Los frutos secos son un alimento muy nutritivo, pero que para los bebés y niños pequeños implica algunos riesgos de importancia. Por un lado, está la posibilidad de que se conviertan en un cuerpo extraño en sus vías respiratorias. Y, por el otro, el riesgo de las alergias, dado que los frutos secos son uno de los alimentos que más las producen en los menores. En este artículo se brindan detalles sobre la relación entre los frutos secos y el riesgo de accidentes, a partir de cuándo se aconseja dar frutos secos a los niños, cómo actuar ante el riesgo de alergia y, en caso de que esta exista, la importancia de leer las etiquetas de los productos.
Los frutos secos y el riesgo de accidentes
Los frutos secos son un alimento muy valioso. Proporcionan una buena cantidad de proteínas, grasas insaturadas, vitaminas, minerales, fibra y fitoquímicos. Por eso, en general, los nutricionistas recomiendan su inclusión en la dieta, tanto en adultos como en niños. Pero hay que tener cuidado. Los frutos secos entrañan algunos peligros para los más pequeños, y en particular para los bebés. Los motivos son dos: en primer lugar, el riesgo de atragantamiento; y segundo, la posibilidad de una alergia.
La incidencia de cuerpos extraños en las vías aéreas de los niños es elevada: 1,9 casos por cada 1.000 menores. Sin embargo, «si hay un accidente fácilmente evitable, es este», afirmaba un equipo de pediatras del Hospital General de Teruel en una nota publicada hace años en la revista especializada Anales Españoles de Pediatría. Por eso, estos especialistas inferían que «muchos padres y familiares hacen caso omiso a las recomendaciones», puesto que estas situaciones son resultado de la «inconsciencia familiar en todos los casos e, incluso, negligencia en el cuidado debido a los niños más pequeños y vulnerables».
De acuerdo con los protocolos de urgencias de la Asociación Española de Pediatría (AEP), el 40% de las muertes accidentales en menores de un año se deben al ahogamiento causado por un cuerpo extraño. Del total de casos de cuerpos extraños en la vía respiratoria, entre el 60% y 80% de los casos corresponden a vegetales, la mitad de los cuales son frutos secos, sobre todo cacahuetes. Estas cifras hablan de la magnitud del problema.
A partir de cuándo dar frutos secos a los niños
Son varios los motivos por los cuales los frutos secos (pipas, maíz tostado, cacahuetes, avellanas, nueces, etc.) son tan propensos a causar atragantamientos. Por un lado, las muelas de los niños no tienen todavía la capacidad de triturar de manera adecuada esos productos. Por otro, las propias distracciones y comportamientos normales de los pequeños les sitúan en una situación de mayor riesgo.
Debido a eso, documentos como la ‘Guía para padres sobre la prevención de lesiones no intencionadas en la edad infantil‘, editada por la AEP, destaca la importancia de enseñar a los niños a «no jugar ni reír mientras se come», así como a «evitar que llore o hable con comida en la boca». Además de los frutos secos, desaconseja darles caramelos duros, chicles y alimentos que contengan hueso, como las aceitunas.
¿A partir de cuándo entonces se pueden ofrecer frutos secos a los niños? No hay una edad exacta. Algunos textos hablan de esperar al menos hasta los tres años de edad, otros hasta los cuatro o cino.
En cualquier caso, si se desea darle frutos secos en esas edades, una opción es triturarlos, como sugiere la guía de ‘Recomendaciones para la alimentación en la primera infancia‘ de la Generalitat de Cataluña. Se puede incluso mezclar con un poco de agua o aceite y preparar de ese modo una especie de mantequilla para untar en el pan o las galletas o mezclar con el yogur, ensaladas, sopa, salsas y otros platos.
Alergia a los frutos secos, una de las más comunes en los niños
Los frutos secos son, por otra parte, uno de los alimentos implicados con mayor frecuencia en las alergias alimentarias de los niños, solo superados por los huevos, la leche de vaca y el pescado. Según la AEP, entre el 6% y 8% de los menores de cuatro años son alérgicos a algún alimento y, de entre ellos, casi uno de cada cinco (el 18,8%) lo es a los frutos secos. Es decir que, también en este caso, se trata de unas tasas de incidencia elevadas.
Por eso, se deben tener en cuenta varias cuestiones en el momento de introducir los frutos secos en su dieta. Una de las más importantes es la que apunta la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap): para la detección de posibles alergias, «la introducción de los diferentes alimentos se debe realizar de forma individual a intervalos de 3-5 días«.
Además, hay que observar con mucha atención al niño después de darle de comer frutos secos por primera vez. Entre los posibles síntomas de una alergia se encuentran el goteo nasal, urticaria por todo el cuerpo, hormigueo en la lengua o sensación de opresión en la garganta. Una reacción más grave podría incluir dificultad para respirar o inflamación de la garganta u otras partes del cuerpo. Por ello, lo aconsejable es que, en esa primera ocasión, el menor coma una cantidad muy pequeña de frutos secos, bajo la atenta mirada de al menos un adulto. Y si el niño manifiesta alguno de estos síntomas, acudir a la consulta del médico.
Además, es posible que el niño no sea alérgico a los frutos secos, pero que sí tenga intolerancia a ellos. En ese caso, su consumo no activa el sistema inmune del pequeño, pero se producen otros síntomas como resultado de que su organismo no asimila de manera correcta este alimento o alguno de sus componentes. En esa situación, sentirá malestar digestivo, náuseas o dolor abdominal, hasta que por fin el organismo logre digerir los frutos (que en general, además, son difíciles de digerir).
Tanto si el menor es alérgico como intolerante a los frutos secos, no solo se debe evitar que los coma, sino que además se debe revisar con suma atención las etiquetas de todos los productos, ya que muchos de ellos (postres, panes, bollería industrial, etc.) contienen o pueden contener trazas de frutos secos. En estas situaciones, conviene extremar las precauciones para evitar problemas.