El cambio que el nacimiento de un hijo representa en la vida de una persona se expresa en múltiples facetas. Se habla mucho de los más significativos, pero hay numerosas transformaciones más pequeñas, de la vida cotidiana, que también tienen su peso cuando se atraviesa esta etapa. Este artículo reseña ocho detalles que no vuelven a ser los mismos, desde la coquetería y la decoración del hogar hasta nuevos hábitos en cuanto a la alimentación, la vida social, las relaciones sexuales y la forma en que se valoran los pequeños placeres del día a día.
Cambios en la vida cotidiana tras la llegada del bebé
El nacimiento de un hijo marca un antes y un después en la vida de una persona, sobre todo para la mujer; muchos aspectos de su vida cambian desde que se convierte en madre. Algunos son trascendentales: los proyectos, los objetivos, la forma de ver el mundo, etc. Es normal oír a personas que han tenido niños decir que, a partir de ese momento, ellos mismos dejan de ser la prioridad: pasan a serlo sus pequeños.
«Hay que tomar conciencia de que ser padres no es una tarea fácil», destacan en un artículo María Victoria Hidalgo y Susana Menéndez, expertas en psicología de las universidades de Sevilla y Huelva, respectivamente. «El proceso de transición a la maternidad y la paternidad -agregan- supone un momento de cambios y cierta vulnerabilidad para la mayoría de los individuos y familias».
Pero más allá de los cambios más importantes, hay otros mucho más simples: cuestiones del día a día en las que se piensa poco antes de la maternidad, pero que están allí presentes y forman parte de la nueva vida que toca vivir. A continuación se enumeran ocho de esos detalles cotidianos que no son iguales después de la llegada de un bebé.
1. Otras reglas para la coquetería
Las personas que antes de tener hijos dedicaban largos ratos al cuidado de su aspecto exterior, en general tienen que resignarse a las nuevas reglas de juego que el pequeño trae bajo el brazo. Y tales reglas indican que ese tiempo se reduce al mínimo.
Esto no quiere decir que todas las madres pasen a ser de ese estereotipo de mujer desesperada, despeinada, que vive en pijama y lleva varios días sin ducharse. Pero sí que, como afirma Cecilia Jan, autora del libro ‘Cosas que nadie te contó antes de tener un hijo’ (Ed. Planeta, 2014), es frecuente dejar de llevar ropa interior bonita, bisutería o joyas, pintarse las uñas (aunque con esto también tiene que ver la precaución de que los niños no vayan a intoxicarse), etc.
En todo caso, como tantas otras, esta es una cuestión de aprendizaje: sacar el mayor partido posible al poco tiempo y las posibilidades con que se cuente.
2. Una decoración distinta para el hogar
Así como cambia el aspecto propio, también el de la casa se modifica. En principio, hay que acostumbrarse al desorden: será el paisaje más frecuente cuando el bebé requiera toda la atención y apenas queden algunas horas para dormir y resolver otros asuntos imprescindibles.
Cuando el niño, con unos pocos meses de edad, comienza a gatear y obtiene cierta autonomía, también hay que alterar el panorama. Por un lado, se debe quitar de su alcance todos los objetos pequeños que podría llevarse a la boca. Esto no se reduce solo a adornos, sino también a pomos de puertas, utensilios u otros elementos.
Y, por otra parte, es fundamental adaptar los muebles y los espacios para hacer de la vivienda un sitio seguro para el bebé. Para ello, cubrir los bordes rectos y puntas de los muebles y delimitar un área sin peligro para los movimientos del niño son algunas de las claves.
3. La agenda, más apretada
Después de las primeras semanas tras el parto, durante las cuales el bebé exige atención completa y exclusiva, la mujer poco a poco comienza a tener algo más de tiempo para sus asuntos. La vida social durante la maternidad es posible, pero diferente. Hay menos tiempo, primero y principal, y luego hay que tener presentes los horarios del niño, los lugares adonde se puede ir con él, personas con quienes dejarle en algunos casos, etc. Tal como explica Diana Sánchez, presidenta de la Asociación Española de Psicología Perinatal, «la forma y los tiempos de recuperar la vida social dependen mucho de la edad de los hijos, de su carácter y del apoyo social o familiar del que se disponga».
4. Ya no lees en el cuarto del baño
Leer en el cuarto de baño, tanto si el soporte son libros o revistas como la pantalla del móvil, es una costumbre muy arraigada en muchas personas. Pero cuando llega un bebé, todo es más difícil, incluso estar sola. Si el niño no puede quedarse con nadie fuera del servicio durante los minutos que la madre esté dentro, deberá entrar con ella. Y así es más complicado relajarse para disfrutar de la lectura.
5. El sexo, con limitaciones
Con la llegada de un bebé, las relaciones sexuales quedan un poco limitadas. Ya no pueden ser, como cuando la pareja está sola, en cualquier momento y cualquier lugar de la casa. La necesidad de estar pendiente del niño la mayor parte del tiempo y del cansancio y los cambios hormonales imponen sus normas durante los primeros meses y, luego, se van hallando alternativas. A menudo se recurre al llamado sexo «ninja», la simpática forma en que se llama a las relaciones silenciosas y a oscuras cuando los hijos están en casa. Hay parejas que incluso lo viven como algo excitante, porque se sienten como adolescentes que se esconden de sus padres.
6. La dieta se modifica
Estos pequeños cambios en la dieta se producen en varios sentidos. Por un lado, el paladar se familiariza con los potitos, las papillas y otros alimentos aptos para los bebés. Por otro, comer sobras de comida se convierte en una costumbre. Luego, cuando pasa un poco el tiempo, muchas madres también se atreven con chuches y golosinas, de las cuales a menudo los niños vuelven cargados de cumpleaños y otros festejos.
7. Dejas de ser tú y pasas a ser la mamá de tu hijo
Este es un proceso que se da de un modo tan natural que es casi imperceptible. Después de que el pequeño empieza la guardería o el colegio, llega un momento en que una persona ya no se presenta por su nombre sino como «la mamá de Santi» o «el papá de Pablito».
8. Los placeres cotidianos adquieren otro valor
Actividades tan sencillas como darse una ducha sin prisa, sentarse diez minutos a tomar una infusión, ver una película completa del tirón o simplemente estar un rato en silencio se transforman en verdaderos lujos. Se aprecian mucho más.
Hay que recordar que es importante dedicar tiempo a uno mismo y que, llegado el caso, hay que «obligarse» a tener momentos libres para distraerse y cargar pilas, tal y como recomienda Mia Redrik, autora del libro ‘Time for Mom-me’ (un juego de palabras que mezcla las frases «tiempo para mamá» y «tiempo para mí»).