Los especialistas de la Asociación Española de Pediatría (AEP) lo tienen claro: automedicar a un niño es una práctica irresponsable y puede tener potenciales efectos adversos difíciles de prever. Sin embargo, las conclusiones de un estudio reciente desvelan que, al igual que en los adultos, la tasa de automedicación de los menores en España excede lo aconsejable, con todo lo que ello implica. En este artículo se detallan cuatro razones por las que es recomendable no administrar fármacos a los niños sin prescripción del especialista, además de explicar qué es la medicación “por poderes” y describir el perfil de la persona que la realiza con más frecuencia.
Automedicarse es una práctica frecuente entre los adultos de nuestro país, ya sea ante algunos trastornos leves, como un dolor de cabeza o de estómago, o ante dolencias de mayor envergadura, como infecciones o procesos víricos. Y es que, tal como revela la última Encuesta Nacional de Salud, «más del 20% de la medicación consumida para los catarros, el dolor, la fiebre y los reconstituyentes es automedicada». Además, el sondeo también ratifica que España destaca por ser uno de los países «con mayor grado de automedicación con antibióticos de Europa».
La medicación por poderes a los niños
La administración de fármacos sin prescripción médica en el caso de los adultos se realiza de forma libre y voluntaria y se basa, por lo general, en los síntomas que el propio paciente es capaz de percibir.
El 32% de los menores que acuden a urgencias han sido automedicados con anterioridadSin embargo, cuando se trata de menores, el concepto cambia de forma sustancial y pasa a denominarse medicación «por poderes», puesto que la decisión de medicar no la toma el pequeño, sino el adulto responsable de él, en función de su interpretación subjetiva de la dolencia que sufre. Una investigación reciente publicada en la revista de la AEP desvela que la automedicación de los niños en España alcanza también unos porcentajes muy elevados y que el 32% de los menores que acuden a urgencias «han sido automedicados previamente».
Los datos de este estudio, llevado a cabo en el departamento de pediatría de la Universidad de Granada, señalan que en el 90% de los casos es la madre quien resuelve administrar el fármaco. La progenitora basa su decisión en la experiencia previa con enfermedades de otros hijos; de ahí que la automedicación sea más habitual en familias numerosas. El diagnóstico y la prescripción farmacológica que hiciera el especialista en un caso anterior facilita a la madre la identificación de los síntomas y de la medicina que puede ser de utilidad para combatirlos; de hecho, el 85% de los medicamentos «son restos de tratamientos anteriores».
Tras analizar cerca de 2.000 casos, los investigadores concluyeron que la medicación «por poderes» es más frecuente por parte de madres con estudios medios y superiores. Además, tiene como protagonistas a los hermanos más pequeños, siempre que hayan superado los dos años de edad, puesto que en edades más tempranas las madres perciben mayor vulnerabilidad y prefieren medicar a sus hijos por prescripción de un especialista.
Cuatro razones para no automedicar a los niños
1. Errores en la dosis. Según un estudio realizado en el Hospital Rey Don Jaime de Castellón, tres de cada diez niños automedicados no reciben la dosis correcta, ya sea por exceso o por defecto. Mientras que cuando la dosis es superior a la indicada existe peligro de intoxicación, en el caso contrario el riesgo es que el medicamento no tenga el efecto deseado.
2. Retraso en el diagnóstico. Al administrar el medicamento sin ningún tipo de valoración, los padres demoran el momento de acudir al especialista. El fármaco puede, asimismo, enmascarar una patología más grave y retardar su diagnóstico y tratamiento.
3. Exceso de antibióticos. Algunos padres por error automedican a sus hijos con antibióticos para tratar procesos víricos. El exceso de este medicamento puede provocar que el organismo del pequeño cree resistencia a él y cuando sea necesario administrarlo para tratar un proceso infeccioso, ya no sea efectivo.
4. Reacciones adversas. Algunos fármacos, si no se administran en la dosis correcta o no corresponden para tratar una determinada patología, pueden ocasionar algunas reacciones adversas en los pequeños, como erupciones cutáneas, vómitos o diarreas.