Cuándo y por qué se realiza una episiotomía

Durante años, muchos médicos han hecho uso y abuso de esta práctica, cada vez más criticada y censurada. El objetivo actual es aplicarla solo cuando resulte imprescindible.
Por Cristian Vázquez 20 de octubre de 2011
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Sin duda alguna, este es uno de los temas más discutidos cuando se habla del embarazo y el parto. ¿A favor o en contra? Así podría definirse una cuestión en la cual -como si se tratara de política o fútbol- todos parecen tomar partido. Antes de emitir un veredicto, resulta imprescindible saber qué es y para qué sirve una episiotomía, y considerar los argumentos encontrados que por un lado promueven y por el otro censuran la aplicación de este recurso.

¿Qué es la episiotomía?

Se llama así a la incisión quirúrgica que se realiza en el periné para agrandar la apertura vaginal en el momento en que nace el bebé. El corte comprende, normalmente, piel, plano muscular y mucosa vaginal, se realiza con tijeras o bisturí y requiere puntos de sutura. El objetivo de la episiotomía es ampliar el «canal blando», abreviar el parto y prevenir desgarros. Su eficacia y su conveniencia están en discusión.

Por qué sí

Los supuestos beneficios son los siguientes:

  • Reduce la posibilidad de que se produzcan desgarros perineales.
  • Es más fácil de cicatrizar que un desgarro, ya que se trata de un corte limpio y recto.
  • Acorta el periodo de parto.
  • Previene posibles problemas en el bebé, como asfixia, hemorragia cerebral, parálisis cerebral y traumatismo craneal.

En teoría, de todos modos, este tipo de intervención debería realizarse solo de manera ocasional. Por ejemplo, si el parto se complica debido a que la cabeza y/o los hombros del bebé son demasiado grandes para el tamaño de la abertura vaginal de la madre, o si el bebé viene «al revés» (es decir, si en lugar de salir de cabeza lo primero que aparece son los pies y las nalgas). También podría resultar beneficioso en caso de que fuera preocupante la frecuencia cardíaca del bebé, ya que serviría para acortar los tiempos (y por ende los riesgos) del parto.

Sin embargo, aunque no hay estadísticas oficiales de su uso en España, diferentes asociaciones que se oponen a su práctica afirman que aún hoy entre el 80% y el 90% de los partos de madres primerizas y el 50% de los restantes incluyen episiotomía. Es decir, que no se lo usa como un recurso para casos específicos sino como sistema.

Por qué no

Diversos estudios -y la experiencia de muchísimas mujeres- señalan que la episiotomía puede causar más dolor que un desgarro, tanto en el momento del parto como (sobre todo) en los días posteriores. Además, la incisión incrementa el riesgo de daño en el esfínter anal y retrasa las relaciones sexuales posteriores al parto. No solo eso: también acrecienta los dolores en las primeras relaciones y puede exigir una terapia para superar el miedo a la penetración.

Además, al contrario de lo que afirman muchos médicos, no son más fáciles de sanar que los desgarros naturales. Esto se debe a que los desgarros siguen las líneas de tensión del cuerpo, mientras que la episiotomía, en cambio, es un corte «antinatural» que puede afectar alguna rama de un nervio y seguir causando dolor mucho tiempo después, sobre todo en forma de pinchazos intermitentes y durante las relaciones sexuales. La incisión, incluso, genera mayores hemorragias.

Las consecuencias negativas de la episiotomía pueden ir incluso más allá. Las mujeres que se someten a una episiotomía tardan varios días en poder sentarse cómodamente, lo cual puede afectar a la lactancia: si la madre no está en una buena postura, el bebé puede estar también incómodo y lastimar el pezón en su afán de acomodarse.

Entonces, ¿qué hacer?

Conviene prestar atención a los datos científicos. Una investigación liderada por la doctora Katherine Hartmann, de la Universidad de Carolina del Norte (EE. UU.) -publicada por The Journal of the American Medical Association en 2005-, repasó los estudios realizados hasta ese momento y concluyó que este procedimiento no ayuda a pacientes rutinarios, sino solamente a casos de necesidad, como los citados más arriba.

Las últimas tendencias recomiendan reservar la episiotomía para casos extremos, en los cuales, además, conviene retrasarla lo más posible: efectuar un pequeño corte cuando la cabeza del bebé ya está saliendo. Esto garantiza que el corte afectará sobre todo la piel, y prácticamente no dañará el músculo.

Un par de recomendaciones:

  • La primera: la postura constituye un dato importante, ya que la parturienta que está acostada boca arriba tiene muchas más posibilidades de sufrir un desgarro que si está en cuclillas o en cuatro patas.
  • La segunda (fundamental): paciencia. Siempre que el parto no presente complicaciones y se pueda esperar, conviene dejar pasar el tiempo para que la naturaleza haga lo suyo y la dilatación sea la máxima posible. En el momento de la salida del bebé, la matrona puede proteger el periné con la mano o con una compresa empapada en suero caliente, para evitar que sufra desgarros.

La Organización Mundial de la Salud y todos los protocolos actuales del Ministerio de Sanidad y de las sociedades de ginecología y obstetricia recomiendan limitar el uso de la episiotomía al mínimo imprescindible. «Después de años de práctica rutinaria es necesario un cambio profundo que involucre por completo a nuestra cultura, a nuestra sociedad», afirma el especialista español Jesús Sanz Sánchez. «Las investigaciones y las directrices parecen ser insuficientes y la episiotomía sigue siendo rutinaria en muchos países. El conflicto entre la asistencia natural al parto y la tecnología está aumentando la necesidad de evaluar nuestras prácticas rutinarias; hay que buscar el equilibrio entre una asistencia centrada en la mujer con la necesidad de intervenciones para garantizar la seguridad de la madre y los bebés».

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