La pandemia ha cambiado nuestra manera de relacionarnos con nuestros familiares y amigos, en el trabajo, en el colegio…, pero también en casa con nuestros convivientes, con nuestros hijos. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) centrada en salud mental de los españoles da buena cuenta de la factura que este año tan atípico ha dejado en el comportamiento de los menores de edad, en sus relaciones con sus progenitores y hermanos y en sus hábitos diarios. En las siguientes líneas analizamos lo más destacado con dos expertos y qué hacer como padres en cada situación.
El confinamiento tuvo sus efectos en el plano emocional de nuestros hijos: estrés, alteraciones de sueño, episodios de rebeldía, rabietas, cambios de humor, peleas entre hermanos… Y tras él, secuelas como ansiedad, miedo, trastornos obsesivos o depresivos y hasta regresiones se hicieron frecuentes en muchos niños y adolescentes. Un año después, varios de estos comportamientos se han instaurado en nuestros hijos, a tenor de la última encuesta del CIS.
Comportamientos de niños y adolescentes en pandemia
Según el estudio, basado en una muestra de 3.083 entrevistas realizadas en febrero, en la mayoría de las familias (52,2 %) los padres y madres reconocen que han notado cambios en la manera de ser y de comportarse de sus hijos e hijas. Sobre todo, consideran que han modificado su conducta (80,2 %), sus hábitos diarios (78,6 %), con alteraciones del humor (72,7 %) y en la forma de mostrarse ante los demás (60,8 %).
- En sus conductas, les ven menos sociables (62,20 %) y retraídos. Y en la misma línea, observan que tienen miedo a salir o relacionarse. En menor medida, se han vuelto más exigentes y algo agresivos (41,8 %).
- En casa les notan más irritables (77,2 %), que protestan por cualquier cosa, que contestan continuamente cuando son reprendidos y que se muestran más desobedientes. También en el hogar algunos chavales se aíslan con facilidad (53,6 %) y otros reclaman mucha atención (65,2 %).
- Con los hermanos, se pican por cualquier cosa y muestran celos. Y menos, pero ocurre, se pegan con facilidad.
- Los siguientes cambios de humor son destacables: irritables (76,4 %), se quejan por cualquier cosa por pequeña que sea y se muestran más exigentes cuando piden algo y caprichosos. Están nerviosos o con ansiedad (60 %) y reconocen que no pueden parar.
- Las tecnologías les absorben: pasan mucho tiempo ante la tele, juegan demasiado a la tableta y usan muchas horas el móvil. En cambio, un 41 % dice que no hacen ejercicio.
- En cuanto al sueño, el 66,7 % de los padres confiesa que a sus hijos les cuesta dormirse.
- Su relación con la comida no ha cambiado mucho, pero comen menos y son más caprichos con los alimentos en un porcentaje que oscila entre el 42 % y el 48 %.
Imagen: sweetlouise
Estas conductas no difieren demasiado de lo que adelantaba en octubre el estudio ‘Adolescentes, familias y COVID-19: ¿convivencia o supervivencia?’, realizado el pasado verano también mediante entrevistas a 1.500 padres de jóvenes de entre 14 y 18 años por Amalgama7 y la Fundación Portal. “Partíamos de la hipótesis de que el confinamiento sería una oportunidad de oro para que padres, madres e hijos mejorarían en aspectos como las tareas domésticas o las escolares y los hábitos alimentarios. Pero nos llevamos una sorpresa. Nuestro estudio da a conocer que no ha reportado cosas positivas desde la perspectiva de la convivencia en la mayoría de las familias. Y desde el posconfinamiento se han adquirido hábitos que cuestan mucho revertir”, apunta Jordi Royo, director clínico de la entidad de atención terapéutica y educativa de jóvenes y sus familias Amalgama7. ¿Cuáles? El también vicepresidente del Clúster de Salud Mental de Cataluña pone dos ejemplos:
- En cuanto al aislamiento de los adolescentes, antes del confinamiento la mitad abusaba de las horas de pantallismo (adicción a las pantallas), encierro en sus habitaciones y de la poca comunicación. En el confinamiento se colocó sobre los 80 puntos y ahora ha bajado al 60 %.
- Con respecto a las malas contestaciones, antes casi uno de cada tres chicos respondía a sus padres, una circunstancia que en el confinamiento subió a casi 60 % y que tras él se ha quedado en un 53,3 %.
