La mastitis es, desde el punto de vista médico, la principal causa del abandono precoz de la lactancia materna. Por ello, conviene tomar medidas para prevenir su aparición o tratarla lo antes posible, ante el surgimiento de los primeros síntomas, para evitar que el cuadro se agrave. Este artículo explica por qué vaciar el pecho en cada toma constituye la mejor prevención, la importancia de la postura al amamantar como otra medida de precaución, qué hacer ante los síntomas precoces de la mastitis y cómo actuar cuando se recetan antibióticos para tratar la mastitis infecciosa.
Vaciar el pecho en cada toma, la mejor prevención
La mastitis es un problema durante la lactancia que consiste en la inflamación de los pechos, lo cual provoca dolor y, en ocasiones, una infección, con consecuencias como fiebre, malestar general y sensación de debilidad. Si bien puede producirse en cualquier momento, en la gran mayoría de los casos (entre el 75% y el 95%) tiene lugar en las primeras 12 semanas.
Según la ‘Guía de lactancia materna para profesionales de la salud‘ editada por el Gobierno de La Rioja y avalada por la Asociación Española de Pediatría (AEP), la mastitis es, desde el punto de vista médico, la principal causa de destete precoz. Por ese motivo, y con el fin de que se puedan cumplir los objetivos de lactancia materna recomendados tanto por ese organismo como por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros, es muy importante conocer las medidas que ayudan a prevenir su aparición.
La principal razón de la mastitis es la estasis o retención de leche en los pechos; es decir, el estancamiento que se produce cuando la mama no se vacía bien. Como consecuencia, la leche presiona y acaba por romper los alvéolos mamarios y pasa a los tejidos que los rodean. Por eso se inflaman y ocasionan dolor. De modo que la mejor prevención para la mastitis consiste en amamantar a demanda y vaciar bien el pecho en cada toma. Si por algún motivo el bebé no puede tomar toda la leche que la madre produce, se recomienda la extracción manual o el empleo de un sacaleches.
La postura al amamantar, otra clave para evitar la mastitis
No todas las retenciones de leche derivan en una mastitis. En general, esto sucede en menos del 10% de los casos, según se informa en ‘Lactancia Materna: guía para profesionales‘, editada también por la AEP.
Y, por otro lado, la mastitis no siempre es infecciosa. Sin embargo, una mastitis no infecciosa no resuelta sí puede derivar en una infección. «La retención de leche favorece el crecimiento bacteriano y sobrepasa la capacidad de los factores de defensa contenidos en la leche humana para proteger al pecho de la infección», apunta el documento.
También las grietas en el pezón están relacionadas con la mastitis. Esas pequeñas heridas «pueden ser la puerta de entrada de la infección en la mama», recoge el texto de la AEP, debido a la acción de los microorganismos allí alojados.
De todos modos, los dos problemas (la falta de vaciado del pecho y las grietas en el pezón) pueden deberse a una causa anterior: una mala posición del bebé al mamar. Si el niño succiona solo el pezón y no toda la areola, la extracción de leche es menos eficaz y lesiona el pecho. Por ello, una buena postura al amamantar es clave en la prevención de la mastitis.
Medidas ante los síntomas precoces de la mastitis
En caso de que no tome medidas de prevención, o de que estas resulten insuficientes, conviene que la madre lactante esté muy atenta a los síntomas precoces de la mastitis. La OMS, en el documento ‘Mastitis. Causas y manejo’ sobre este tema, recomienda, ante cualquier factor de riesgo, como la pérdida de tomas, o sensación de malestar (fiebre, dolor de cabeza, náuseas, etc.), «revisar sus pechos para ver si hay algún bulto o si hay cualquier dolor, calor o enrojecimiento«.
En caso de que encuentre alguno de esos síntomas, aconseja tomar una serie de medidas para tratar de impedir que el cuadro empeore. Las más importantes son:
- Descansar. Si es posible, hacer reposo en cama. Un estudio de 1990 halló que los principales factores que precedían a la aparición de la mastitis eran la fatiga y el estrés, los cuales posiblemente hacían a las madres descuidar el modo en que daban de mamar. Inma Marcos, de la asociación Alba Lactancia Materna, apunta en un artículo que, a menudo, detrás de este problema «hay un fuerte agotamiento de la mamá o fuertes tensiones familiares». La mastitis sería, en este sentido, una llamada de atención por parte del propio cuerpo.
- Amamantar muy a menudo del pecho afectado. Al contrario de lo que podría creerse, dejar de dar ese pecho no solo es innecesario (pues no supone riesgo alguno para el bebé) sino también perjudicial, ya que genera una mayor acumulación de leche y, por lo tanto, empeora el problema. La leche del pecho afectado tiende a ser más salada y, a veces, el niño la rechaza, por lo que es imprescindible el uso de un sacaleches o extraerla de forma manual. Entre un 5% y un 11% de las mastitis derivan en un absceso mamario, una acumulación de pus que requiere, en la mayoría de los casos, una intervención quirúrgica para su curación.
- Dar calor. Las compresas calientes alivian los síntomas, lo mismo que darse un baño o una ducha con agua tibia.
- Masajear los senos. Los masajes se deben efectuar con suavidad sobre la zona abultada y en particular mientras se amamanta al pequeño, para ayudar a que la leche fluya.
Estas medidas a menudo previenen el estancamiento de leche o «que la progresión de los signos precoces de mastitis desemboque en una mastitis grave», señala el texto de la OMS. Así, se puede evitar el surgimiento de la mastitis infecciosa, que es «un problema infravalorado», según un estudio de 2009 sobre la mastitis realizado por expertos de la Universidad Complutense de Madrid. Si al día siguiente de advertir los síntomas la situación no mejora, la recomendación es acudir a la consulta del médico.
Al igual que ante muchos otros tipos de infección, el tratamiento de la mastitis infecciosa incluye antibióticos. Pero, en general, los medicamentos que se recetan son compatibles con la lactancia. Se deben tomar entre 10 y 14 días y no abandonarlos, aunque los síntomas desaparezcan y el problema parezca superado. “Tandas más cortas -informa la OMS- se asocian con mayor incidencia de recidivas”, es decir, la reaparición de la enfermedad después de algún tiempo e, incluso, con la formación de abscesos.