Consumir fármacos durante el embarazo es un tema que preocupa mucho por las posibles implicaciones en la salud del feto. No obstante, durante la gestación se desarrollan con frecuencia trastornos que requieren un tratamiento. Los medicamentos no están proscritos durante el embarazo, aunque es mejor evitarlos, sobre todo al principio. En caso de necesitar medicación, siempre se debe valorar el riesgo frente al beneficio. Y, por supuesto, jamás hay que automedicarse sin conocimiento.
Medicamentos y malformaciones fetales
Tomar algún tipo de medicamento durante el embarazo es casi inevitable. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 86% de las embarazadas toma algún medicamento durante la gestación y el 76% toma al menos uno cuya seguridad no está testada para el embarazo. Estos fármacos se usan para tratar enfermedades crónicas de la madre (como hipertensión o epilepsia), o bien para solventar alguna enfermedad nueva durante la gestación. Y es que el embarazo viene acompañado, en muchos casos, de estreñimiento, dolor de espalda o ardores de estómago y náuseas, entre otras dolencias.
Con todo, sabemos que medicamentos y embarazo pueden ser amistades peligrosas. La problemática quedó patente en los años cincuenta del siglo pasado, cuando saltaron todas las alarmas después de que una gran cantidad de embarazadas que habían tomado talidomida para tratar las náuseas del embarazo tuvieran hijos con malformaciones. Se estima que entre un 2% y un 5% de los recién nacidos sufrirán algún tipo de trastorno congénito atribuible, en la mayoría de casos, a su herencia génica. No obstante, el 2,5% de estos casos es consecuencia del consumo de algún medicamento durante el embarazo, un hecho que, en general, se podría evitar.
A pesar de que es un tema importante, el conocimiento científico sobre las implicaciones de los fármacos en el embarazo es escaso, ya que su investigación está altamente restringida por razones éticas y legales. Por este motivo y, por las consecuencias en la salud del recién nacido, se debe hacer un balance de los posibles riesgos y beneficios que la toma del medicamento puede suponer tanto para la madre como para el feto.
Fármacos seguros para los trastornos digestivos del embarazo
Los trastornos digestivos son habituales en la gestación. Uno de los principales problemas son las náuseas y los vómitos, sobre todo, en los primeros meses. Su causa es la subida de los niveles de una hormona -la gonadotropina coriónica humana (HGC)- que segrega la placenta. Como tratamiento se aconseja ajustar la dieta y reposar después de las comidas, aunque si esto no funciona, se puede recurrir al uso de doxilamina asociada con piridoxina, fármacos que se han clasificado mediante estudios epidemiológicos como seguros para el embarazo.
Otro problema digestivo de los últimos meses del embarazo -y que sufren muchas mujeres- es la pirosis, más conocida como acidez. Esto se debe a un aumento de la presión en el abdomen y a una relajación del esfínter del esófago. Para tratarlo, se recomienda ingerir alimentos ligeros y de forma más frecuente, evitar comer justo antes de dormir y acostarse un poco reclinada. En caso de recurrir a medicación, se suelen usar antiácidos como hidróxidos de magnesio y aluminio, sucralfato y almagato, aunque no se recomienda un uso prolongado, ni durante los primeros meses del embarazo.
El estreñimiento es un trastorno común de los últimos meses del embarazo. La causa la encontramos en un retraso del vaciado gástrico y en la reducción del movimiento intestinal. Como en los casos anteriores, se recomienda recurrir a los hábitos alimenticios para solucionarlo. Tomar abundantes líquidos y alimentos con fibra son buenas alternativas, pero si resultan insuficientes, se puede recurrir a fármacos laxantes formadores de bolo, como plantago ovata y metilcelulosa. Se desaconseja usar otro tipo de medicamentos que modifiquen la motilidad intestinal.
Aliviar dolor e infecciones en el embarazo
La fiebre y el dolor pueden ser frecuentes en el embarazo. No es algo asociado a la gestación en sí misma, sino que, por lo general, hace referencia a algún otro tipo de enfermedad, ya sea infecciosa, inflamatoria o traumática.
Para aliviar el dolor se recomienda tomar paracetamol, aunque es preferible no usarlo en altas dosis ni durante tiempos prolongados por una posible modificación de la función renal del feto. Por otra parte:
- No se recomienda el ácido acetilsalicílico, ya que al modificar la agregación plaquetaria, incrementa el riesgo de hemorragias tanto en la madre como en el feto.
- Los antiinflamatorios (ibuprofeno, diclofenaco, etc.) y el metamizol también deben dejarse en un segundo plano y valorar su utilización según cada caso, puesto que la información que existe sobre sus potenciales efectos indeseables es limitada.
- En caso de migrañas, no deben usarse ergotamínicos por su carácter teratógeno, es decir, porque pueden causar malformaciones al feto.
En cuanto a las enfermedades infecciosas, hay que recordar que las infecciones urinarias durante el embarazo son frecuentes. En este caso, es imprescindible el tratamiento antibiótico, que dependerá de las posibles resistencias y los distintos perfiles de seguridad de cada antibiótico. Los más usados son los del grupo de la penicilina (amoxicilina). Junto con las cefalosporinas, son los fármacos de los que se cuenta con mayor experiencia.
- No se aconseja el uso de eritromicina en forma de estolato, porque existe un mayor riesgo de hepatotoxicidad.
- También debe evitarse la utilización de aminoglucósidos (que pueden causar problemas renales y de oído), las tetracilcinas (por alteraciones dentales y óseas) y las fluorquinolonas, por riesgo de artropatías y malformaciones cartilaginosas.
Algunas veces, las mujeres embarazadas necesitan continuar con los tratamientos para las enfermedades crónicas que padecen, como la hipertensión o el asma. Es frecuente, en estos casos, que la mujer esté en tratamiento sin saber que ha quedado embarazada, con el potencial riesgo que esto puede conllevar. Por este motivo, es recomendable que las mujeres que deseen ser madres consulten a su ginecólogo o al especialista sobre la seguridad de los fármacos que toman y sobre la posibilidad de sustituirlos por otros antes de la concepción.
Una de estas enfermedades es, con frecuencia, el asma, un trastorno habitual en mujeres jóvenes en edad de gestación. El tratamiento del asma durante el embarazo es similar al que se realiza de manera habitual, aunque es preferible la administración de medicamentos por vía inhalada.
Tampoco son infrecuentes los tratamientos con ansiolíticos y antidepresivos. En este caso, debe tenerse en cuenta que las benzodiacepinas pueden provocar malformaciones. En caso de ser necesario, la mejor opción es el diazepan, ya que hay una mayor experiencia en su uso. En cuanto a los antidepresivos, los más seguros son los inhibidores de la recaptación de serotonina, aunque es mejor evitarlos en el primer trimestre del embarazo.
Otro tema que preocupa es el de las vacunas. Las que contienen gérmenes atenuados no deben administrarse durante el embarazo, y las inactivadas se desaconsejan durante el primer trimestre. Sin embargo, la vacuna antigripal (inactivada) y la antitetánica y antidiftérica están indicadas en la mujer embarazada.