La leche de vaca constituyó durante décadas uno de los productos más valorados para la alimentación de los niños. Sin embargo, en los últimos años se han alzado muchas voces para señalar supuestos riesgos y problemas derivados de su consumo. Este artículo se refiere a la relación entre la leche de vaca y los menores, cuáles son los beneficios de su ingesta, qué cantidades se recomiendan para las diferentes etapas del desarrollo y si se puede asociar su toma con distintos riesgos o dificultades.
La leche de vaca y los niños
La leche de vaca proporciona numerosos beneficios a los niños. Está contraindicada durante los primeros 12 meses de vida, pero, a partir de que cumplen un año, tal como informa el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP), los menores sanos pueden tomar leche de vaca sin ningún problema y, de esa manera, aprovechar sus nutrientes.
Tanto la AEP como la Organización Mundial de la Salud y otros organismos recomiendan que, si es posible, la lactancia materna sea la alimentación exclusiva del bebé durante su primer semestre de vida y, luego, extenderla al menos hasta el año. Durante el segundo semestre, si bien los pequeños todavía no deben tomar leche de vaca, sí pueden comenzar a ingerir derivados lácteos y productos que incluyan proteínas de la leche de vaca, siempre que el riesgo alérgico sea bajo.
Los médicos incluso aconsejan dar a los niños leche de vaca antes que las fórmulas llamadas de crecimiento, junior o tipo 3, que las empresas comercializan como especiales para esta etapa. Un informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), publicado en 2013, destacó que tales preparados no aportan ningún nutriente que los pequeños no puedan obtener a través de una alimentación saludable y natural. Hasta podría tener efectos nocivos, ya que podrían producirse ingestas excesivas, a raíz de la introducción de algún componente sin el debido control.
¿Qué beneficios tiene la leche de vaca para los niños?
La leche es una de las principales fuentes de calcio, el mineral más abundante en el cuerpo humano, fundamental en la formación de los huesos y los dientes. Y no solo eso. «El consumo de leche y derivados lácteos mejora la calidad global de la dieta, en especial de calcio, potasio, magnesio, zinc, vitaminas A y D, riboflavina y folato», explican en un artículo José Manuel Moreno Villares y María José Galiano Segovia, pediatras del Hospital 12 de Octubre y del Centro de Salud Montessori, ambos de Madrid.
Por eso, estos expertos señalan que «la leche y el resto de productos lácteos constituyen un grupo de alimentos completo y equilibrado«, ya que -añaden- «sus proteínas (caseína y proteínas del suero) son de alto valor biológico, aportan hidratos de carbono (lactosa), grasas y vitaminas liposolubles».
La AEP detalla que la leche de vaca y sus derivados no son las únicas fuentes posibles de calcio. También el pescado, las yemas de huevo, verduras como la espinaca y las judías verdes, las legumbres, los cereales y los frutos secos hacen importantes aportes en este sentido. Pero pocos de estos alimentos superan a los lácteos, debido a que estos ofrecen «un elevado contenido de nutrientes en relación con el contenido calórico», como apuntan Moreno Villares y Galiano Segovia. Y, además, los demás alimentos en general son bastante más difíciles de dar a los niños pequeños que la leche.
Entre los beneficios a largo plazo del consumo de leche de vaca, estos expertos refieren que «reduce el riesgo de osteoporosis, al aumentar la adquisición de masa ósea durante el crecimiento, disminuyendo la pérdida ósea con la edad y reduciendo las fracturas osteoporósicas». Y, por otra parte, la ingesta adecuada de estos productos «parece tener un efecto protector frente al desarrollo de hipertensión arterial».
¿Cuánta leche de vaca deben tomar los niños?
Como describen Moreno Villares y Galiano Segovia en su texto, publicado por la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), se recomienda una toma de dos raciones diarias de leche y productos lácteos durante la primera infancia; entre dos y tres, para niños en edad escolar; y entre tres y cuatro, para los adolescentes. ¿Cuánto es una ración diaria? Equivale a entre 200 y 250 mililitros (ml) de leche o 125 ml de yogur o un trozo de entre 40 y 50 gramos de queso curado.
Por otra parte, tal como informa la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la leche de vaca aconsejada entre el año y los dos años de vida del pequeño es la entera, ya que la grasa que contiene contribuye con el desarrollo del cerebro. Y, desde los dos años, «los niños pueden tomar leche baja en grasa o incluso desnatada, si están con sobrepeso», indica el documento.
En los últimos años, “por razones no del todo conocidas, hemos asistido a una campaña de desprestigio de la leche de vaca, atribuyéndole efectos nocivos para la salud”, afirman los pediatras Moreno Villares y Galiano Segovia. Esos supuestos efectos nocivos van desde la alergia a la lactosa o las proteínas de la leche hasta mayor riesgo de contraer asma, trastornos del espectro autista, enfermedades cardiovasculares y cáncer. El riesgo de estas alergias está demostrado que existe, pero los expertos consideran “poco probable” encontrar una asociación entre el consumo de leche y los demás problemas y enfermedades.
Con respecto a las alergias, existen varias recomendaciones para prevenirlas, enunciadas por la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN), la Sección de Pediatría de la Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica (EAACI) y otros organismos. Las más importantes son:
- Siempre que sea posible, hacer de la lactancia materna la alimentación exclusiva del bebé durante el primer semestre y prolongarla, al menos, hasta el año de vida.
- Incluir lácteos en la dieta de la madre durante el embarazo y la lactancia, así como otros productos considerados alergénicos (pescado, huevos, etc.), además de procurar que su alimentación sea natural, saludable y equilibrada.
- Si se necesita un suplemento para la lactancia materna, recurrir a fórmulas adaptadas de leche de vaca, salvo que los antecedentes familiares determinen un alto riesgo de alergia a las proteínas de la leche de vaca.