Muchos expertos recomiendan evitar dar el biberón a bebés que se alimentan con leche materna. Pero si se recurre a este utensilio, el consejo es aplicar el llamado método Kassing, una técnica sencilla que permite recrear algunas de las características que experimenta el niño al tomar el pecho. De este modo, no se perjudica la lactancia materna. Este artículo enumera algunos de los problemas que el biberón ocasiona en la lactancia, explica cómo aplicar el método Kassing -llamado también biberón con ritmo controlado- y enfatiza el hecho de que, si hay que dar un suplemento de leche, lo más aconsejable es que sea materna, y no de fórmula.
El biberón y sus problemas para la lactancia
Durante la lactancia materna, el biberón casi siempre representa un problema. Están las cuestiones más evidentes, como el hecho de que facilita la contaminación bacteriana y que puede ser un factor de riesgo de diversas enfermedades. Pero también hay otros inconvenientes más difíciles de advertir, como el llamado «síndrome de confusión de pezón«, que hace que el bebé pretenda tomar el pecho igual que el biberón y, en muchos casos, acabe con un abandono prematuro de la lactancia.
Sin embargo, en ocasiones hace falta dar al niño un suplemento, que puede ser de la propia leche materna extraída o bien de fórmula. Esta necesidad puede deberse a distintas causas: separación entre el bebé y su madre (por horarios labores, un ingreso hospitalario, etc.), dificultades en la lactancia (el pequeño no succiona bien, no agarra el pecho, etc.), una pérdida de peso del bebé mayor a la normal después del parto…
Los expertos en lactancia recomiendan que tales suplementos, siempre que sea posible, se administren a través de recipientes como cucharas, tazas, vasos, jeringas u otros. Cualquiera de estos recursos es más aconsejado que el biberón. Pero si pese a ello hay que dar el biberón, la técnica más recomendada es la del biberón con ritmo controlado, más conocida como método Kassing.
Cómo aplicar el método Kassing
Este método recibe su nombre de Dee Kassing, una asesora de lactancia estadounidense. Su artículo ‘Bottle-Feeding as a Tool to Reinforce Breastfeeding‘ («La alimentación con biberón como una herramienta para reforzar la lactancia materna»), publicado en 2002 en una revista especializada, fue el punto de partida para la difusión de esta técnica, que busca recrear las condiciones de esfuerzo, estimulación y enganche que experimenta el bebé al tomar la teta. De ese modo se reducen las posibilidades de que el pequeño se confunda cuando se reencuentre con el pecho de su madre.
Alba Padró, de la asociación Alba Lactancia Materna, resume las características del método Kassing.
Un primer elemento importante que se debe tener en cuenta es la tetina. Se deben evitar las tetinas llamadas anatómicas. La tetina tiene que ser «de las clásicas, es decir, de las redondas por todos lados«. Hay que procurar que sea de flujo lento, de base estrecha, blanda y de unos dos centímetros de largo, para estimular la zona de la unión entre el paladar blando y el duro, conocida como «punto S».
Otro factor fundamental es la postura al dar el biberón. El bebé tiene que estar sentado, erguido, con el torso lo más vertical posible. Es decir, pese a que se intenten reproducir las condiciones de la lactancia materna, la posición del niño tiene que ser diferente a la que adopta para tomar el pecho. El biberón, por su parte, tiene que colocarse en la posición lo más horizontal posible, para de esa forma reducir el efecto de la gravedad. El objetivo es que obtener el alimento demande al pequeño un esfuerzo parecido al que tiene que hacer cuando amamanta y que sea él quien controle la velocidad y la cantidad.
Padró también indica que se debe dejar que el bebé realice unas cinco o seis succiones y luego quitar la tetina de la boca. Después hay que tocar con los dedos las mejillas, la nariz y los labios del niño, para estimular el reflejo de búsqueda, y cuando la boca esté abierta introducir en ella la tetina entera. El proceso se ha de repetir a demanda hasta que el pequeño no quiera más o se duerma.
Si se respetan estos criterios, tomar el biberón no será para el niño tan distinto de tomar la teta, porque, al volver al pecho materno, habrá menos dificultades tanto para él como para la madre.
Suplementos, mejor de leche materna
Por supuesto, los especialistas en lactancia recomiendan que, cuando sean necesarios estos suplementos -con biberón u otras herramientas-, siempre se procure que sean de la propia leche materna y no de fórmulas. La leche materna es el mejor alimento que existe para el niño, además del más económico.
Y además, como explica el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP), la leche materna «tiene propiedades antibacterianas que permiten su almacenamiento por periodos prolongados de tiempo, en determinadas condiciones». Sin refrigerar, la leche materna mantiene sus condiciones entre 4 y 24 horas, según la temperatura ambiente (si esta es superior a 30 ºC, la leche dura como máximo unas cuatro horas; en un clima de 15 ºC o menos, hasta 24). En el frigorífico, con una temperatura de entre 0 y 4 ºC, es útil hasta ocho días. Y en un congelador con puerta propia (es decir, que no se abre cada vez que se abre la nevera) la leche se puede conservar entre tes y cuatro meses sin inconvenientes.
Otro de los beneficios de la extracción -que se puede efectuar de forma tanto manual como mecánica- es que estimula la subida de leche. Además, tener leche congelada puede ser valioso para casos en que, de manera inesperada, la madre no pueda dar el pecho a su bebé. En cualquier caso, la AEP recomienda congelar la leche lo antes posible después de extraída, ya que el paso del tiempo hace que las defensas que contiene se gasten. En primer término hay que enfriar la leche, introduciéndola en un recipiente con agua fría, y, luego, guardarla en el congelador.