El pediatra es el médico del niño y su papel es fundamental durante la primera etapa de su vida. Sin embargo, no hay porqué esperar a que nazca el bebé para elegir quién será su médico. De hecho, conviene hacerlo antes. Elegir al profesional con anticipación elimina una incertidumbre que preocupa a muchos padres, permite tomar esa decisión sin las prisas ni la presión de los primeros días de vida, y posibilita una muy recomendable primera visita prenatal (que no suele estar prevista por la sanidad pública ni por la mayoría de compañías de seguros médicos). Pero, ¿cómo hacerlo? Mejor dicho, ¿cómo acertar?
Sugerencias prácticas
La elección del pediatra, en general, suele estar orientada por el ginecólogo o, también, por los familiares y los amigos con niños. No es casual: las referencias de las personas en que confiamos tienen más peso que todos los títulos del mundo. Aun así, puede ocurrir que en el entorno de la pareja no existan referencias fiables o claras. Cuando esto sucede (y sucede con frecuencia), ¿qué elementos se deben considerar para elegir un buen profesional?
- El primer paso es iniciar la búsqueda con tiempo. No dejar todo para último momento. De este modo, los padres tendrán más margen para tomar la decisión con tranquilidad (incluso, para echarse atrás y cambiar de pediatra).
- El ginecólogo puede ayudar mucho para afinar la pesquisa. Como profesional de la salud, conoce a sus colegas y tiene capacidad para sugerir dos o tres médicos que, a su juicio, sean competentes.
- Algo importante a tener en cuenta son los honorarios del pediatra. Los padres siempre buscan lo mejor para sus hijos, pero esto no puede implicar perder contacto con la realidad. Un médico puede ser estupendo, pero si sus consultas son demasiado costosas para la familia, es mejor elegir a otro. Hay que recordar que no se acudirá a él una vez, ni dos, ni tres, sino muchas durante el desarrollo del niño.
- La disponibilidad del pediatra es fundamental. ¿Cuáles son sus horarios de visita? ¿Es fácil localizarle? ¿Atiende de madrugada o los fines de semana? ¿Viene al domicilio? ¿Cuenta con un sustituto cuando está de vacaciones? Estas son algunas preguntas básicas que no deben quedar sin respuesta.
- La proximidad de la consulta es otra cuestión importante. ¿Qué tan cerca queda de casa? ¿Se puede ir con facilidad? ¿Hay buenas comunicaciones? ¿Se tarda mucho en llegar? Cuantos menos obstáculos existan entre la consulta y el hogar, mejor.
- Conocer al pediatra y hablar con él es indispensable. Es necesario preguntarle por su manera de trabajar y su línea de pensamiento, saber qué opina sobre la lactancia natural y artificial, o la alimentación «a demanda», por ejemplo, para determinar si es compatible con las preferencias de la pareja en esos temas.
- Además, conocerle de antemano permite saber algo tan importante como todo lo anterior: si transmite confianza y seguridad, si se interesa por el niño que va a nacer, cómo es en el trato y cómo explica las cosas. Este es el factor que, finalmente, debe prevalecer en la decisión: la confianza.