Comienzan con un insulto, siguen con amenazas y acaban con agresiones físicas. El que actúa con violencia es un niño, niña, adolescente o joven, y el que la recibe, su padre, su madre, su abuelo, su hermano o su educador. Este tipo de violencia doméstica, llamada violencia filio-parental, va en aumento en occidente, China y norte de África, pero sobre todo en España. En las siguientes líneas analizamos el perfil de los hijos que ejercen este maltrato y el de los padres y las madres que lo sufren, detallamos el tipo de violencia que realizan y explicamos qué hacer en estos casos.
Por desgracia, cada vez son más frecuentes los casos de violencia filio-parental. «Lamentablemente somos líderes en la prevalencia del problema, en la cantidad de casos que hay, como en los estudios, recursos y profesionales que se dedican a ello». Lo reconoce Roberto Pereira, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (SEVIFIP), quien comenta que las denuncias de padres agredidos por sus hijos han aumentado de manera extraordinaria un 400 % en los últimos 10 años.
Además, son los «delitos que más dificultades presentan, por los que más medidas cautelares se solicitan y más detenidos pasan a disposición del Fiscal», matiza la ‘Memoria de la Fiscalía General del Estado’ de 2018. Y eso que «solo señalan las situaciones más graves, ya que existe una cifra negra que no se detecta porque no se llega a la denuncia», advierte Irene Gallego, psicóloga de la Fundación Amigó, una entidad sin ánimo de lucro que ayuda a resolver este tipo de conflictos entre los adolescentes y sus familias.
Tipos de maltrato de hijos a padres
El problema es más habitual de lo que parece. La Universidad de Deusto, entre 2013 y 2017, realizó un estudio en Bizkaia que hace visible esta tragedia. Participaron 2.700 adolescentes de entre 13 y 18 años de colegios públicos, concertados y privados. El 3,2 % admitió haber agredido físicamente a su padre o su madre de 3 a 5 veces en el último año, mientras que el 12,5 % confesó que lo había hecho al menos 6 veces de manera psicológica.
Y es que la violencia filio-parental no solo son golpes. Los expertos de la SEVIFIP la definen como el conjunto de conductas violentas reiteradas dirigidas hacia los padres, madres o adultos que ocupan su lugar. Pueden ser físicas, psicológicas tanto verbal o como no verbal y económicas y se manifiesta de diversas maneras, como detalla la ‘Guía básica de actuación en situaciones de Violencia Filio-Parental‘ de Euskarri, Centro de Intervención en Violencia Filio-Parental en Euskadi:
- Maltrato físico: escupir, empujar, golpear, pegar patadas, dar mordiscos, lanzar objetos, pegar puñetazos en puertas y/o paredes.
- Maltrato psicológico: intimidación verbal (gritos, amenazas, insultos repetidos, humillaciones, etc.); gestos amenazadores; manipulación; amenazar con matarse y/o huir de casa como forma de obtener lo que quiere o para controlar a su familia; rotura de objetos apreciados por los padres.
- Maltrato económico: robar dinero o pertenencias de la familia o amigos, así como contraer deudas cuyo pago recae en los progenitores.
Pero también se considera violencia filio-parental cualquier otra acción o conducta que amenace el sentido de bienestar y seguridad de una persona.
Cómo reconocer al hijo que maltrata a sus padres
Antes, este maltrato de hijos a padres se asociaba con trastornos psiquiátricos graves, familias desestructuradas, maltratos infantiles, violencia de género o problemas con las drogas, recuerdan desde la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental.
Ahora también, pero, como explica su presidente, cada vez son más los chicos y chicas de cualquier clase social (consumidores de hachís y marihuana, como muchos de su edad) que ejercen este tipo de violencia porque se han acostumbrado a hacer lo que quieren en casa, donde se han convertido en los reyes, en los tiranos que han encontrado un vacío de poder, lo han ocupado y utilizan la violencia para mantenerse en él.
Vicente Garrido, criminólogo y profesor de la Universidad de Valencia, considera en su libro ‘Los hijos tiranos. El síndrome del emperador’ que la clave está en «la naturaleza de la personalidad de estos chicos, que son muy pobres en su capacidad de sentir emociones morales como el cariño o apego a los otros, la empatía, la compasión o el sentimiento de culpa. Desarrollan —prosigue— creencias que les hace verse por encima de las reglas y del derecho de los padres a corregirles».
Este perfil de maltratador, sin embargo, no se mantiene más allá del hogar: inseguros y de autoestima baja, fuera de casa son aparentemente normales, niños modelo y hasta sumisos. Muchas veces han sufrido acoso escolar, y maltratan por ello a los progenitores por no haberles sabido proteger, o han sido excesivamente protegidos y, al no saber enfrentarse a los problemas por inseguridad, les culpan de eso.
➡️ Los progenitores maltratados, por su parte, son padres tardíos, con menos hijos o con uno muy deseado. Por lo general, son sus madres. Tienen miedo a perder su afecto si se muestran severos o duros, al ponerles límites o al negarles cosas. Sobreprotectores, inseguros y sin saber ponerse de acuerdo en la educación de su hijo, se avergüenzan de tener que confesar que su niño les pega y no saben cómo afrontar esa situación.
Dónde acudir si mi hijo me maltrata
Saber decir «no» puede ayudar a prevenir esta violencia. No tolerar faltas de respeto es vital, como se recomienda en la guía básica de actuación de Euskarri: ni un insulto ni un empujón.
