La inteligencia del niño comienza a desarrollarse a partir del nacimiento. La succión y llevarse objetos a la boca son movimientos que enseñan al recién nacido a aprender. Más tarde, repeticiones y garabatos son claves para adquirir conocimientos. Y, a medida que el pequeño crece, también lo hace la importancia de los juegos en el desarrollo del entendimiento. Existen, además de diferentes etapas por edades que se explican a continuación, algunos consejos para estimular la inteligencia de los niños.
La inteligencia es la capacidad de entender, asimilar y elaborar la información
El desarrollo de la inteligencia comienza con el nacimiento del bebé y se manifiesta a través de su conducta, que cambia con la edad. Existen distintas etapas en la construcción del intelecto del niño, que el psicólogo y biólogo suizo Jean Piaget dividió en cuatro: sensomotriz (hasta los dos años), pensamiento preoperatorio (hasta los seis), operatorio (hasta los doce) y la fase de entendimiento formal, a partir de los 12 años.
En cualquier caso, al hablar de inteligencia infantil no se debe pensar solo en el cociente intelectual, sino de un modo más amplio: la capacidad de entender, asimilar y elaborar la información y poder usarla para resolver problemas. El tacto en los recién nacidos y los garabatos en los bebés así como el juego son aspectos esenciales que los padres deben estimular para potenciar el normal desarrollo del razonamiento del niño.
Movimientos que enseñan al recién nacido a aprender
La experimentación permite al bebé aprender que objetos y demás personas son ajenos a ellos mismos
Hasta los dos años de edad (periodo sensomotriz), la inteligencia se expresa en las distintas formas por las cuales los niños afrontan dificultades o resuelven sus problemas. En este sentido, influye, también, su desarrollo psicomotor, que les permite realizar acciones. Es el caso del reflejo de succión -fundamental, ya que les permite alimentarse-, el movimiento de llevarse objetos a la boca o aprender a hacer presión con los dedos, para sostener cosas. «El desarrollo psicomotor de los niños y niñas les proporciona las herramientas necesarias para experimentar y explorar el mundo que los rodea», señala la Organización Mundial de la Salud, en un artículo sobre el desarrollo de la inteligencia humana.
El entendimiento depende no solo de la edad y la maduración de los pequeños sino, también, de otros factores como la estimulación, la nutrición y el entorno en el que se crían. Durante sus primeros meses de vida, los recién nacidos no tienen consciencia del paso del tiempo: para ellos no hay más que un constante presente y solo existe el mundo que pueden percibir a través de los sentidos.
Repeticiones y garabatos: claves para aprender a entender
Tras el primer semestre, los bebés empiezan a realizar acciones repetitivas. Es lo que se llama juego funcional: toman un objeto y lo dejan caer de un modo reiterado. También dicen sus primeras palabras, que consisten en repetir sonidos: papá, mamá, nene, tata.
Cuando el niño tiene alrededor de 18 meses, le empieza a gustar hacer garabatos: con lápices, crayones o cualquier otro elemento que sirva para dibujar. No lo hace, desde luego, con el fin de representar nada, sino que juega con la sensación de movimiento y el efecto que produce sobre el papel. Lo hace con cualquier mano y tomando los lápices de cualquier manera.
La importancia de los juegos en el desarrollo del entendimiento
Poco a poco, los juegos cobran importancia en la vida del niño. Y es que divertirse es fundamental para el desarrollo del pensamiento. El esparcimiento infantil también atraviesa distintas etapas. La primera, la del juego solitario. «Esta etapa se caracteriza por la necesidad que tienen los infantes de manipular y experimentar todo de su entorno», dice la OMS: música para bailar, objetos que buscar, esconder y desarmar; así como movimientos que imitar que ayudan a explorar el cuerpo.
A partir de los tres años aparece el llamado juego paralelo: el niño comparte espacio con sus compañeros pero no interactúa con ellos. Hace preguntas que responde él mismo y su esparcimiento carece de reglas. En esta etapa también aparece el denominado dibujo con nombre: el pequeño dice qué ha dibujado, aunque, por supuesto, su obra no se parece en nada a lo que el niño dice. Lo importante de esta fase, afirma la OMS, es que «existe una intencionalidad en el dibujo y que el niño lo describe verbalmente». Contar lo que plasma en el papel refuerza su capacidad de simbolizar.
Un poco después, en torno a los cuatro años, el juego comienza a ser más socializado. Niños y niñas ya interactúan entre sí y reina la fantasía. Se inventan roles, historias, personajes y, poco a poco, adquieren la capacidad de respetar las normas para los juegos grupales.
La estimulación en los primeros años de la vida del niño es fundamental para el desarrollo de su inteligencia. Para ello, la Organización Mundial de la Salud cita una serie de recomendaciones.
El cariño, el lenguaje y el juego son los elementos más importantes para el desarrollo de la mente de los niños. Sobre todo, que los padres dediquen tiempo a estar con ellos y les presten toda su atención.
Los pequeños aprenden con la práctica y la experimentación. Tienen que contar con la libertad para explorar y jugar.
Lejos de ser algo superficial, el esparcimiento es un aspecto esencial en el crecimiento. Favorece el desarrollo mental, físico y social de los niños, incita su curiosidad y provoca su espíritu de investigación. Y no solo los juegos que consistan en resolver problemas (como los puzles o la magia) sino, también, los espontáneos que los niños se inventan.
Cantar canciones, acompañarlas con aplausos o movimientos del cuerpo, dibujar, leerles o contarles cuentos, etc. son actividades que les motivan mucho.