Las regurgitaciones de leche son normales y frecuentes en los bebés. Sin embargo, cuando son excesivas pueden causar problemas, en ocasiones bastante graves. En esos casos, se dice que el bebé padece una enfermedad por reflujo gastro-esofágico (coloquialmente, un reflujo). Aunque al devolver lo que ha ingerido siempre existe un retroceso o reflujo del alimento, se suele reservar ese nombre para cuando ocasiona trastornos.
Sus síntomas más frecuentes son:
- Insuficiente aumento de peso. No siempre es fácil de valorar, pues también los niños con reflujo pueden ser delgados por naturaleza. En cualquier caso, el pediatra siempre vigilará de cerca la curva de desarrollo de un niño con reflujo importante.
- Llanto. Al regurgitar, el ácido del estómago irrita la mucosa del esófago. Como pueden tener reflujo sin llegar a devolver, es importante vigilar a los bebés que están siempre inquietos y llorando.
- Anemia. La irritación del esófago puede producir erosiones cuyo sangrado, escaso pero pertinaz, acaba por causar una anemia.
- Tos, bronquitis y asma. En niños con bronquios sensibles, el reflujo pude causar crisis de asma por mecanismos reflejos. Además, algunos bebés pueden aspirar pequeñas cantidades de leche, a veces microscópicas, que causan la consiguiente sintomatología respiratoria: crisis de sofocamiento o tos.
El diagnóstico puede hacerse por medio de exámenes radiológicos con papilla de contraste, visualización directa por endoscopia o estudios manométricos. Aunque cada uno tiene sus ventajas e indicaciones, el método más preciso es la «ph-metría esofágica», en la que se introduce una sonda capaz de medir el ph o acidez en el esófago del niño para determinar así la frecuencia y duración de los episodios de reflujo que sufre.
El tratamiento incluye los siguientes puntos:
- Postura. Las recomendaciones han ido variando a lo largo del tiempo. Al principio se prefería que estuvieran sentados continuamente, confiando en el efecto de la gravedad, pero esto dio poco resultado y se pasó a mantenerles boca abajo con la cabeza más alta que los pies, sujetos con un arnés para impedir que resbalaran. Actualmente parece mejor acostarles sobre el lado izquierdo, aunque algunos especialistas combinan esta posición lateral con la inclinación del anterior método, levantando a la vez la cabecera de la cuna.
- Alimentación. Además de evitar los gases, cuidando de que traguen poco aire y lo expulsen bien, se procura que las tomas sean lo más pequeñas y frecuentes que resulte posible. Si están con lactancia artificial, se deben usar leches especiales o espesar las normales con harinas de cereales, pues una mayor consistencia disminuirá su reflujo.
- Fármacos. El pediatra puede recetar un «procinético», que estimula el vaciado del estómago, y medicamentos para bloquear la secreción de ácidos o neutralizarlos, protegiendo así la mucosa del esófago.
- Cirugía. Excepcionalmente, solo cuando con tratamiento médico no se resuelven los problemas del bebé, es preciso recurrir a técnicas quirúrgicas para lograr un mecanismo valvular que se oponga al reflujo.