No hay un número exacto de consultas prenatales necesarias, pero hay consenso acerca de que entre 7 y 10 visitas al médico son las indicadas para un embarazo normal. La recomendación es que se realicen cada mes o mes y medio durante los primeros meses de gestación, mientras que con mayor frecuencia a medida que se acerca la fecha del parto. Este artículo explica la importancia de los controles clínicos durante el embarazo, los consejos de la Organización Mundial de la Salud al respecto, los estudios analíticos necesarios durante la gestación y el valor de la consulta preconcepcional.
La importancia de los controles clínicos durante el embarazo
Muchas personas tienden a sobreproteger a las gestantes. Y en estas situaciones, ellas con frecuencia responden: «Estoy embarazada, no enferma». Y así es. El embarazo es un proceso natural, fisiológico, que hay que tratar de «vivir con satisfacción y expectativas positivas de cambio», tal y como afirma la Asociación Española de Pediatría (AEP). Pero, por supuesto, es una etapa especial, que hay que seguir con atención desde el punto de vista médico para atender a todas las eventuales complicaciones que se puedan presentar.
¿Cuántos controles clínicos es recomendable efectuar durante el embarazo? No hay una única respuesta válida para esta pregunta. Según los protocolos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), «la frecuencia de las consultas prenatales sucesivas está determinada por las necesidades individuales de cada mujer y la previsión de posibles factores de riesgo asociados«. Por ello, el organismo aconseja «un cierto grado de flexibilidad».
El mismo documento recoge después que existe un acuerdo generalizado de que entre 7 y 10 consultas prenatales se acompaña de mejores resultados perinatales en una gestación normal. Por el contrario, si se realizan menos de cinco o seis visitas, los expertos coinciden en que es difícil considerar que un embarazo está bien controlado.
Durante casi todo el proceso -hasta la semana 36- la frecuencia recomendada para las visitas al médico es cada 4-6 semanas. El parto a partir de la semana 37 ya se considera a término, por lo que se aconseja una consulta semanal o, a lo sumo, cada dos semanas. A la altura de la semana 40, la SEGO sugiere entre 1 y 3 visitas semanales al doctor. Y si el parto no se produce, el profesional debe «ofrecer a la gestante con un curso gestacional normal la finalización electiva de su embarazo en la semana 41».
Ocho controles durante el embarazo, el mínimo recomendado por la OMS
Hace algunos meses, la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso el foco en este asunto, ya que, según sus datos, solo el 64% de las mujeres en el mundo recibe cuatro o más controles clínicos durante su gestación. La recomendación del organismo es que haya un mínimo de ocho controles durante el embarazo: el primero antes de la semana 12 (la SEGO apunta que lo idóneo es que sea dentro de las primeras 10 semanas) y, luego, en las semanas 20, 26, 30, 34, 36, 38 y 40. Si bien en los países desarrollados los objetivos en general se cumplen, estos números resultan un buen parámetro.
Según las cifras de la OMS, en 2015 murieron 303.000 mujeres por causas relacionadas con el embarazo, mientras que 2,6 millones de niños nacieron muertos o fallecieron durante el parto y otros 2,7 millones perecieron antes de sus primeras cuatro semanas de vida. Está comprobado que una mayor cantidad de controles clínicos ayudarían a reducir esas cifras, no solo por la posibilidad de detectar problemas o enfermedades, sino también porque las consultas deben incluir información sobre la correcta alimentación y nutrición durante la gestación, recomendaciones sobre planificación familiar y apoyo para mujeres que han sido víctimas de violencia de género.
Estudios analíticos durante el embarazo
Las consultas con el médico durante el embarazo incorporan algunos controles de rutina, como el peso, la tensión arterial y las proteínas presentes en la orina. El especialista también vigila la posición del feto, mide la altura uterina, escucha los latidos del corazón fetal y, por medio de una exploración abdominal y de preguntas a la mujer, se asegura de que en general todo marche bien o si existe algún inconveniente.
Además, en el primer trimestre se efectúan estudios analíticos para conocer el grupo sanguíneo de la mujer y detectar si existen infecciones o enfermedades infecciosas, como toxoplasmosis, rubéola, hepatitis B o C, sífilis o VIH.
Durante el segundo semestre se realiza el llamado test de O’Sullivan, que detecta los niveles elevados de glucosa en la sangre, lo cual podría ser un síntoma de diabetes gestacional; si los resultados son positivos, hace falta luego una curva de glucemia para confirmarlo. También se lleva a cabo un hemograma y, si la sangre de la mujer es de tipo Rh negativo, se debe comprobar que la sangre de la madre no sea incompatible con la del feto, así como que esta no produzca anticuerpos en la mujer.
En el final del embarazo, en la semana 35 o 36, se hace un cultivo del fluido vaginal y rectal, con el objetivo de determinar si la madre es portadora de una bacteria llamada Streptococcus del grupo B. Si el resultado es positivo -ocurre en alrededor de uno de cada cuatro casos- se administra un antibiótico, con el fin de evitar que el bebé se contagie durante el parto.
Además de los controles clínicos durante el embarazo, existe una forma de prevención primaria que consiste en la consulta preconcepcional, es decir, antes de que la fecundación se produzca. Los protocolos de la SEGO apuntan que esta visita debería “formar parte de la asistencia prenatal de todas las mujeres, independientemente de su estado de salud“, aunque adquiere mucha mayor relevancia en el caso de mujeres de edad avanzada o que padecen enfermedades graves o crónicas.
La consulta preconcepcional -que debe tener lugar dentro del año previo al comienzo de la gestación– ofrece posibilidades de mejorar la salud de la mujer y el resultado de su embarazo que ya no existen cuando se realiza la primera consulta prenatal, “por muy precoz que esta sea”, explica la SEGO. Esto se debe a que la organogénesis, es decir, el proceso de formación de los órganos del feto, ocurre en las primeras diez semanas de gestación, que a menudo es antes de que la mujer sepa que está embarazada o que acuda a la primera consulta prenatal.
Por otra parte, las acciones que se llevan a cabo en el periodo preconcepcional (exploración ginecológica y mamaria, análisis de grupo sanguíneo y factor Rh, prueba de glucemia, etc.) evitan su repetición en la primera consulta prenatal.