Entrevista

“La baja maternal o el permiso preparto son medidas que no cambian la realidad: sigues cuidando en la precariedad”

Diana Oliver, periodista especializada en maternidad, infancia y salud
Por María Huidobro González 25 de junio de 2022
Diana Oliver periodista maternidad
Diana Oliver (Madrid, 1981) se mete en todos los charcos de la maternidad, y no le importa mojarse. Madre de dos y periodista freelance especializada en maternidad, infancia y salud, se estrenó en 2017 entre el público infantil con un cuento sobre lactancia materna (‘Tetita’) y, poco después, publicó ‘¡Ñam! Sobre lo que comemos’, un álbum ilustrado sobre alimentación saludable para los niños y sus familias. Ahora, se atreve a contar lo que supone tener hijos en la actualidad con el ensayo ‘Maternidades precarias’. Charlamos con ella, como no podía ser de otra forma, acerca de la maternidad.

¿El mejor calificativo para la maternidad de hoy en día es “precaria”?

Faltaba ese discurso centrado en la precariedad que nos atraviesa, que está presente en lo laboral, pero también en lo económico, en la vivienda, en cómo vivimos, en cómo nos relacionamos… Esta precariedad estructural condiciona enormemente la experiencia de la maternidad, la infancia y sus necesidades. Me parecía que todos los discursos imperantes se centran en la conciliación, en lo laboral y en cuestiones que dejan de lado las verdaderas dificultades que están ahí, en la precariedad.

Entonces, ¿todas son precarias? Pero hay privilegios, grados…

No hace falta tener una pobreza suprema para sufrir las consecuencias de la falta de apoyo en la maternidad. Muchas mujeres que, aparentemente, tienen situaciones privilegiadas porque tienen un empleo y un hogar o no sufren violencias, en realidad también están atravesadas por un montón de dificultades, porque no logran hacer posible tener hijos o no llegan a ser madres o cuando lo son, su situación se precariza y complica aún más porque todo está en un alambre, es tanta la incertidumbre en los empleos, la vivienda está tan cara…. Se enfrentarán a menos conflictos en ese sentido, pero no creo que escapen del resto de la precariedad: de ese individualismo o de cómo nos relacionamos.

En EE.UU. sí que viven una maternidad precaria: sin baja laboral y sin poder alimentar a sus hijos porque no hay leche de fórmula. O la de Ucrania, u otro país en conflicto, cuyas madres no pueden asegurar nada.

Exacto. En el caso de EE. UU. la falta de abastecimiento de leche artificial deja en evidencia que apostarlo todo al capitalismo y al sistema neoliberal, y no escuchando las necesidades de la maternidad, nos perjudica. Porque ahora ha sido el desabastecimiento, pero puede ser un conflicto bélico, un desastre natural… Hacer que el mercado y la sociedad provoquen que las madres dependan única y exclusivamente de la leche artificial es muy peligroso. Por eso debemos reclamar que las mujeres que quieren amamantar puedan hacerlo. Porque hoy el sistema lo impide: muchas no tienen tiempo para amamantar, ni información, ni el sostén de otras personas que les ayuden cuando tienen un problema, y no hay bajas de maternidad lo suficientemente largas para que puedan sostener una lactancia el tiempo que desean. El problema es que el sistema nos empuja permanentemente a consumir y consumir, y cuando algo falla, caemos nosotras.

Y eso si tienes un hijo sano.

Sí, porque si no, la precariedad es mayor. Si tus hijos tienen alguna patología, distintas capacidades o hay algo que impida un funcionamiento normal, como socialmente está establecido, en la guardería o el colegio, y tienes que ir a otros especialistas o al médico más a menudo o tienes que dedicarte plenamente a cuidar, ahí tampoco estás sostenido. No hay un apoyo real. No hay una prestación que te permita dedicarte a ese cuidado y sostenimiento. Y todo se complica mucho más.

¿Cree que la pandemia ha precarizado más la maternidad o solo la ha visibilizado más?

Visibilizó lo que significaba estar y cuidar, lo que era parar y lo mucho que necesitábamos bajar ese ritmo en el que estamos metidas. Pero creo que se nos ha olvidado bastante. Iba a cambiar el mundo y todo iba a ser mejor, pero hemos vuelto a la normalidad de las carreras, la imposibilidad de llegar a nada, el conflicto permanente entre el cuidar y hacer otras mil cosas que te exigen o que necesitas para sobrevivir. La pandemia ha sido una pausa, y ahora, vuelta al ritmo.

¿Ser periodista sobre temas de maternidad e infancia le ayuda de cara a la educación de sus hijos?

