Hasta un tercio de los niños de entre dos y seis años tiene amigos imaginarios. La creación de estos seres invisibles genera dudas y temores en muchos padres, pero es un fenómeno inofensivo y hasta beneficioso. Este artículo explica por qué tener un amigo imaginario es normal en los niños y los beneficios que supone y advierte de situaciones en las que sí puede derivar en un problema.
Miedo al amigo imaginario del niño
Un día, el niño les habla a sus padres de alguien a quien ellos no conocen. Alguien a quien no pueden ver ni siquiera cuando su hijo juega y conversa con él. Es el amigo imaginario o invisible del pequeño, una figura que a veces causa en los mayores dudas y temores.
«¿Tiene el niño algún problema?» o «¿Ve fantasmas?» son algunas de las dudas frecuentes ante un amigo imaginario en la infancia. Hay que mantener la calma porque la respuesta es que no: tener amigos imaginarios es de lo más normal (e incluso beneficioso) en cierta etapa de la vida de los menores, afirman los expertos.
Un amigo imaginario es «un personaje invisible con quien el niño juega durante varios meses, que tiene un aire de realidad para el pequeño, pero ninguna base objetiva aparente», define la especialista estadounidense Margaret Svendsen.
Uno de cada tres niños crean amigos invisibles
Los psicólogos infantiles no consideran la creación de amigos imaginarios como un problema patológico, sino como algo normal. Entre el 12 y el 33 % de los niños de entre dos y seis años crea amigos imaginarios, revela un estudio de Jacqueline Benavides Delgado, magíster por la Universidad del País Vasco e investigadora de la Universidad de Los Andes (Colombia).
Los niños que crean amigos imaginarios aprenden a comprender las emociones de los demás
Su trabajo indica que los amigos imaginarios permiten al pequeño relacionarse con el mundo, a través del juego y la fantasía, y expresar sentimientos y emociones que, de otro modo, quedarían reprimidos. Benavides explica que la creación de estos personajes invisibles no tiene por qué revelar carencias infantiles.
El amigo invisible «ayuda al niño a asumir el rol de un personaje y, por tanto, a ponerse en el lugar de otro«, dice. Los menores ejercitan a través de su amigo imaginario su capacidad de comprender las emociones de los demás.
Los amigos imaginarios no son alucinaciones, ya que son los pequeños quienes las crean y las controlan. Además, aparecen «en una etapa de desarrollo del niño que está marcada por la representación y el simbolismo», señala Benavides.
Los amigos imaginarios mejoran la capacidad lingüística
Los niños que crean amigos imaginarios tienen una mejor capacidad lingüística, afirma en un trabajo científico realizado por expertos de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda).
El estudio midió el vocabulario y la habilidad para narrar historias reales y de ficción, tanto en pequeños que tenían amigos imaginarios como en otros que no. El resultado fue que los primeros demostraron una capacidad para contar mejor las historias.
Según Elaine Reese, una de las directoras de la investigación, «los niños con compañeros invisibles pueden haber obtenido práctica extra contando historias», ya que primero crean relatos para sus amigos imaginarios y, luego, vuelven a contarlos a los adultos interesados.
Y «ya que la habilidad del pequeño para contar historias ayuda a la capacidad para leer, también puede mejorar su rendimiento académico«, añade la especialista.
Los amigos imaginarios pueden ser duraderos. Aunque lo más frecuente es que el niño deje de interactuar con ellos en torno a los seis o siete años de edad, en algunos casos tardan algo más en desaparecer. Y en ocasiones muy excepcionales continúan durante la adolescencia.
Los amigos imaginarios son un problema cuando el niño los usan para evadir responsabilidades
Esta prolongación del amigo imaginario no tiene por qué ser un problema. Sí lo son, cuando el pequeño los utiliza para evadir sus responsabilidades (niños que atribuyen a sus amigos imaginarios la culpa de las cosas que no han hecho bien).
El compañero invisible también es un obstáculo cuando dificulta los vínculos del menor con otras personas, porque prefiere estar con su amigo imaginario.
Cuando se advierten estas conductas, y mucho más si ocurren cuando el niño es mayor de siete años, se aconseja acudir a un profesional.