El virus de la Hepatitis B se reproduce en el hígado y causa trastornos a este nivel. Se trata de una enfermedad infecciosa de ámbito universal que puede resolverse espontáneamente, pero que en bastantes ocasiones se hace crónica y evoluciona hacia la cirrosis y el cáncer hepático. Esto ocurre con más frecuencia cuando la infección se presenta en la infancia, sobre todo si el contagio se produce durante el embarazo porque la madre es portadora del virus. Aunque nueve de cada diez casos se curan sin dejar secuelas, se calcula que el 5% de la población está infectada y que la enfermedad causa dos millones de muertes anuales. En los recién nacidos cuyas madres son portadoras del virus, el riesgo de cronicidad es muy elevado: oscila entre 70% y el 90% de los casos.
Eficacia del 99%
La transmisión de la Hepatitis B se produce a través de la sangre y de los fluidos corporales infectados. Puede darse de manera horizontal (por ejemplo, al compartir jeringuillas, recibir una transfusión de sangre infectada o mantener relaciones sexuales con un portador) y de manera vertical entre la madre portadora del virus y su hijo, que se produce generalmente en el momento del parto.
La enfermedad tiene un periodo de incubación promedio de 120 días, aunque puede llegar a los 160 (algo más de cinco meses). Entre sus síntomas destacan la orina oscura, los vómitos y la ictericia, además del dolor abdominal, una debilidad general, anorexia y náuseas.
La vacuna contra la Hepatitis B es la medida más efectiva para evitar la infección y sus secuelas. Por ello está incluida en el calendario infantil y, además, se administra a los recién nacidos cuando son hijos de madres portadoras. Según los estudios, los niños pequeños son quienes desarrollas una mejor respuesta inmunitaria: tres dosis de esta vacuna les proporcionan una protección del 99%.
Los efectos secundarios son escasos. En general, se manifiestan de manera local, como dolor o enrojecimiento en el lugar del pinchazo. Uno de cada diez vacunados experimenta otros efectos -también leves-, como dolor de cabeza, náuseas o fiebre moderada, que desaparecen al cabo de uno o dos días. Las personas con alergia al mercurio pueden sufrir reacciones adversas, ya que la vacuna contiene tiomersal.