Tener más conciencia muchas veces también provoca más sufrimiento. Cuando sientes que no encaja lo que necesitas hacer y quieres hacer con lo que el sistema te empuja a hacer, te genera mucho conflicto. Pero cuanto más sabes de esto, escuchas, lees y hablas con otras mujeres, todavía te enfadas más, pues te parece que las complejidades son mayores y aumentan. Muchas veces me digo que es mejor no saber nada.

Hay un término de moda (mom shaming), que se refiere a criticar y culpar sistemáticamente a las madres por su forma de criar. ¿Nos exigen o nos autoexigimos como madres?

Ambas cosas. Hay una presión enorme y una hiperexigencia externa a nivel social y en el entorno familiar, pero también nosotras nos exigimos mucho en las madres que queremos ser.  Y a pesar de esa hiperexigencia, nos lo ponen muy difícil con unos estereotipos muy marcados de la maternidad patriarcal. Para nosotras, querer hacer muchas cosas y no poderlas hacer porque el sistema no te lo permite, nos genera mucho sufrimiento; es una lucha constante. Y eso está lejos de la hiperexigencia externa e interna. El problema es mucho más complejo que pensar en el ideal de madre o en la profesionalización de la crianza.

Y eso de “maternidad o carrera profesional” sigue pasando.

Es otra de las cuestiones que me parecía interesante abordar en el libro. En los medios, las redes sociales y a nivel institucional, muchas mujeres con unos altavoces muy potentes hablan de conciliación, de poner los cuidados en el centro, de llegar a un equilibrio feliz si conseguimos adaptarnos al sistema… Y lo que yo planteo es que, al hablar de carreras profesionales, se están dejando abandonadas a otras muchas personas que no las tenemos, pues tenemos un trabajo para pagar facturas, para vivir. Para nosotras la vida está fuera de lo laboral. Cuando centras todos tus reclamos en lo laboral y en las carreras, te estás centrando en un pequeño sector de la población muy privilegiado que tiene mucho poder y altavoz. Tanto, que ha conseguido que hagamos nuestros esos reclamos que están lejos de las necesidades de una persona que no llega a final de mes, con trabajos precarios de 12 horas, alquileres que se llevan el sueldo y sin red alrededor en la que sostenerse. Hay una realidad fuera de esos discursos que no se está viendo y que hay que visibilizar: no hay carreras profesionales para todas, no todo el trabajo es fantasía, hobby y felicidad, y hay mucho dolor ahí.

Y muchas veces partimos de ese ideal, de querer dedicar más tiempo para nuestros hijos, y que sea de calidad, y tiempo para el autocuidado… ¿Podemos aspirar a todo?

No, no. Por un lado, está lo laboral, y por otro, los cuidados. Son mundos muy diferentes, antagónicos, que exigen cosas completamente distintas. Y si no cambiamos lo laboral, lo económico, la forma en la que vivimos…, es imposible cuadrarlos. Los cuidados requieren de unos tiempos, un espacio, otros ritmos y, sobre todo, de muchas personas, solidaridad, colectivo. Y el mundo laboral, por mucho que nos vendan el trabajo en equipo, es individualismo, económico, capitalismo, el interés de la empresa, pero no el de las personas. Para mí es muy difícil tenerlo todo, porque “tenerlo todo” hoy significa tener éxito en lo laboral. Si no le damos el verdadero valor a cuidar, acompañar, sostener, criar, tener hijos, pasar por un embarazo, parto, posparto, lactancia…, van a seguir siendo dos mundos divididos.

¿Falta una mirada de madre?

Hay que maternizar a la sociedad, como dice Marcela Lagarde. Tenemos que aspirar a ser una sociedad maternizada, que cuida sin complejos, dando valor a la maternidad, a lo enorme que es dar vida, tener hijos… Se piensa en los hijos como importantes para pagar las pensiones y seguir sosteniendo esta rueda, algo superegoísta. Y luego no estamos sosteniendo cómo está llegando la vida, cómo la estamos cuidando y protegiendo. Estamos completamente abandonadas, por muchas políticas que haya y se supone que están cambiando. Y sí que hay una mirada mayor, pero se sigue centrando en lo mismo, en lo laboral.

Una baja maternal corta, una baja preparto ridícula…

Sí. Son medidas que no cambian la realidad: sigues cuidando en la precariedad. Por eso defiendo enormemente los permisos transferibles, porque cada familia debe decidir cómo se organiza. Realmente ahí le estás dando valor a la maternidad. Pero si estás asumiendo que será perjudicial para la mujer pensando en el mercado laboral, estás cometiendo un error, porque ya la estás culpabilizando de querer ejercer su derecho a cuidar. Si ocurre una discriminación porque una mujer cuida, el problema no está en la madre, ni el bebé, ni en los cuidados, sino en las empresas que ejercen esa discriminación. Eso es patriarcado, sometimiento, pro al neoliberalismo, y es ahí donde hay que poner el foco, en culpabilizar a quienes no apoyan el derecho, y no a quienes lo quieren ejercer.