Pero si con frecuencia, no de manera aislada o puntual, tu hijo te descalifica, te quita dinero sin permiso o te agrede, estás sufriendo violencia filio-parental; también si sientes miedo a molestarle y evitas hacerlo. Su actitud no es normal, propia de la edad ni de la adolescencia. Y menos si es un hijo adulto mayor de edad. Madre, padre, abuelo, tutor, educador… no eres culpable.
Debes saber que estás dentro de un problema que tiene solución (el 80 % de los chicos se reintegran) y que hay que resolverlo cuanto antes, pues puede ir a más. Pero no puedes hacerlo tú solo con tu hijo.
👉 Busca ayuda
Los expertos consultados recomiendan hablar con alguien de confianza y contactar con los servicios sanitarios o sociales de la localidad para pedir orientación y buscar apoyo.
Acudir a asociaciones sin ánimo de lucro especializadas en este asunto como Euskarri o Fundación Amigó es la mejor opción. En el mapa de recursos de SEVIFIP las encontrarás por comunidades autónomas. A estos centros deberá ir toda la familia, pues el problema es familiar.
👉 Denuncia a tu hijo
Pero si la conducta agresiva puede poner en riesgo tu integridad o la del resto de la familia ¿qué hacer? Habrá que contactar con la policía y poner una denuncia. Y aunque resulte difícil, en caso extremo, puedes pedir que tu hijo abandone la casa y que pase a formar parte de algún programa de acogida.
El juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, lo tiene claro. «Si tus hijos te maltratan y tienen menos de 18 años, hay que denunciarlos. Y si son mayores de edad, los echáis de casa y luego vais a los tribunales para que los deshereden», recoge en una entrada del blog que comparte con el periodista Carlos Morán en el periódico ‘Ideal’.
Aun así, antes de denunciar, debes tener en cuenta lo siguiente con respecto a los hijos menores de edad que realizan actos de violencia filio-parental:
- Hijos menores de 14 años: no son responsables penalmente. Pero el Ministerio Fiscal podrá estudiar el caso y remitirlo a la entidad pública de protección de menores correspondiente.
- Hijos con edades comprendidas entre los 14 y los 18 años: son imputables, por lo que se les exigirá responsabilidad penal según la ley.
Medidas judiciales para los menores
¿Qué pasa si denuncias a tu hijo? Las medidas judiciales (condenas) que los jueces interponen a los menores vienen en su ayuda. Son programas de intervención educativa y de ocio saludable individualizado, a menudo relacionados con el estudio, el deporte o la prestación de servicios en beneficio de la comunidad, como colaborar con entidades de ayudas a víctimas de violencia doméstica o participar en talleres sobre habilidades de competencia social, de comunicación o de desarrollo de la empatía.
Una de las medidas judiciales más curiosas es la que ha impuesto la jueza de menores de Las Palmas de Gran Canarias, Reyes Martel, a varios jóvenes que ejercían esta violencia: recorrer el Camino de Santiago, algunos con sus padres o madres. «Los chavales han tenido una evolución muy buena: han cumplido sus medidas de forma satisfactoria, han reordenado su vida, han vuelto a casa, otros a sus estudios, a su formación ocupacional…», reconoce Martel, quien fundó una asociación sin ánimo de lucro, Up2U Project, a través de la que intentan complementar las herramientas que utilizan para trabajar con estos menores con problemas.
En esta causa coinciden especialistas como Pereira, quien también es psiquiatra y psicoterapeuta: «La modificación del modelo educativo, pasando de un modelo jerárquico, distante, autoritario y en vertical a uno más próximo, horizontal, emocional y de buscar una relación cercana, ha generado un déficit de autoridad —que no autoritarismo—, que es necesaria para educar, para transmitir valores y tratar de que lo que se aprende sirva para la convivencia y las relaciones humanas. Hay padres y educadores que adquieren con más facilidad esa autoridad, y no tienen problemas para que los hijos o alumnos la acepten. Pero a otros les cuesta, por carencias personales o de relación, porque no tienen mucho tiempo… y tienen dificultades para marcar límites, contener, hacerse respetar… Si tratas de ser amigo o amiga, dejas de ser padre o madre. A un amigo no le dices lo que crees que tiene que hacer; puedes aconsejarle o sugerir, pero esa labor no es de padres o educadores».
Pero hay más factores que concurren. Los padres y madres pasan menos tiempo en casa por culpa del trabajo o las distancias. Hay más familias monoparentales, lo que supone menos recursos y tiempo para educar que si fueran dos. A veces, las dos personas que se dedican a la educación no están de acuerdo en cómo hacerlo. ¿Discutes delante de tus hijos? Tres cosas que debes saber
Otro tema es la sobreprotección, «una enfermedad de nuestro tiempo y que tiene que ver con que los padres se sienten vigilados con sus actuaciones, sobre si es adecuado lo que les permiten hacer a sus hijos», apunta Roberto Pereira.
La sociedad es más permisiva con ellos, pues se educa a los niños en sus derechos, pero no en sus obligaciones, mientras que restrictiva con los padres al reprenderles. Pero, además, nuestros hijos están continuamente recibiendo mensajes, a través de videojuegos, películas e Internet, de que la violencia es una buena manera de resolver los problemas.