Pasar alguna noche en vela, intentando calmar a un bebé que llora, es inevitable para cualquiera que viva la experiencia de ser madre o padre. Pero, cuando el llanto es excesivo, ¿qué se puede hacer? Existen diferentes procedimientos: por un lado, el método Estivill o dejar llorar al bebé hasta que se duerma y, por otro, las técnicas que defienden calmar al bebé. Ambas corrientes, que se explican a continuación, cuentan con defensores y detractores. En cualquier caso, es conveniente tener en cuenta una serie de consejos que se detallan también en este artículo, con el fin de afrontar los momentos más difíciles durante esas noches en las que el bebé no para de llorar.
El bebé necesita llorar, ya que el lloro es una de las pocas formas que tiene de expresarse. Esto explica que no sea extraño que el recién nacido rompa a llorar durante la noche y le cueste dejar de hacerlo. Y, entonces, ¿qué hacer? Existen diferentes técnicas y especialistas que tratan de dar respuesta a esta pregunta. Sus métodos, sin embargo, son a veces contradictorios. Aunque, en lo que sí parecen coincidir es en que la clave para que el bebé deje de llorar por la noche es la constancia.
Método Estivill, o dejar llorar al bebé para que se duerma
El método Estivill, que sostiene que se debe dejar llorar al bebé, cuenta también con detractores
El más conocido de los métodos que se basan en dejar llorar al bebé es el creado por el pediatra estadounidense Richard Ferber. En España se conoce como método Estivill, ya que fue difundido por el médico catalán Eduard Estivill.
Esta técnica, no exenta de polémica y fuertes detractores, consiste en lo siguiente: tras los rituales previos al sueño, los adultos dejan al bebé en su cuna y salen del cuarto. Aunque el bebé llore, no deben volver a entrar durante determinado lapso de tiempo, dice el método Estivill. En principio estos intervalos, recomienda, deben ser de tres minutos.
Cuando regresan a la habitación, no deben coger al niño en brazos, señala este método: solo calmarle por medio de caricias y susurros, tras los cuales saldrán otra vez del cuarto. En esta ocasión deben dejar pasar un lapso mayor para volver a entrar: cinco minutos. Y repetir la secuencia. El siguiente periodo de espera deberá ser de diez minutos.
Los detractores de la técnica (en Twitter bajo en hashtag #desmontandoaEstivill) suelen apuntar que se trata de un método duro, ya que exige dejar llorar al bebé sin calmarle. Afirman, asimismo, que puede generar determinadas sensaciones de desconsuelo en el bebé.
Por el contrario, quienes la apoyan señalan suele dar resultados favorables en poco tiempo. En todo caso, para aliviar el método, se pueden emplear plazos más cortos e, incluso, no utilizarlo todas las noches.
Técnicas que defienden calmar al bebé
Otros especialistas defienden que hay que frenar el llanto del niño antes de dormir
No todos comparten los métodos de Ferber y Estivill. En el lado opuesto, están los especialistas que recomiendan calmar al bebé y frenar su llanto para que el pequeño duerma tranquilo.
Algunos, incluso, defienden que, para lograrlo, es beneficioso compartir cama con el bebé. De esta manera, aseguran expertos como el pediatra William Sears -un referente de estas técnicas en Estados Unidos- el niño se siente protegido. Este método evita a los padres salir de la cama cada vez que el bebé se despierta aunque, por otro lado, obliga a compartir el lecho con la criatura.
Hay otras técnicas que defienden las bondades de calmar el llanto del niño. Así, dentro de esta corriente, existen variantes que sostienen que el bebé debe dormir en su propio espacio (es decir, en su cuna); aunque un mayor le atienda cuando se despierte y llore. Ello incluye cogerle en brazos.
¿Dejar llorar o calmar al niño durante la noche?
Los partidarios de cada corriente critican a la contraria. Quienes se oponen a los métodos de Ferber y Estivill señalan que estos deterioran la confianza del pequeño en sus padres y le convierte en una persona más insegura. Por su parte, los seguidores de Estivill sostienen que acudir a la habitación en cada reclamo contribuye a hacerle demasiado dependiente.
Al parecer, más allá de las diferencias, la clave está en la constancia: todas las técnicas son eficaces. Es la conclusión del análisis de 52 estudios científicos realizado por la revista especializada Sleep, en 2006. En definitiva: no hay verdades absolutas y la mayoría de las técnicas funcionan si se persevera en ellas. Cuál es la mejor dependerá de cada bebé y, como no, de sus padres.
No hay recetas infalibles para lograr que un bebé deje de llorar, pero sí que existen una serie de consejos para afrontar los momentos más difíciles durante esas noches en que uno se cae de sueño, pero el bebé está empeñado en no parar de berrear.
Contar con la pareja. Siempre que sean dos quienes puedan ocuparse de cuidar al bebé, la ayuda mutua es fundamental. Lo idóneo es establecer turnos en función de las posibilidades de cada uno. Pero también estar atentos al estrés de la pareja y relevarse antes de que se encuentre cerca de la desesperación.
Cambiar de posición al bebé. Es posible que al pequeño le agrade una determinada postura y que eso le calme.
Envolverle con una mantita. Sobre todo durante sus primeras semanas de vida, la sensación de estar arropados resulta a los bebés muy placentera.
Encender algún aparato. A menudo, los niños se calman al escuchar un ruido constante, como los de un secador de pelo, una aspiradora, ciertos tipos de música, etc.
Tratar de descansar. Pese a que puede ser muy difícil, después de un rato de intentar calmar al bebé y no lograrlo, puede ser necesario dejarlo llorar durante unos minutos, respirar profundamente, tratar de relajarse y, después de unos minutos, volver a intentarlo.
Los motivos del llanto se pueden reunir en dos grandes grupos:
Manifestar una necesidad. Puede ser que sienta hambre, frío, calor, ganas de que le cojan en brazos.
Los cólicos de lactante. Esta es una denominación que se utiliza para referirse a las ocasiones en que los recién nacidos lloran, pese a que no tienen ninguna necesidad insatisfecha. Muchas veces los bebés han comido lo suficiente, están arropados, en brazos de alguien, etc. y siguen llorando.
Se han buscado explicaciones para este comportamiento y, si bien en ciertos casos existen cuestiones físicas (gases o pequeños calambres) que causan malestar a la criatura, los especialistas coinciden en que los orígenes de estos cólicos son emocionales: el bebé está estresado y necesita liberar su tensión.
Los cólicos se producen, sobre todo, durante el segundo mes de vida y varían entre cada niño. Algunos los padecen mucho y otros, muy poco. En cualquier caso, distinguir el cólico de lactante ayuda para luchar contra su frustración. Su llanto no es una queja ni una crítica sino, solo, una necesidad.