Qué es el ictus infantil
Conocido como accidente cerebrovascular, el ictus pediátrico se produce por la interrupción súbita del flujo sanguíneo a una parte del cerebro. Como en los adultos, puede ocurrir por la obstrucción de un vaso cerebral (ictus isquémico) o debido al sangrado o derrame por rotura de un vaso cerebral (ictus hemorrágico). Además, los menores también pueden tener un ataque isquémico transitorio, cuando esa interrupción es muy breve.
Si esta enfermedad ataca a 120.000 personas adultas al año, en el caso de los niños y adolescentes de 2 a 16 años, los datos señalan que el ictus pediátrico ocurre a entre 2 y 13 menores al año por cada 100.000 habitantes. Por tanto, sucede con mucha menor frecuencia que entre los adultos. La mayor incidencia se da en el primer mes de vida (un caso por cada 1.500 bebés), pero es otro tipo de ictus, el neonatal.
Sin embargo, el ictus infantil se encuentra entre las 10 causas principales de muerte en la población pediátrica en países desarrollados, como España. Las tasas de mortalidad oscilan entre el 7-28 % en el caso del ictus isquémico y el 6-54 % en el ictus hemorrágico, según un estudio australiano publicado en 2016 en la revista ‘Stroke’.
Y no solo eso. Como se apunta en la misma investigación, el 80 % de los niños y adolescentes que sobreviven presentan secuelas y entre un 6 % y un 35 % de los casos el ictus volverá a suceder (recurrencia).
Secuelas del ictus en niños
A pesar de la plasticidad del cerebro infantil en desarrollo, las consecuencias de un ictus no son raras, al contrario. Entre el 60 % y 85 % de los ictus isquémicos y entre el 33 % y 50 % de los ictus hemorrágicos producen secuelas en los menores que les pueden durar toda la vida, pues en su mayoría son permanentes, lo que condiciona enormemente en su calidad de vida y la de su familia.
Y es que las principales secuelas son motoras (50-80 %), del lenguaje (30 %), dificultad para el aprendizaje y para el desarrollo de funciones cognitivas (30-67 %), así como alteraciones del comportamiento. Con el tiempo, también es frecuente que aparezca la epilepsia.
Causas de ictus en niños
Investigaciones recientes indican que la mayoría de los ictus en la infancia se producen por factores de riesgo, aunque un 10 % lo sufren niños sanos y sin causa aparente.
Entre los factores de riesgo que están detrás de los ictus isquémicos a estas edades figuran, según los criterios CASCADE, las cardiopatías congénitas (o tras someterse a una cirugía o intervención cardiaca), alteraciones de la sangre (como una anemia de células falciformes) o enfermedades genéticas o metabólicas. Pero también sucede, sobre en niños sanos, tras una infección en las vías aéreas altas y resfriado (días antes), una varicela (hasta un año antes) o un traumatismo leve en la cabeza o en el cuello.
Mientras, los ictus hemorrágicos son más frecuentes en menores con malformaciones vasculares cerebrales, enfermedades de la sangre que favorezcan el sangrado y tumores, además de tras traumatismos.
Entonces, ¿se puede prevenir? Los expertos confiesan que es difícil precisamente por las causas, pero sí que es posible un tratamiento preventivo para evitar que vuelva a repetirse.
Ictus en niños: síntomas
Por todo ello, el diagnóstico precoz y el tratamiento que reciban los afectados en las primeras horas tras sufrir un ictus resultan imprescindibles para mejorar su pronóstico y calidad de vida. Y de ello depende saber reconocer las señales que lo alertan, pues más de la mitad de los niños y adolescentes que tienen un accidente cerebrovascular son diagnosticados de forma tardía, entre 12 y 24 horas después.
Y ¿cuáles son los síntomas de un ictus pediátrico? Son muy parecidos a los que experimentan los adultos, como la falta de movilidad en un lado del cuerpo o que muestre problemas para hablar de forma coherente. Pero hay otros más habituales en los menores de 16 años, como dolores de cabeza, convulsiones o disminución del nivel de consciencia (está adormilado y cuesta despertarlo).
¿Cómo te avisa un ictus en la infancia? Estos son los signos de alarma:
- Le cuesta mover la mitad del cuerpo (cara, brazo o pierna), por debilidad o adormecimiento.
- Se le tuerce la boca, por debilidad de una parte de la cara.
- Disartria o lenguaje incoherente, a pesar de que está despierto y consciente.
- Le cuesta hablar o comprender. Es capaz de entender, pero no de hablar.
- No ve bien por uno o ambos ojos.
- Alteración del nivel de conciencia; de repente está muy dormido.
- Convulsiones sin fiebre.
- Cefalea intensa.
Qué hacer ante un posible ictus infantil
En caso de observar que aparece en el niño de manera brusca alguno de los síntomas citados, llama al 112 y coméntaselos a la persona que te atienda por teléfono. ¿Cómo actuar en casa mientras llega la ayuda? Sigue estos consejos:
- Eleva un poco la cabeza y los hombros de tu hijo.
- Anota la hora.
- No le des de comer ni beber.
- No le dejes solo.
Diagnóstico precoz y tratamiento en ictus pediátrico
Tras la llamada, como explica en su campaña de visibilización del ictus pediátrico el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid, en colaboración con la Fundación Sin Daño y la Unidad de Rehabilitación infantil del hospital Beata María Ana, acudirá de inmediato un equipo especializado que llevará al menor a uno de los hospitales de referencia con unidad de ictus pediátrico para intervenir de forma rápida y minimizar posibles secuelas.
Así ocurre en las comunidades donde cuentan con el procedimiento conocido como Código Ictus Pediátrico, similar al código ictus para adultos: Madrid (2019), Extremadura (2022), Andalucía (2020), Cataluña (2020), Navarra (2021)… En el resto tienen protocolos parecidos, como queda de manifiesto en la ‘Estrategia en Ictus del Sistema Nacional de Salud‘ (2022), si bien “sería recomendable desarrollar y consensuar el abordaje del ictus pediátrico ya que se observan importantes diferencias entre CC. AA. en cuanto al nivel de desarrollo de los planes para tratarlo”.
Porque no siempre que se sospecha de un ictus infantil lo es. Pueden ser migrañas, un tumor… Por eso, el diagnóstico precoz es esencial. Para ello, ciertas pruebas y criterios (niños mayores de dos años, menos de seis horas desde el inicio de los síntomas, TAC, pruebas de sangre…) resultan clave para activar el código ictus.
La resonancia magnética es la prueba de imagen que determina con mayor seguridad el ictus pediátrico, tal y como comentaba Yolanda Ruiz, radióloga pediátrica del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid, en la sesión científica ‘Código Ictus pediátrico: diagnóstico’ del 35º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM): “Debe estar disponible 24 horas al día, 7 días a la semana, en los centros de referencia”.
Este diagnóstico precoz constituye la primera herramienta para aplicar medidas específicas que puedan limitar el daño cerebral en los niños. Y ahí es donde entra la rehabilitación (logopedia, fisioterapia, psicología, terapia ocupacional…) y el seguimiento por parte de los profesionales en neuropediatría para poder ir minimizando en lo que se pueda las secuelas. Porque son muchas las necesidades que tienen los peques que han sufrido un infarto cerebral. Así, un estudio reciente, llevado a cabo en Reino Unido, identifica dificultades en las actividades escolares, así como en las actividades de ocio.