Cuando el niño empieza a asistir al colegio o la guardería, comienza una nueva etapa muy importante no solo para él sino también para sus padres. Si durante el horario escolar sus progenitores no trabajan fuera de casa, tendrán que afrontar una situación a la que se habían desacostumbrado: el silencio. Esta circunstancia puede generar sensaciones de soledad y tristeza, pero también se puede ver como una oportunidad. A continuación se aborda la etapa que para padres e hijos comienza con la escolarización, lo difícil que puede ser el silencio del hogar sin el pequeño, la comunicación como una clave para aceptar las emociones e ideas para aprovechar el tiempo en que el menor está en la escuela.
Empieza el cole: una nueva etapa
El comienzo de las clases escolares representa, en muchos casos, una primera separación real entre los padres y su hijo. De hecho, es una etapa de gran importancia en la vida de la familia, tanto para los adultos como para los niños. El inicio del colegio es un cambio fundamental, y en sus primeros momentos se da una fase de transición, durante la cual a todos les llevará un tiempo acostumbrarse. Se producen «no solo cambios a nivel de rutinas y cuidadores, sino también en el estadio madurativo y en el nivel de exigencias que se volcarán en el niño», explica Jésica Rodríguez Czaplicki, psicóloga perinatal y psicopedagoga, miembro de la Asociación Española de Psicología Perinatal (AEPP) y de El Parto es Nuestro.
El modo en que el pequeño comience y se adapte a la escuela dependerá, en buena medida, del vínculo de apego que haya creado en el hogar. «Los niños que provienen de hogares con un apego seguro tendrán una mejor adaptación que aquellos que provengan de relaciones ambivalentes o inseguras», afirma Rodríguez Czaplicki.
La actitud con la cual los padres afronten este cambio de etapa resulta vital para la adaptación e integración del menor. La psicóloga infantil María Ángeles Albamonte, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA), señala que «las primeras separaciones del niño son muy importantes y la forma en que se hagan contribuye a aumentar o disminuir la confianza en los padres, lo cual tiene consecuencias a lo largo de mucho tiempo».
La casa sin el niño, un silencio que puede ser difícil
Sin embargo, a menudo la separación es más dura para los padres que para el propio hijo. El pequeño no puede tener del todo conciencia del nuevo periodo que se abre en su vida, pero los adultos sí. Por eso, Ricardo Jarast, también miembro de la SEPYPNA, destaca que «los adultos deben reconocer sus propios miedos y manejarlos».
Para muchos padres y madres, el comienzo de la escolarización del niño -ya sea en la guardería o en el colegio- equivale a la posibilidad de reincorporarse a sus puestos de trabajo. Pero no siempre es así. Hay muchas personas que no trabajan fuera de casa, ya sea porque están en el paro o porque han decidido dedicarse a la maternidad o paternidad a tiempo completo. Y también están quienes desempeñan sus empleos remunerados desde su propio hogar.
En estos casos, se presenta una situación que puede ser algo difícil: ¿cómo sobrellevar el silencio que queda en la vivienda en ese momento en que, por primera vez en mucho tiempo, no se escuchan las risas y las correrías (e incluso los llantos) del niño? Se produce algo que, de alguna manera, es parecido al llamado «síndrome del nido vacío», la sensación de soledad y tristeza que muchos padres experimentan cuando los hijos abandonan el hogar.
La comunicación, una clave para aceptar las emociones
Como en tantos otros asuntos, una de las claves radica en la comunicación. «Es básico que los progenitores se permitan hablar entre ellos de la ansiedad que puede suponer esa primera separación, esa conciencia del cambio de bebé a niño«, describe Rodríguez Czaplicki. Para esta especialista, esta es una manera de validar sus emociones y, gracias a ello, aceptarlas.
Por otra parte, se debe ver la transición como un logro evolutivo, una etapa llena de aprendizajes, también en este sentido no solo para el pequeño sino también para sus padres. No hay que perder de vista en ningún momento que la separación debida a la escuela no dura más que unas horas, y que poco después ya volverán a estar juntos.
La mejor manera de adaptarse al nuevo momento es, en opinión de los expertos, buscar ocupaciones para aprovechar ese nuevo tiempo libre. Es probable que este tiempo se presente por primera vez en meses o años, de modo que se debe procurar verlo no como un periodo de pérdidas, sino de oportunidades.
Mónica Álvarez, psicóloga perinatal, socia fundadora de la AEPP, recomienda coger una libreta y apuntar todas las actividades que se pueden hacer en las horas en las que los niños no están en casa. Su propuesta no pasa por pensar “cosas en plan de ‘hacer por hacer’, para matar el tiempo hasta que vuelvan, sino actividades que en realidad llenen y aporten calidad de vida”. Algunas de sus ideas son:
- Cuidado personal: desde un baño largo y relajante hasta hacerse la pedicura o ir al masajista.
- Ir de compras o pasear por sitios que se lleva mucho sin visitar.
- Solo relajarse y descansar o dormir.
- Decorar o hacer pequeñas obras en la casa.
- Almorzar o comer en pareja o con amigos.
- Apuntarse a un curso o al gimnasio, salir a correr, andar o montar en bici.
- Buscar trabajo, las personas que hasta ese momento no lo tuvieran.
- Organizarse mejor. Sobre todo, tratar de realizar la mayor parte del trabajo durante el horario escolar, para poder disfrutar al máximo del tiempo compartido con el hijo. Esto muchas veces no es posible, pero vale como objetivo, en particular para personas que trabajan en casa o de forma independiente, a fin de que las vacaciones, los fines de semana e incluso las tardes y noches queden libres y sean para compartir con el pequeño.
Por todo esto, Álvarez resalta la importancia de “dejar de lamentarse porque los niños no están y ocuparse en cosas que realmente van a aportarnos, y mucho, a todos los miembros de la familia”.