Ultraprocesados, perjudiciales para la salud
Cada vez son más los estudios que vinculan el alto consumo de alimentos ultraprocesados con una mala salud. Y es que, según la evidencia científica actual, hay una asociación muy destacada entre la ingesta de ultraprocesados y algunas enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares, la diabetes y la obesidad.
Este verano conocíamos dos trabajos publicados en la revista ‘The BMJ ‘ (esta investigación realizada en EE. UU. y otro estudio italiano) que relacionaban el abuso de este tipo de productos con un mayor riesgo de mortalidad cardiaca, cáncer colorrectal y muerte prematura.
Ultraprocesados en el embarazo, dañinos para el bebé
Y en fechas recientes, dos estudios ponen en jaque al consumo de alimentos ultraprocesados durante la gestación al señalar que repercuten de forma negativa en el desarrollo de los niños.
Una investigación pionera llevada a cabo en España determina que comer demasiados productos ultraprocesados en el embarazo perjudica al neurodesarrollo infantil, es decir, al proceso de crecimiento y constitución de su sistema nervioso (cerebro, cerebelo, médula espinal…). En concreto, el trabajo publicado en ‘Clinical Nutrition’ constata por primera vez que abusar de este tipo de alimentación durante la feliz espera afecta a las capacidades lingüísticas y verbales del pequeño. “Observamos una asociación adversa entre el consumo de ultraprocesados durante el tercer trimestre del embarazo y la función verbal infantil a los 4-5 años, que es un dominio cognitivo importante relacionado con la expresión verbal y el razonamiento conceptual verbal”, concluyen.
Estamos ante el primer trabajo científico que explora la asociación entre el consumo materno de ultraprocesados en el embarazo y el desarrollo neuropsicológico infantil. Se trata de una iniciativa del Grupo de Investigación NeuroÈpia del IISPV (Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili), de Tarragona, con la colaboración deI Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y otras instituciones, como la Universitat Rovira i Virgili y el Centro de Investigación Biomédica en Red.
Y es que un estudio previo recogido en 2018 por el ‘American Journal of Preventine Medicine’ ya observó una asociación adversa entre el consumo de bebidas azucaradas durante la gestación y el funcionamiento cognitivo del niño. Aunque la conclusión que hacía es interesante, este trabajo solo se fijaba en un producto.
De ahí la importancia de la investigación que nos atañe, pues incluye bebidas dulces (refrescos, zumos), pero también productos azucarados (chocolates, caramelos, cacao), alimentos fritos (patatas), productos lácteos (natillas, flan, helados), cereales de desayuno (cereales, galletas, pasteles), carne procesada (salchichas, paté, hamburguesas, croquetas) y otros (pizza, kétchup, margarina, licores).
Para llegar estas conclusiones, se estudió durante cuatro años (2004-08) a una muestra representativa compuesta por cerca de 1.600 madres españolas y sus respectivos hijos e hijas en Asturias, Gipuzkoa, Sabadell y Valencia. Mientras a las embarazadas se les preguntó sobre la frecuencia de consumo de 101 alimentos fijándose principalmente en el tercer trimestre, a los peques se les hizo un seguimiento desde que nacieron y hasta que cumplieron los cinco años.
🤰 ¿Por qué en el tercer trimestre?
El periodo de 24 a 42 semanas de gestación es un periodo muy vulnerable para el desarrollo del cerebro infantil. En esta etapa, el cerebro del feto “es particularmente plástico y puede sufrir cambios adversos en la estructura y la función, debido a las características de salud materna durante el embarazo, con el potencial de implicaciones cognitivas a largo plazo. Requiere nutrientes y si la dieta materna durante el embarazo no es adecuada, puede producirse disfunción cognitiva infantil. Además, en estudios experimentales, se ha demostrado que la exposición al exceso de grasas saturadas, que producen estrés oxidativo, provoca neuroinflamación y afecta al funcionamiento cognitivo de la descendencia”, detallan los científicos en su artículo.
👶 ¿Y por qué analiza la etapa preescolar?
A estas edades (4-5 años), los peques desarrollan capacidades lingüísticas como, por ejemplo, el razonamiento y la agilidad verbales o la memoria numérica. “Algunos ejemplos de habilidades lingüísticas son el hecho de aprender a relacionar conceptos verbales que son similares, haciéndole completar frases al niño del tipo un gato y un perro son… (La respuesta es mamíferos). También estamos hablando de la fluidez verbal, que podría expresarse siendo capaz de nombrar el niño, durante 20 segundos, nombres de diferentes frutas”, explica Jordi Júlvez, responsable del grupo de investigación.
Para evaluar el desarrollo de los preescolares se usaron escalas psicométricas estandarizadas y validadas internacionalmente. El principal resultado del estudio fueron las puntuaciones de las Escalas McCarthy de las Capacidades de los Niños (4-5 años) que analizaron las siguientes funciones: cognitiva global, de memoria, verbal, de desempeño perceptivo y motora. Como resultado secundario, se utilizaron las Bayley Scales of Infant and Toddler Development con el fin de evaluar el desarrollo mental y motor de los bebés de un año.
➡️ Datos interesantes del estudio
Júlia Puig, nutricionista y profesional en salud pública del grupo de investigación de ISGlobal, comenta que para evaluar si la dieta de las gestantes contenía una carga elevada de alimentos ultraprocesados, las dividieron en tres grupos iguales: en el primero se incluían a las madres con un nivel de ingesta bajo de ultraprocesados, otro con las de un nivel medio y otro, alto. “Pudimos ver —indica— que los hijos de las madres que formaban parte del nivel elevado obtenían una puntuación baja en el apartado de habilidades verbales. Es importante saber que el perfil de la madre de ese grupo era el de una mujer con estudios primarios, de clase social baja y que no sigue de forma habitual una dieta mediterránea. Tener en cuenta estos aspectos nos ofrece una visión más global de esta realidad”.
Otros datos interesantes de este estudio:
- El consumo medio materno de ultraprocesados durante el tercer trimestre del embarazo fue del 17,2 % de la ingesta total de alimentos.
- De ellos, las bebidas dulces y los zumos son el grupo más destacado (40 %). Le siguen la carne procesada (14 %), los productos azucarados (13 %), otros (12 %), los productos lácteos (9 %), los productos fritos (8 %) y, finalmente, cereales para el desayuno (4 %).
- Las mujeres del norte de España (Asturias y Gipuzkoa) registraron un menor consumo de ultraprocesados, mientras que las que residían en las regiones mediterráneas (Sabadell y Valencia), uno mayor.
- Las madres con mayor índice de vulnerabilidad familiar, menor nivel educativo y menor nivel social reportaron mayores niveles de ingesta de estos productos.
- Las mujeres que informaron un mayor consumo también refirieron una menor adherencia a la dieta mediterránea.
- Los informes más bajos sobre la ingesta materna de ultraprocesados se relacionaron con la mayor duración de la lactancia de sus hijos.
“No debemos pasar por alto los determinantes sociales de la salud que podrían impedir que las mujeres reduzcan la ingesta de alimentos ultraprocesados —concluyen los autores de esta investigación publicada en ‘The British Medical Journal‘—. Estos pueden incluir la falta de tiempo adecuado para preparar alimentos, los costes adicionales de una dieta más saludable (incluida la vida útil limitada que podría resultar en un mayor desperdicio), el hecho de que la mayoría de las madres sean las únicas responsables de los alimentos del hogar y el acceso limitado a opciones de alimentos saludables debido a la ubicación geográfica o al precio”.