Controles clínicos en el primer trimestre del embarazo

Todas las embarazadas, incluso las mujeres sanas, deberían someterse a los exámenes de seguimiento del embarazo
Por Clara Bassi 20 de octubre de 2011
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Las pruebas del embarazo siguen un protocolo muy estricto para que el proceso culmine de forma feliz, tanto para la madre como para el feto. Saltárselas conlleva riesgos innecesarios, ya que gracias a ellas se pueden detectar y prevenir numerosos problemas de salud materno-fetales. ¿Pero en qué consiste este estrecho seguimiento? Se fundamenta en un triple control: clínico, que consiste en acudir a las visitas médicas; analítico, que implica someterse a varios análisis cada trimestre; y ecográfico, que comprende la realización de tres ecografías.

Toda embarazada debería iniciar el control de la gestación a partir de la semana siete u ocho. Este examen clínico incluye una visita mensual al médico, en la que se vigila el peso, la tensión arterial y las proteínas de la orina. La detección de cifras de presión altas y niveles elevados de albúmina en la orina indicarían que la mujer puede haber desarrollado hipertensión gestacional, que sería necesario analizar en profundidad. El profesional también habla con la embarazada para sondear cómo se encuentra, practica una exploración abdominal, escucha los latidos del corazón fetal, mide la altura uterina y comprueba la colocación del feto.

Primer trimestre: descartar infecciones y anomalías

En el primer trimestre, se realiza una analítica para averiguar el grupo sanguíneo de la madre y su factor RH. Se le realiza un hemograma (recuento global y en porcentajes de los tres tipos básicos de células y su morfología), un análisis de orina para descartar infecciones y serologías de enfermedades infecciosas que pueden ser relevantes para la buena evolución del embarazo y el desarrollo del feto. Es fundamental detectar a tiempo si la gestante es portadora de una de ellas.

  • El «Toxoplasma gondii» es el parásito causante de la toxoplasmosis, que se origina, sobre todo, por comer carne o derivados, crudos o poco cocinados que contengan quistes del parásito. El agua, la tierra o los vegetales contaminados son la segunda fuente de infección, mientras que el contacto con los gatos domésticos se considera un factor de riesgo bajo. Su prevalencia en mujeres en edad fértil es muy variable, entre el 15% y el 77%. Su detección es importante porque el 15% de los fetos infectados son sintomáticos al nacer por enfermedades contraídas antes de las 24 semanas. Pueden sufrir hidrocefalia, calcificaciones intracraneales, corioretinitis y convulsiones, aunque solo el 4% tienen secuelas neurológicas permanentes, muerte o ceguera bilateral.
  • Hepatitis B y C. La gestación es una buena oportunidad para hacer un cribado poblacional del virus de la hepatitis B (VHB), ya que la transmisión vertical (de la madre al bebé) es muy alta, de hasta un 80%, si el antígeno HBe es positivo. En los casos negativos, esta cifra se sitúa entre un 10% y un 25%. Para prevenirla se administra gammaglobulinas específicas y se vacuna inmediatamente a los recién nacidos. A pesar de todo, un 10% de los bebés de madres con antígeno HBe positivo pueden contagiarse. En cuanto a la infección crónica por VHC, el riesgo de transmisión vertical se acerca al 5%.
  • Lúes o sífilis es una infección sistémica producida por el «Treponema pallidum», que tiene dos vías de transmisión: sexual y placentaria. En los últimos años se ha registrado un incremento importante de los casos, por lo que su cribado gestacional es clave. El riesgo de transmisión intrauterina se da a partir de las 14 semanas de gestación y aumenta de manera progresiva. Si la gestante afectada no recibe tratamiento con penicilina y se produce la transmisión intrauterina, el resultado es de un 40% de abortos espontáneos o muertes perinatales y un 40% de niños que nacerán con sífilis congénita. Solo el 20% restante no enfermará, precisa Sandra Hernández, especialista en Ginecología y Obstetricia del Departamento de Medicina Materno-Fetal del Instituto Clínico de Ginecología, Obstetricia y Neonatología del Hospital Clínico de Barcelona.
  • La rubéola es una infección de transmisión respiratoria, producida por un virus de la familia «Togaviridae». El actual programa de vacunación en España se realiza a través de dos dosis de la vacuna triple vírica y ha proporcionado una inmunidad para toda la vida en el 95% de los casos. Por este motivo, casi ha sido erradicada por completo, con casos de infección congénita excepcionales, en general importados de países sin vacunación sistemática. La rubeola congénita es una infección crónica que comporta secuelas graves para el feto, de aparición tardía, entre las que figuran la cardiopatía, la oftalmopatía, la sordera y la microcefalia.
  • El VIH. En los últimos años, la transmisión vertical de este virus ha disminuido y es inferior al 1% gracias a su detección en el embarazo. Aunque el virus puede atravesar la placenta en cualquier momento y contagiar al bebé, el mayor riesgo se da en las semanas previas al parto y durante el mismo. Si la gestante es seropositiva, durante las semanas anteriores al alumbramiento se le administra un antirretroviral para disminuir el riesgo de contagiar al bebé. 
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