Elegir el lugar de la casa más adecuado para que duerma el bebé es un asunto que, casi siempre, suscita polémica. Hay quienes opinan que los niños deben dormir desde el comienzo en su propia habitación. Y hay quienes defienden exactamente lo contrario: lo ideal -sostienen- es que duerman en la habitación de los padres todo el tiempo posible. Entre una postura y la otra, existen varios matices: hacer el cambio a la segunda semana, al tercer mes, un poco antes de que empiecen a andar… Las recetas y consejos abundan, tanto como los amigos y familiares ansiosos por compartir opiniones y experiencia. Nunca falta alguien cercano que aplauda, cuestione o repruebe el ‘modus operandi’ de los padres que, ante tantas sugerencias, se cuestionan qué hacer.
Comodidad y tranquilidad
Lo primero a tener en cuenta -y, prácticamente, lo único- es que en esta cuestión no hay reglas. Da igual lo que opinen los abuelos, los amigos o el vecino: aquí lo único que importa es que los padres elijan la opción que les haga sentir más cómodos. Para algunos, la comodidad puede consistir en recuperar la intimidad de la pareja cuanto antes, mientras que para otros puede significar no tener que levantarse y recorrer toda la casa cada noche.
Dicho esto, hay algunos aspectos a tener en cuenta para sopesar qué es ‘mejor’:
- Durante las noches, sobre todo al principio, los bebés se despiertan con frecuencia en busca de alimento. Muchas madres encuentran más práctico tenerlos en la misma habitación para amamantarlos y seguir durmiendo sin desvelarse.
- Esto explica que, habitualmente, se recomiende el cambio de habitación cuando el bebé comienza a dormir toda la noche de un tirón; es decir, cuando se empieza a saltar las tomas nocturnas.
- El contacto físico y la proximidad favorecen la lactancia materna y la vinculación afectiva con el bebé. Por ello se suele recomendar que la madre descanse a ratos junto a su hijo, bien sea por la noche, por la mañana o por las tardes.
- Una práctica bastante extendida consiste en que el bebé duerma en su propia habitación por la noche, y que, tras la primera toma del día, continúe descansando junto a su madre en el dormitorio principal.
- Una de las inquietudes fundamentales de los padres pasa por saber si el bebé estará durmiendo bien, si no se habrá desabrigado o caído de la cuna. Esta preocupación, que a veces lleva a despertarse para comprobar que todo esté en su sitio, es absolutamente normal en las primeras semanas.
- Si resulta muy farragoso desplazarse hasta otra habitación para ver que todo está bien, quizás convenga mantener al bebé un poco más en el dormitorio de los padres.
- Aunque cueste, es necesario erradicar el miedo a no oír al bebé cuando llora. Por muy profundo que tenga el sueño (y por más que el niño esté en otra habitación), es difícil que un adulto que se acuesta sabiendo que es el responsable de un bebé no le oiga llorar. Los interfonos ayudan notablemente a paliar este temor y descansar más tranquilos.
- La estación del año y la distribución de la casa también son cosas a tener en cuenta. No es lo mismo desplazarse a una habitación contigua que hacerlo a la otra punta de la vivienda. Y, desde luego, el trayecto no es igual de agradable en verano que en invierno.
- Para mantener al bebé en la habitación de la pareja es importante que haya espacio suficiente para ello. La comodidad y el derecho a un buen descanso de los padres no puede imponerse a las necesidades de espacio y confort del bebé. Si no hay espacio para colocar su cuna o su moisés, es mejor que duerma en su propia habitación.
- En cualquier caso, lo que se desaconseja de manera generalizada es que el bebé duerma por las noches en la misma cama de los padres. Al margen de las consideraciones psicológicas, durante el sueño más profundo existe el riesgo de golpearle o de aplastarle sin querer.