad y que, a partir de ese momento y hasta los 16 años, su consumo se limite a no más de dos horas diarias.
Conocedores o no de estos datos, muchos padres y madres se plantean objetivos parecidos cuando imaginan la crianza de sus hijos. Sin embargo, la mayoría termina por rendirse -junto con los propios pequeños- ante el poder de los dibujos y otros contenidos audiovisuales. Y es que en este grupo no entra solo la televisión, también los teléfonos móviles, ordenadores, tabletas y cualquier otro dispositivo que cuente con una pantalla.
Muy a menudo estos aparatos se convierten en un aliado para mantener entretenidos a los niños y posibilitan a los adultos dedicarse un rato a las tareas del hogar o, simplemente, descansar un poco. Pero se debe tener cuidado con los excesos, ya que representan riesgos para los menores, tanto en cuanto a su salud física (sobrepeso y demás problemas derivados de ello) como en lo relativo a lo psíquico y emocional (estrés, ansiedad, depresión, etc.). Así lo explicó, en 2013, un informe del Servicio de Salud de Inglaterra.
2. «No le dejaré dormir con nosotros»
En algunos casos, lo que ocurre es que, después de tal afirmación, los progenitores conocen el colecho y se convencen de que sus beneficios (propiciar la lactancia materna, beneficiar el sueño, potenciar el vínculo entre padres e hijos) compensan que el pequeño duerma en la misma cama con ellos.
Sin embargo, en otras ocasiones, no es una decisión meditada, sino un recurso para que el niño deje de llorar y se duerma y que así los adultos logren descansar. También es posible que, aún sin documentarse sobre el colecho, la madre descubra los beneficios de que el pequeño duerma con ella, en particular, para la lactancia.
En cualquier caso, conviene conocer también los posibles riesgos que, según algunos especialistas, conlleva compartir la cama con el bebé. Un informe de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP) afirma que tal hábito aumenta las posibilidades de asfixia y muerte súbita del lactante, sobre todo cuando los niños son muy pequeñitos, y de que padezca problemas de sueño en edades posteriores.
3. «Nunca le ofreceré premios para que me haga caso»
Para la mayoría de lo adultos, en sus planes previos antes de tener un hijo, esto es algo en lo que no han de transigir. Nada de ofrecer recompensas al niño para que cumpla con lo que tiene que hacer. Mucho menos, por supuesto, entrar en negociaciones o chantajes emocionales. Y, sin embargo, casi todas las personas con hijos reconocen haberse hallado en esa situación en algún momento.
Si bien los especialistas no recomiendan el uso de premios como recurso, ya que esto puede ocasionar que el pequeño solo obedezca ante estos estímulos, es común emplearlo en casos particulares, sobre todo para objetivos a medio o largo plazo o para corregir conductas. En cualquier caso, los premios siempre son preferibles antes que los castigos.
4. «Nunca le perseguiré para que coma un poco más»
¿Quién no se ha encontrado persiguiendo al hijo para que acepte un bocado más? Que abra la boca, que eso es lo último y ya se lo acaba… La alimentación es uno de los temas más sensibles en la crianza del niño, y todos los padres y las madres quieren que sus pequeños crezcan sanos y fuertes y llenos de energía. Para tal fin, deben estar seguros de que el niño de verdad no tiene hambre, que no es solo su afán por irse a jugar lo que le hace mantener la boca cerrada cuando le acercan el tenedor o la cuchara con comida.
Por supuesto, hay muchos otros «nunca voy a» relacionados con la alimentación que también son muy frecuentes y que, en mayor o menor medida, antes o después, acaban por caer: «Nunca voy a darle el postre, si no ha terminado de comer», «nunca le daré chucherías a deshoras», «nunca le daré croquetas congeladas», etc.
5. «No seré como mi madre»
Tal vez todos los propósitos incumplidos se pueden resumir en este. Porque, en general, uno tiende a creer que no se comportará como sus propios padres y que evitará repetir sus errores, lo hará mejor. Y, sin embargo, a medida que pasa el tiempo uno encuentra más parecidos.
Así es como se descubre limpiando con saliva la cara de sus niños, dándole el chupete pese a que se ha caído al suelo, preparando un biberón sin haberlo esterilizado (al menos, sin haberlo hecho en las condiciones óptimas), dejando que se quede despierto hasta cualquier hora, dando consejos a otras madres y padres, y tantas cosas más. Como si hubiera escrito en algún lado un «manual de madre» y un «manual de padre» que, pese a que nadie puede leer, fuera muy difícil dejar de cumplir.