La llegada del buen tiempo invita a disfrutar del aire libre, sobre todo cuando hay niños en casa. Da igual que se les proponga ir de acampada, a la montaña o a la playa; para ellos, un día de excursión es una aventura. Y para los padres, en cierto modo, también. Sin paredes que limiten el área de juego de los pequeños, hace falta mucha energía y atención para evitar accidentes y contratiempos. La playa, en particular, es un entorno que tiene sus propios riesgos. En este artículo se enumeran las principales amenazas de este medio y se recopilan una serie de consejos para mantenerlas bajo control.
Imagen: Jeroen
Las principales amenazas de la playa para los niños
Buena temperatura, luz, ambiente distendido… Durante el verano, todo sugiere que el mejor plan en familia está de la puerta hacia fuera, y lo mismo sucede si prefieres ir a las playas de España en septiembre. Es fácil imaginar castillos de arena, caricias de sol, chapuzones en el agua y balones de colores que vienen y van junto a la orilla. Sin embargo, los mismos elementos que entusiasman a los padres encierran peligros potenciales para los niños y, si no se les presta la debida atención, pueden jugar una mala pasada.
Las principales amenazas de la playa para los niños son cuatro:
- El sol. Una exposición excesiva sin protección puede ocasionar quemaduras graves en la piel, insolación, dolor de cabeza, vómitos, diarrea e, incluso, convulsiones.
- El calor. Aunque los niños estén protegidos de los rayos UV, el calor en sí mismo puede ser muy perjudicial para ellos y provocar, por ejemplo, la deshidratación de los pequeños o una bajada de tensión.
- El mar. El movimiento de las olas, las corrientes submarinas, el fondo irregular, las rocas que no siempre se ven y las medusas son algunos de los riesgos que alberga el mar. Además, siempre existe el peligro de que los niños más inexpertos traguen agua salada cuando nadan.
- La extensión. Jugar en casa o en el parque infantil no es lo mismo que hacerlo en la playa, donde el área es mucho mayor y, además, hay grandes concentraciones de gente. Un minuto basta para perder de vista a los niños, o para que ellos se pierdan y no sepan cómo encontrar a sus padres.
Consejos prácticos para cuidar a los niños en la playa
1. El sol es fuente de energía, pero también puede ser fuente de problemas. Cuando se va a la playa con los niños es muy importante no permanecer allí todo el día y evitar el tramo de mayor incidencia solar, es decir, de 12:00 a 16:00 horas. Los especialistas recomiendan ir temprano por la mañana o, de lo contrario, ir por la tarde. Y nunca durante más de dos horas seguidas.
El protector solar es muy importante: debe convertirse en un miembro más de la familia. Sin él, no hay playa. El factor mínimo de protección debe ser de 25 (o de 30, si los pequeños tienen la piel muy blanca), y tiene que aplicarse cada dos horas o después de cada baño. En el caso de los bebés, cuando son menores de 6 meses, jamás deben exponerse a la luz directa del sol, ya que su piel es muy delicada. Un último consejo -pero muy importante-: no fiarse de los días nublados. Aunque no se note, los rayos UV del sol pasan a través de las nubes y pueden causar quemaduras.
2. El calor es tan peligroso como el sol, sobre todo, porque se va en su busca y a menudo uno se olvida de prestarle atención. De nada sirve esmerarse con el protector solar si, al mismo tiempo, no se previene a los pequeños de las altas temperaturas. La deshidratación es el principal problema, de modo que es fundamental mantener a los niños frescos e hidratados. Se debe ofrecerles agua de manera continuada, aunque digan que no tienen sed. Muchas veces, los pequeños se entusiasman tanto con los juegos y la playa que olvidan beber líquidos o comer.
El agua, los zumos frescos o las frutas con alto contenido de líquido (como la sandía o la mandarina, que además son dulces) son estupendos aliados. En el caso de los bebés que aún se alimentan con la lactancia materna, no es necesario añadir otros líquidos. Sin embargo, es muy importante no taparlos en exceso para que no sufran un golpe de calor.
3. El mar esconde varios desafíos y no hace falta ser un intrépido navegante para darse de bruces con ellos. Al hilo de lo anterior, es preciso evitar los chapuzones intempestivos, esto es, que los niños que han estado jugando al sol un buen rato, corran al agua y se zambullan sin más. Los cambios bruscos de temperatura son peligrosos. Es mejor acercarse poco a poco y mojar a los pequeños en distintas zonas hasta que se aclimaten a la temperatura del agua. Después sí podrán jugar y divertirse con las olas.
Los niños nunca deben meterse al mar sin la supervisión y la compañía de un adulto. No importa que haya socorristas, que jueguen «solo en la orilla», que el agua esté calmada o que sepan nadar. Las corrientes marinas pueden ser muy traicioneras: no es lo mismo una piscina que el mar. Para disfrutar sin contratiempos, es necesario que los pequeños se habitúen a este entorno con tranquilidad y que pierdan el miedo al agua, pero no el respeto. Siempre hay que explicarles los peligros y las precauciones y no fiarse de los salvavidas. A la hora de elegir flotadores, es mejor optar por los manguitos y descartar los que rodean toda la cintura, ya que las olas pueden dar vuelta al niño y dejarlo con la cabeza bajo el agua.
4. La extensión de una playa ofrece una medida aproximada de todas las cosas en las que hay que pensar. Los riesgos llegan hasta donde los ojos ven… y un poco más allá. Por eso, los niños deben jugar cerca de los adultos, donde ellos puedan verlos. Si tienen edad suficiente para jugar a la pelota o correr con los amigos, también la tienen para entender que deben permanecer dentro de unos límites pactados. Una idea muy útil es ofrecerles referencias y delimitar la zona de juego con líneas imaginarias, por ejemplo, «desde aquí hasta aquella sombrilla azul».
Si, en cambio, los niños son más pequeños, entonces han de jugar más cerca de los padres. Es importante que se sienten sobre una toalla y, si no es posible, revisar con cuidado la arena para quitar cristales, latas o colillas, que son muy peligrosos y a simple vista no se detectan. Aunque los pequeños disfrutan mucho de la desnudez porque se sienten más cómodos y «libres», es preciso que siempre lleven bañador. El contacto directo de la arena con los genitales puede ser fuente de infecciones y, también, de rozaduras.
En todos los casos, ya sea en la arena o en el mar, es fundamental no perderles de vista. Además, es conveniente elegir playas que cuenten con socorristas acreditados, estén bien comunicadas, tengan cerca los servicios imprescindibles (duchas, un lugar donde comprar agua fresca o comida, etc.) y una buena señalización.