El diagnóstico prenatal permite detectar enfermedades del bebé que aún no ha nacido. En algunas ocasiones, es necesario aguardar al nacimiento del pequeño para resolver la malformación; pero, en otras, no se puede esperar y es necesario intervenirle dentro del vientre materno. La técnica menos invasiva para operar a un bebé que todavía no ha nacido es a través de una fetoscopia, que permite visualizar el feto y solo precisa una pequeña incisión en el abdomen de la madre. Este artículo explica en qué consiste la fetoscopia y cuándo se aplica, así como los riesgos que implica para el feto este procedimiento que ya se practica en España.
Fetoscopia para operar a un bebé que aún no ha nacido
La fetoscopia permite operar al bebé cuando aún está en el vientre materno
Las técnicas de diagnóstico prenatal permiten detectar en fases tempranas del embarazo numerosas malformaciones y enfermedades fetales que deberán ser tratadas una vez que el bebé haya nacido. Pero, en determinadas ocasiones, una intervención después del nacimiento llegaría demasiado tarde. En estas circunstancias, los especialistas pueden optar por operar al pequeño mientras permanece en el vientre de la madre. Para ello, es necesario recurrir a la fetoscopia: una técnica utilizada para visualizar al feto.
La fetoscopia permite acceder al interior del útero materno por medio de una pequeña incisión en el abdomen. En esta incisión, se introduce una cánula (trócar) de unos tres milímetros y, dentro de ella, un tubo flexible de entre 1,2 y dos milímetros de diámetro (fetoscopio). A través del fetoscopio -y ayudado por las imágenes ecográficas o de una pequeña cámara digital insertada por este tubo-, el especialista opera sobre el feto, la placenta o el cordón umbilical.
Cirugía del feto en el vientre materno, ¿cuándo es necesaria?
¿Cuándo es necesaria una fetoscopia? Operar al bebé en el vientre materno con ayuda de la fetoscopia es preciso cuando existe un elevado riesgo de mortandad para el pequeño; también cuando una intervención posterior al parto no resultaría efectiva o puede dejar importantes secuelas.
Eduard Gratacós, jefe del Servicio de Medicina Materno-fetal del hospital Clínic de Barcelona, afirma en su revisión ‘Terapia y cirugía fetal‘ (2008) que «la fetoscopia constituye, en la actualidad, la parte más importante de la terapia fetal». Y señala los casos para los que esta delicada técnica de visualización está indicada o es recomendable para operar al feto que no todavía no ha nacido.
Síndrome de transfusión fetofetal. En un 10-20% de los embarazos de gemelos en los que ambos bebés comparten una sola placenta (monocoriales), se produce un desequilibro en el flujo sanguíneo, que convierte a uno de los bebés en donante de sangre de su hermano y, al otro en receptor. Este proceso se relaciona con una mortalidad de entre el 80 y el 100%. Gracias a la fetoscopia, los bebés pueden ser intervenidos entre las semanas 15 y 28 de gestación y alcanzar unos niveles de supervivencia del 75 al 90%.
Crecimiento intrauterino retardado.
En el 10% de los embarazos monocoriales puede ocurrir, además, que solo uno de los fetos crezca de forma adecuada y se beneficie de la placenta. La intervención con fetoscopia incrementa el riesgo de mortalidad del bebé que no ha crecido de la forma adecuada, pero disminuye las posibilidades de que el feto que sí se desarrolla con normalidad sufra complicaciones.
Enfermedades pulmonares del bebé. La fetoscopia se utiliza para intervenir cuando existen patologías relacionadas con el sistema respiratorio, como la hernia diafragmática congénita, el hidrotórax fetal y los quistes o masas pulmonares.
Obstrucción urinaria. En uno de cada 3.000 embarazos (unos 165 casos al año en España) el bebé presenta la uretra obstruida. Si esta patología se produce en fases tempranas de la gestación, existe un riesgo elevado de que muera. La fetoscopia permite salvar la vida del feto en todos los casos.
Otras enfermedades. La fetoscopia se ha empleado también para tratar patologías fetales menos frecuentes, con distinto grado de éxito, como los tumores fetales o cardiopatías congénitas.
Riesgos para el bebé de la fetoscopia
La realización de una fetoscopia es muy segura para la madre, pero implica algunos riesgos para el bebé. Los más comunes están relacionados con la provocación de contracciones uterinas y el consiguiente inicio del parto prematuro.
Sin embargo, los avances de esta técnica en los últimos años han minimizado las complicaciones. Josep María Martínez, coordinador del Programa de Cirugía y Terapia Fetal Endoscópica del hospital Clínic de Barcelona, resume en su ponencia ‘Cirugía Fetal Cerrada‘ (del Congreso Nacional de Medicina Perinatal) algunos de los riesgos más comunes de la fetoscopia para el bebé.
Rotura prematura de membranas (el saco que contiene el líquido amniótico en el que «flota» el bebé durante la gestación), que puede ocurrir entre un 5-10% de los casos.
Parto prematuro antes de la semana 32 de gestación (entre el 10-30% de los casos).
Aborto (entre el 5-10% de los casos).
Desprendimiento prematuro de la placenta (1%).
Martínez aclara, sin embargo, que la utilización de trócares de cada vez menor grosor «reduce de forma significativa los riesgos».
Fetoscopia en España
La primera intervención de un feto con la fetoscopia en España se produjo en 1997, dentro de un programa de intervención fetal en el Hospital Vall d’ Hebrón de Barcelona. El proyecto dio lugar a las primeras cirugías de bebés aún no nacidos, en casos de síndrome de transfusión fetofetal.
En los últimos años, distintos centros hospitalarios españoles han incorporado unidades de cirugía fetal endoscópica, como el Virgen del Rocío de Sevilla, el Clínic de Barcelona, el Gregorio Marañón de Madrid o el hospital de Cruces, en Barakaldo (Vizcaya), donde se ha realizado la primera intervención fetal este mismo año 2012.
La cirugía fetal no es una novedad. La primera intervención de un bebé dentro del útero materno se hizo en 1963, hace casi 50 años. La realizó el doctor William Liley en Auckland, Nueva Zelanda. Desde entonces, las técnicas de intervención han evolucionado de manera muy significativa.
Mientras que en los primeros años la principal forma de intervención era la cirugía abierta (mediante una incisión directa en el útero materno), en las dos últimas décadas se ha consolidado una técnica mucho menos invasiva y con menor riesgo tanto para la madre como para el bebé: la fetoscopia.