No tenemos hijos, y los millennials parece que tampoco quieren tenerlos. ¿Qué está pasando? ¿Vemos la maternidad de una forma distinta a la de nuestras madres?

El deseo de la maternidad está condicionado por muchos factores. Están tus propias experiencias personales, cómo ha sido la relación con tu madre o tu abuela, las mujeres que tienes alrededor, cómo se han visto los cuidados en casa. Hay mucho de egocentrismo y de querer trascender a través de otra persona. Y también es vocacional, una pulsión interior. Pero ya la maternidad no es un destino como lo pudo ser para las generaciones anteriores: para ellas llegar a ser madre era lo natural y normal, no había métodos anticonceptivos y hasta que el aborto no ha sido legalizado y reconocido como un derecho, ha pasado mucho tiempo en el que las mujeres han puesto en peligro su vida y han tenido que ser madres sin quererlo o sin planteárselo. Hoy podemos decidir más libremente, pero hay otra serie de condicionantes.

¿Cuáles?

El deseo de ser madre compite con otros deseos. Pero, además, está la precariedad: no se dan las condiciones laborales y económicas para poder tenerlos. ¡Si tú no te puedes sostener a ti misma, cómo vas a sostener a otras personas! Y se empieza a hablar muchísimo de todas las mujeres que no quieren ser madres con conciencia y libremente, mujeres como la escritora Marta Sanz que hablan de que tienen derecho a no ser madres y a que no se lo pregunten constantemente.

¿Nos podemos fijar en otros países para revalorizar la maternidad?

Sí. Pero hay mucha trampa al hablar de los países más avanzados: cuando se defienden los permisos intransferibles, se suele decir que los padres se implican más, porque los permisos son mayores para ellos. Y en realidad, sí te pones a rascar los datos, en Europa las madres tienen muchísimos más derechos de los que tenemos en España. Somos de los países europeos con la baja de maternidad más escasa; los que menos tiempo podemos estar con nuestros hijos; y los que antes los institucionalizamos, pues a las 16 semanas ya están en una guardería. En muchos países europeos los bebés pueden pasar su primer año de vida con sus familias. Y eso es a lo que tenemos que tender: a que nuestros hijos puedan estar en un entorno más familiar y no tengan que entrar desde tan pronto en un espacio mercantilizado con otros cuidadores desconocidos, como lo es una guardería.

Y en todo esto, ¿cómo están los padres?

Están más implicados y muchos son conscientes de la dimensión de los cuidados. Pero otros muchos no. Y nosotras no podemos estar formándoles, animándoles, educándoles para que sean unos padres corresponsables, a pesar de que se invierte mucho presupuesto y mucha energía en ello. La implicación real tiene que salir de ellos. Tienen que reclamarlo ellos. Y para eso, la maternidad, los cuidados y la paternidad tienen que ser experiencias que merezca la pena vivirlas y que sean sostenidas económicamente y valoradas socialmente. Porque parece que los cuidados solo importan cuando los ejercen ellos. Y hay que luchar por derribar eso, por normalizarlos.

¿Qué ha aprendido sobre la maternidad desde la propia experiencia como madre y desde el lado profesional que pueda compartir?

Que la maternidad es mucho más sencilla cuando nos acompañamos. Lo más duro de la maternidad es la crianza intensiva a la que nos somete el individualismo, la forma en la que estamos viviendo actualmente, tan solas, con esa ausencia de la familia cercana, de una red que te sostenga. Es la cuestión que más me ha costado asimilar de la maternidad. Y también, como decía Jane Lazarre: ”Ahora soy madre, y eso significa que no soy nada”, esa continua sensación de que en la maternidad de los cuidados no importas y pasas a ser un personaje secundario ya no de tu vida, sino de la sociedad.

Aún no se ha estrenado en la adolescencia. ¿Cómo la atisba?

La crianza tiene diferentes etapas y necesidades según su momento. Los primeros años, durante la infancia, tiene unas necesidades más físicas, de construcción del apego, de contacto, de más tiempo y paciencia.  Y, según los niños van creciendo, adquiriendo autonomía y buscando referentes en otros grupos, deben ser acompañados, porque necesitan estar acompañados, necesitan saber que, si algo falla, estás ahí, que tienen su casa, su hogar y su familia presente. Hay que reclamar que podamos tener tiempo con los hijos, tanto en la infancia como en la adolescencia.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube