De pocos productos del bebé se han dicho tantas cosas como acerca del chupete. Si bien siempre ha tenido detractores, desde que se identificó como un factor preventivo contra el síndrome de muerte súbita del lactante, los médicos lo recomiendan después de las primeras semanas de vida. Pero ¿hasta cuándo y qué consecuencias podría tener su uso prolongado? Este artículo resuelve estas dudas y destaca riesgos como problemas dentales, trastornos en el habla y otras posibles consecuencias de que el niño utilice chupete durante demasiado tiempo.
Hasta qué edad usar el chupete
El chupete es un objeto muy utilizado en las sociedades desarrolladas, y desde siempre ha sido motivo de discusiones acerca de sus beneficios y sus consecuencias negativas. Diversos estudios han analizado la cuestión y, en la actualidad, ya se sabe que su empleo no solo no supone perjuicios permanentes para el niño -siempre que se abandone a tiempo- sino que, además, resulta un método preventivo contra el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL).
Acerca de cuál es la edad máxima aconsejada para dejarlo, no hay un consenso definitivo. En general, se habla de los tres años de edad como fecha límite, ya que las posibles consecuencias negativas producidas durante esos primeros 36 meses se revierten después, a causa del propio desarrollo, de manera natural.
Sin embargo, con el fin de «evitar otros efectos adversos del uso del chupete», las últimas recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría (AEP) hablan de «limitar su uso hasta el año de vida, lo cual incluye las edades de máximo riesgo del SMSL y aquellas en las que el lactante tiene más necesidad de succionar».
¿Cuáles son esas otras consecuencias adversas que podrían sobrevenir? Se explican a continuación.
Problemas dentales, el riesgo mayor
El peligro más importante del uso prolongado del chupete son posibles malformaciones dentales. Un estudio publicado por la revista especializada General Dentistry, de la Academia de Odontología General de Estados Unidos, detalla que la succión no nutritiva -la que el niño realiza con la tetina del chupete, con su propio dedo o con otros objetos que se lleva a la boca- modifica de forma paulatina la posición normal de los dientes y, con el tiempo, afecta al modo de morder.
Pero Jane A. Soxman, la autora de la investigación, detalla que, para que eso ocurra, la presión sobre los dientes debe ser el resultado de una succión bastante intensa por parte del pequeño durante al menos unas seis horas al día. Como en general, a medida que se acercan a los tres años de edad, los niños no usan el chupete durante tanto tiempo (y a menudo >se limitan a tenerlo en la boca, sin succionarlo ni ejercer apenas presión sobre sus dientes), esto explicaría que las posibles deformaciones sean naturalmente reversibles.
Consecuencias del uso prolongado del chupete en la dentadura
La ‘Guía práctica de salud bucodental en bebés‘, editada por el Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Madrid, apunta que «hábitos nocivos como la succión del pulgar y la utilización del chupete prolongada más allá de los dos años pueden producir alteraciones de los maxilares y de las funciones orales«. Pero también aclara que, si esas prácticas se erradican a tiempo, por lo general se produce una «normalización espontánea del crecimiento».
Sin embargo, si este hábito aún se mantiene hacia los seis años de edad, los problemas que acarrea son numerosos, tal como detalla el especialista Domingo Barroso Espadero en un artículo publicado por la Sociedad de Pediatría de Atención Primaria de Extremadura:
- Los dientes centrales inferiores se desvían hacia dentro y los superiores se separan y desvían hacia fuera.
- Se deforma y estrecha el paladar.
- Las arcadas dentarias, tanto superior como inferior, pierden la alineación correcta, lo cual da como resultado la llamada «mordida abierta» o «cruzada».
Posibles trastornos en el habla
Hay otros riesgos en el empleo prolongado del chupete, además de los problemas dentales. Según un estudio publicado en 2009 por científicos de Chile y Estados Unidos, los niños que utilizan chupete durante tres años o más, al igual que los que se chuparon el dedo a lo largo de un periodo similar, tuvieron hasta el triple de probabilidades de desarrollar trastornos del lenguaje. Estos trastornos se traducían, sobre todo, en dificultades para pronunciar ciertos sonidos o palabras. Según los investigadores, este problema se derivaría de que, al pasar tanto tiempo con el chupete o el dedo en la boca, hay músculos de esta cavidad que no se desarrollan del modo apropiado.
En el mismo sentido, el trabajo aboga por la lactancia materna, ya que recomienda que los pequeños comiencen a utilizar biberón después de los nueve meses de vida. Al tomar el pecho, el bebé trabaja todos los músculos de la cara, la boca y la lengua, lo cual favorece no solo el habla sino también una respiración coordinada y el acto de tragar.
Otra consecuencia negativa del chupete es incrementar el riesgo de que el pequeño padezca otitis media aguda. Un estudio calculó ese mayor riesgo en torno al 20% o 30%. Otro trabajo científico consideró que, como el periodo de mayor riesgo de SMSL concluye a los seis meses de vida, y el de otitis, por su parte, es bajo durante todo el primer año, este último riesgo no constituye una contraindicación importante. De todos modos, si el chupete se puede retirar cuando el bebé tiene un año de vida, mucho mejor.
Este estudio también señala otros riesgos del uso del chupete, como las mayores probabilidades de sufrir infecciones gastrointestinales y también candidiasis oral, en particular cuando no se toman todas las medidas recomendadas para la correcta higiene de este adminículo. De hecho, estos riesgos existen en torno a las tetinas de los biberones.