Pero hay más. El estudio exploró más conductas de los adolescentes con respecto a: colaboración en tareas domésticas, cumplimiento de las tareas escolares, insultos hacia los padres, respuestas de agresión física hacia los padres, hábitos alimentarios y consumo de tabaco, alcohol y derivados del cannabis (marihuana, hachís). Y excepto en las agresiones a los padres, que apenas ha habido cambios (ha bajado una décima con respecto a antes del confinamiento), en el resto el crecimiento ha sido notorio, sobre todo en el caso de no colaborar con las tareas domésticas (con un 7,9 % de aumento), insultos hacia los padres (5,9 %) y malos hábitos alimentarios (5,5 %).
¿Por qué mi hijo se comporta así?
¿Por qué se produce esta situación? Amaya Prado, psicóloga educativa y vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, considera que, aunque no hay una única causa, la principal es la fatiga pandémica, ese cansancio psicológico de ver que la actual situación no tiene fin próximo. “Los niños no son ajenos a esta sensación. Y lo ven con las restricciones. Y hasta a veces se tienen que confinar y no ir a clase”, señala. “Este año de limitaciones contribuye a la irritabilidad, al malestar”, apunta Jordi Royo, quien piensa que también en los adolescentes tiene mucho que ver el hecho de que parece que últimamente “solo es delito aquello que tiene consecuencias”, por lo que apuesta con menos multas y más tareas de reparación a la sociedad para comportamientos contrarios al respeto humano, como los botellones, el vandalismo o el pillaje.
Muchos niños han visto como sus padres pierden el empleo, familiares mueren, sus padres se han separado… circunstancias de la pandemia que también marcan. Y, además, hemos sido más permisivos con ellos. “Es difícil ser padres, pero lo que ha acentuado el confinamiento ha sido la sobreprotección y el permisivismo. Si, por ejemplo, se hace la vista gorda y la técnica del avestruz cuando un hijo no colabora con las tareas domésticas, y las hacemos por él, esta sobreprotección conlleva una injusticia: que los padres y las madres tenemos más deberes, y ellos más derechos”, comenta el psicólogo.
Amaya Prado también coincide en que a los niños se les ha dado “más concesiones lógicas y propias por las circunstancias que estábamos viviendo”. Y eso, unido a que las relaciones se han visto deterioradas por la distancia social y no han podido entrenarse en habilidades sociales, ahora cuando se relacionan “exigen y piden esas prebendas que han tenido”, asegura.
Consejos de expertos para mejorar el comportamiento de los hijos en pandemia
Imagen: ottawagraphics
?? Si se muestran más aislados y menos sociables…
Si observamos que tiene miedo a relacionarse o muestra cierto retraimiento en las relaciones sociales con sus iguales, hay que propiciar esos encuentros guardando las medidas sanitarias. “Los adolescentes tienen que salir, lo necesitan. Sus relaciones, su vida, su desarrollo evolutivo están en la calle con sus iguales. Pero hay que hacerles partícipes de la solución de este problema, diciéndoles que tienen que salir, pero como mucho con cinco amigos, con distancia de seguridad, sin compartir vasos u otras cosas, con la mascarilla… Si dejamos que sea el otro el que se tenga que cuidar y proteger, acabará saltándose las normas sanitarias: botellón, fiestas…”, asegura Amaya Prado. ¿Y si se niegan a salir y se refugian en las tecnologías? Su propuesta: salir con ellos a hacer ejercicio físico al aire libre (pasear, correr…)
Por otra parte, Prado señala que en los niños, niñas y adolescentes que se retraen, “es importante hacerles ver que respetamos sus espacios, su distancia, pero que estamos disponibles para todo aquello que precisen”.
?? Si están más irritables, desobedientes, exigentes, ansiosos…
Los sentimientos tienen que aparecer. Es adecuada la expresión de las emociones. Pero la psicóloga puntualiza: “Son las reacciones las que hay que reconducir”. ¿Cómo? En este caso, es conveniente escuchar por qué el niño se está sintiendo así y ayudarle a que identifique lo que siente para modificar su comportamiento. Y habrá que tratarle desde la paciencia, con tranquilidad y haciéndole ver que le entendemos y que le vamos a ayudar en la necesidad que precise, sostiene.
Pero “como padres y madres no debemos perder la verticalidad de la relación, porque para educar correctamente a nuestros hijos necesitamos tener autoridad”, recuerda Jordi Royo. “Impera la idea de ser amigos de los hijos. Pero ellos ya tienen amigos. Necesitan padres. En la horizontalidad, nuestros hijos pretenden ser nuestros iguales, y esto les confunde. En la familia, cada uno tiene su rol. Si no construyes una cultura de respeto en casa en torno a los ocho años de edad, esto revierte a la contra”, explica. Por eso, ante sus exigencias y caprichos, Prado añade que cabe la firmeza, poniendo límites de manera clara y constante dentro de las circunstancias, pero con paciencia y cariño.
