Los bebés pueden empezar a tomar leche de vaca a partir del año de vida. Incluso a los seis meses pueden comenzar a ingerir productos que incluyan las proteínas de esta leche, siempre y cuando sean niños sin un alto riesgo de padecer alergia a esos componentes lácteos. A continuación se muestra qué pasa con las proteínas de la leche de vaca en el segundo semestre de vida del bebé y se dan varias recomendaciones para prevenir la alergia a esas proteínas. También se explica por qué la leche de vaca es mejor que las fórmulas de crecimiento o tipo 3.
Leche de vaca, a partir del año de vida
La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Asociación Española de Pediatría (AEP) y muchos otros organismos coinciden en la recomendación: lo mejor para la alimentación de los bebés es la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida y combinada con otros alimentos a partir de ese momento y, al menos, hasta que el niño cumpla su primer año.
¿Qué pasa con la leche de vaca? Los niños pueden tomar leche de vaca y productos derivados de ella a partir del año de vida, tal y como informa el Comité de Lactancia Materna de la AEP. Si bien la introducción de esta clase de leche es un tema sensible, el organismo que reúne a los pediatras españoles no pone reparos a su incorporación en la dieta del pequeño a partir de ese momento.
Las proteínas de la leche de vaca entre los 6 y 12 meses del bebé
Cuando se deben tomar precauciones en la introducción de productos que incluyan proteínas de la leche de vaca es en el segundo semestre de vida del bebé. La AEP explica que «a partir de los seis meses es aceptable la introducción de proteínas de leche de vaca (en galletas u otros productos) y derivados lácteos en niños de bajo riesgo alérgico antes del año, siempre que no sea la bebida principal hasta los 12 meses».
Pero el mismo Comité de Lactancia Materna añade que en pequeños con riesgo de desarrollar alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV), sobre todo por tener antecedentes familiares, las proteínas no se deben incluir hasta que el bebé cumpla su primer año.
La existencia de un familiar de primer grado (madre, padre o hermano) que padezca APLV adjudica al niño un alto riesgo de sufrirla también, según los criterios de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN). La Academia Estadounidense de Pediatría, en cambio, exige que haya al menos dos familiares de primer grado con el problema para identificar al menor así. Esta diferencia está explicada en un artículo sobre APLV publicado por científicos argentinos.
Prevención de la alergia a las proteínas de la leche de vaca
Los especialistas valencianos Jaime Dalmau Serra, Antonio Martorell Aragonés y Lucrecia Suárez Cortina, en colaboración con el Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría, señalan en un artículo que hay dos maneras de enfocar las medidas de prevención de la alergia a la leche de vaca: una pasiva y una activa.
La pasiva consiste en excluir la leche de vaca de la dieta del bebé durante el primer año de vida, así como de la alimentación de la madre durante el embarazo y el periodo de lactancia. Pero el documento explica que estas medidas solo evitan la aparición de la alergia mientras se lleva a cabo la exclusión, pero no impiden que surja después.
La prevención activa, en cambio, sí da resultados. Según el texto, «la introducción de grandes cantidades de proteínas de leche de vaca desde el nacimiento y su posterior administración ininterrumpida parecen estimular la inducción y mantenimiento de la tolerancia y, por tanto, previenen la aparición de alergia a leche de vaca». Como se ve, esta opinión manifestada en el artículo de los especialistas valencianos y el Comité de Nutrición de la AEP difiere de la del Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría.
Recomendaciones para prevenir la alergia a la leche de vaca
El mismo documento enumera una serie de recomendaciones para la prevención de la APLV, basadas en consejos de la Academia Estadounidense de Pediatría, la ESPGHAN y la Sección de Pediatría de la Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica. Además del consejo de que la lactancia materna sea, en lo posible, alimento exclusivo durante el primer semestre del bebé y que se prolongue al menos hasta su año de vida, se dan las siguientes recomendaciones:
- La dieta de la madre durante el embarazo y la lactancia debe ser equilibrada y saludable, sin excluir -con el supuesto objetivo de reducir el riesgo de alergias- el consumo de lácteos, pescado, huevos y otros productos considerados alergénicos.
- Si la lactancia necesita un suplemento, es conveniente una fórmula adaptada de leche de vaca, incluso antes de los seis meses, salvo que el niño tenga alto riesgo de alergia por antecedentes familiares. En este último caso, la sugerencia es una fórmula ampliamente hidrolizada hasta los cuatro meses de edad y, luego, alimentarlo como si no tuviera ese riesgo.
- En el caso de un bebé con alto riesgo de APLV que recibe lactancia artificial (y no materna), el artículo señala que no se precisa ningún tipo de fórmula especial.
Existen las llamadas leches de crecimiento, junior o tipo 3 para diferenciarlas de las fórmulas tipo 1, o de inicio, para el primer semestre, y tipo 2, o de continuación, para el segundo. Las empresas que las producen explican que incluyen minerales, vitaminas, grasas modificadas y otros nutrientes necesarios para el desarrollo de los niños a esa edad.
Sin embargo, un informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ratificó en 2013 que esas fórmulas no aportan ningún nutriente que no se pueda obtener a partir de una alimentación natural y saludable. Por el contrario, la introducción poco controlada de algún elemento en tales productos aumentaría el riesgo de ingestas excesivas.
Por eso, entre las opciones de leches adaptadas y leche de vaca, la recomendable es esta última.