La lactancia materna no estropea el pecho. La creencia de que sí lo hace se mantiene, pese a que los especialistas insisten en que lo que provoca cambios en el cuerpo de una madre es el embarazo y, por supuesto, el paso del tiempo. A continuación se aborda qué pasa con los pechos de la mujer durante la gestación y la lactancia y el proceso que experimentan cuando dejan de amamantar. También se citan estudios que confirman que no hay diferencias entre los pechos de madres que han practicado la lactancia materna y las que no. Además, el artículo trata el peso de los criterios estéticos y culturales en estas cuestiones.
El mito de que la lactancia materna afea el pecho
Los especialistas aseguran que la idea de que la lactancia materna estropea el pecho -en particular, que lo deja más caído- no es más que un mito. Sin embargo, tal creencia se mantiene y sigue motivando muchas dudas y consultas. Y aunque la última Encuesta Nacional sobre Hábitos de Lactancia no la incluya como una de las causas por las cuales el 11,3% de las madres deciden no amamantar a sus hijos, es conveniente aclarar algunos puntos al respecto.
Si la lactancia materna no lo deteriora, acabado ese periodo ¿el pecho vuelve a ser igual que antes del embarazo? Pues la mayoría de las veces no. Pero esto no se debe a la lactancia, sino a la propia gestación y también a algo inevitable como lo es el paso del tiempo.
«Cuando una mujer queda embarazada, su cuerpo cambia», explica Alba Padró, asesora de la asociación Alba Lactancia Materna. «Su pecho coge volumen, se modifica. A veces incluso un pecho se desarrolla más que el otro o son más pendulares por el peso que tienen», describe. Así como la piel de la mujer mejora durante la gestación y muchas se ven más guapas en esta etapa, el crecimiento de los senos hace sentir «más cómodas y a gusto» a mujeres con pechos más bien pequeños, señala Padró.
Pero, por supuesto, el objetivo de estos cambios no es estético. Así lo puntualiza Zule Millás, asesora de la Asociación SINA, organización especializada en apoyo a la lactancia materna. «Ya desde la gestación el pecho va cambiando y preparándose para su función más importante: amamantar a nuestra cría«, asegura.
Cuando la lactancia materna se termina
Cuando la lactancia termina, se produce una involución. Las glándulas mamarias dejan de trabajar, las células que fabrican leche mueren y el pecho vuelve a llenarse de grasa. Este proceso hace que el seño «esté muy fofo, blando, como si estuviera vacío», apunta Alba Padró. En palabras de Zule Millás, da «la impresión de que se ha quedado atrofiado».
Pero este es un periodo normal y pasajero, que dura unos meses, a veces hasta un año. Luego el pecho recupera su forma natural. «No la original, pues ha pasado por un embarazo, pero sí una forma cercana a ella», añade Millás.
¿Esto les pasa a todas las mujeres? Pues no, no a todas. Hay algunas cuyos pechos vuelven a un estado prácticamente igual al de antes de quedarse en estado. Esto depende de cada persona. «No hay una mujer tipo», dice Alba Padró.
Pechos con y sin lactancia materna, sin diferencias significativas
Una investigación, presentada en 2013, estudió a mujeres que habían aumentado el tamaño de sus pechos a través de una cirugía y el efecto que después había tenido sobre ellos la lactancia materna. El resultado determinó que el estado de los senos, un año después del parto o de haber dejado de amamantar, no presentaba diferencias significativas en relación con mujeres que habían pasado por un embarazo pero no habían dado el pecho a sus hijos. Un estudio similar se realizó entre mujeres sin implantes en los pechos y los resultados fueron parecidos.
Es decir, tiempo después del nacimiento, la forma y el tamaño de los pechos es semejante en las mujeres que han practicado la lactancia materna y las que no. Así lo afirma Norma Cruz, autora de la primera investigación citada y catedrática de la Universidad de Puerto Rico, en un artículo publicado por la Asociación Americana de Cirujanos Plásticos.
Los especialistas coinciden en que ver la lactancia como un problema, porque en teoría “estropea” o “afea” el pecho, es el resultado de que en nuestra cultura lo que prevalece es el juicio estético. Alba Padró se refiere al “criterio occidental de un pecho hemisférico, muy bien situado”, el cual, en la realidad, casi no existe, porque “la mayoría de las mujeres no tienen esos pechos cuando entran en la edad reproductiva”.
Zule Millás lamenta que siga predominando “la mirada en el pecho como órgano ligado a la sexualidad adulta y genital“, lo cual, a menudo, hace perder de vista su función original: producir el alimento óptimo para la cría. Si bien el pecho forma parte del juego de seducción, añade esta experta, no habría que perder de vista que si el cuerpo femenino posee una glándula mamaria es con un fin: el de alimentar a los bebés.