¿Y qué hacemos con los más nerviosos? Intentaremos que salgan al aire libre a realizar actividades para poder calmarse y cansarse. Y si hay que estar en casa, la alternativa será aquellas en las que también permitan movimiento.
?? Si se pelean más con los hermanos…
Hay que tratar que sean ellos mismos los que resuelvan sus propios problemas, mientras que los padres estaremos ahí de manera arbitraria y neutral. Pero si el conflicto “se debe a que uno de ellos abusa de una conducta que merma los derechos del otro, hay que intervenir”, comenta el psicólogo clínico, quien también reconoce que, desde su experiencia profesional, hay dos conductas preocupantes que se pueden dar entre hermanos:
- Imitación: si la conducta que se imita del hermano es mala.
- Rechazo. Hay hijos que se enfrentan a los padres recriminando la conducta del otro hermano, con frases como “nos está amargando la vida a todos y la convivencia familiar es mala, porque le consentís todo”. Este hijo juzga a los padres, les considera débiles y que no adoptan su rol. “Y pasa que cuando el hermano cree que sus padres no hacen justicia, se la toma por su cuenta”, advierte Royo.
?? Si abusan del móvil, la videoconsola, las redes sociales…
La psicóloga alerta de que están viendo muchas adicciones a las nuevas tecnologías. “Era lo que los mantenía conectados con el mundo exterior y sus iguales, y ahora toca ponerles límites, orden… con menos tiempo de pantallas y equilibrarlo con actividades al aire libre”, sugiere. “Y como padres debemos dar ejemplo. En la cena, se puede proponer un pacto de móviles fuera. Porque estamos conectados con lo de fuera, y estamos desconectados con lo de dentro”, manifiesta Jordi Royo.
?? Si les cuesta dormirse a la hora…
Si no duermen las horas que debieran por su edad, se debe intentar llevar a cabo actividades relajantes y rutinas del sueño antes de irse a dormir. También viene bien hacer actividades en las que se puedan cansar físicamente. Y si tienen algún miedo o inquietud, hay que hablarlo con ellos. “Y si no se puede reconducir, se debe consultar con algún profesional de la psicología”, recomienda Amaya Prado.
?? Si han adquirido malos hábitos alimentarios…
En el estudio de Amalgama7 y Fundación Portal se definieron malos hábitos alimentarios con tres conductas que marcan la antesala de un trastorno por anorexia, bulimia o vigorexia: picoteo fuera de horas, no querer comer con la familia o querer hacer comidas alternativas a las de la familia. “Cuando un hijo empieza a tener dificultades con la comida, esto tiene tendencia a progresar”, destaca el psicólogo.
¿Qué hacer? “Intentar mantener las rutinas alimentarias y aunque coman un poco menos, que puedan comer variado”, señala Prado. “Y comer en familia —agrega Jordi Royo—. La cena tendría que ser un momento fundamental, ya que igual es el único espacio que tenemos para hablar, vernos y hacer algo juntos. Si lo malbaratamos con móviles o comiendo por separado., la familia pierde contacto y comunicación”.
Ante estos problemas, según el CIS, el 12,6 % de las familias ha acudido a un profesional de la salud mental (psicólogo) solicitando ayuda para sus hijos. Y en el caso del estudio de Amalgama 7 y Fundación Portal, ante un nuevo confinamiento y dado un conflicto de convivencia, un 55 % de los padres y madres pediría ayuda exterior, en su mayoría psicológica (81,29 %), educativa (57,7 %) y médico-psiquiátrica (23,4 %).
¿Cuándo recurrir a ellos? Prado lo tiene claro: “Cuando no se pueda reconducir desde la familia, los padres se sientan desbordados y con un nivel de ansiedad elevado tanto en ellos como en los niños o esté afectando a varias áreas de la vida del menor. En ocasiones, cuando las consultas son en un momento inicial, la solución es más rápida y con menos consecuencias psicológicas para la familia”.
Por su parte, Royo apunta que, en caso de mala relación con los hijos, hay un momento en el que los padres ya no tenemos capacidad de revertir la situación y se debe buscar ayuda, porque si no, irá a más: cuando le pidas que te dé el móvil, y no te lo quiere dar; cuando le dices “levántate para ir a la escuela”, y no se quiere levantar; cuando le pides que deje de chatear y apague la luz, porque se tiene que levantar pronto, y no te hace caso… “Y llega la violencia filio-parental, donde el hijo suplanta el rol de los padres, que ya no son sus referentes morales”, asegura el psicólogo clínico.