Caprichos de todo tipo para los niños, pocas obligaciones en casa… No poner límites claros y ceder demasiado ante sus exigencias puede crear problemas en los pequeños. A continuación se ofrecen las claves para reconocer a un niño demasiado consentido y cómo frenarlo, si es el caso. Además, se describen las claves de la llamada educación consciente.
Berrinches y enfados constantes: ¿tengo un niño consentido en casa?
Un niño caprichoso, controlador, que no acepta un «no» por respuesta, que se enfada y responde con berrinches cada vez que no obtiene lo que quiere, ¿es solo un mimado que cambiará con el tiempo?
Los niños consentidos olvidan los sentimientos de los demás
Los expertos advierten de que los menores demasiado caprichosos pueden acabar por padecer un problema mayor a medio o largo plazo: el denominado síndrome del niño consentido. Este síndrome genera numerosos inconvenientes para el pequeño y sus padres, no solo durante la infancia sino también más tarde, sobre todo durante la adolescencia.
Los menores que sufren el síndrome del niño consentido son «hijos de padres permisivos, que crecen sin estructura clara, caprichosos, demandantes e insatisfechos», afirma la experta en educación infantil Rosa Barocio en ‘Disciplina con amor. Cómo poner límites sin ahogarse en la culpa’ (Pax México, 2005).
Los pequeños consentidos poseen un nivel muy bajo de tolerancia a la frustración y el fracaso. Y tienen escasa (o ninguna) consideración hacia los demás, tanto con sus padres como con el resto de las personas.
Cinco pasos para reconocer a un niño consentido
Un hijo tirano, caprichoso y dominante puede no ser reconocido por sus padres, ya que es frecuente que minimicen el problema y lo consideren parte de la normalidad. Existen, sin embargo, cinco pasos para reconocer a un niño consentido en casa.
Son demandantes y egoístas. Quieren llamar la atención todo el tiempo y no tienen consideración por los deseos de los demás.
Son caprichosos y se enfadan. Tienen rabietas cada vez que no se les da o no se hace lo que desean.
Son envidiosos, pero también padecen una rápida insatisfacción por lo que ellos mismos tienen. Es habitual que estén de malhumor y son malos perdedores. Por ello, resultan antipáticos para los demás niños y esto les genera dificultades para relacionarse.
Acostumbrados a que reciben lo que piden, son poco activos y hasta apáticos. Esperan que se les dé todo lo que solicitan, pero su interés por las cosas es momentáneo. Nada les cuesta esfuerzo, y enseguida todo les genera aburrimiento.
«Los niños consentidos no sienten miedo ni ansiedad ante los castigos, por lo que estos rara vez generan el efecto deseado», añade la psicóloga Alicia Banderas, en ‘Pequeños tiranos ‘ (Libros Cúpula, 2010). Además, padecen de empatía y no tienen reparos en utilizar las amenazas y el chantaje para lograr sus objetivos.
Cómo evitar criar a un niño consentido
Una serie de consejos evitan que un hijo se convierta en un consentido o un tirano. Son las siguientes:
Poner normas y límites al niño. Es imprescindible indicarle un camino, no dejarle ir a la deriva. Los padres no deben ser amigos de sus hijos, sino una figura de autoridad. Hay que establecer qué está permitido y qué no, aunque esto no guste a los pequeños. De este modo aprenderán a aceptar un «no» por respuesta y a ser tolerantes ante la frustración.
Una ley de esfuerzos y compensaciones para el pequeño. Es necesario que haya un intercambio entre las obligaciones que debe asumir el niño y las recompensas que reciba. Este sistema puede ponerse en marcha con cosas muy simples, como indicarle que para ir al parque antes debe cumplir con sus tareas (las que fueren). Así aprende que no todo es fácil, no todo se alcanza con pedirlo.
Refuerzo positivo para los niños. Cuando se porte mal, hay que reprenderlo por la mala acción de forma concreta, pero no extender el regaño a su persona. Es decir, hay que indicarle «esto que has hecho es malo», y no «eres un desastre». De este modo, el pequeño se sentirá valorado y respetado y se esforzará por portarse mejor.
Atribuir responsabilidades. Desde pequeños, el menor debe acostumbrarse al desarrollo de tareas de su entorno doméstico, como hacerse la cama u ordenar su cuarto o los juguetes. Lo contrario genera consecuencias negativas: personas dependientes, incapaces de valerse por sí mismas ni de tomar decisiones.
Educación conscienteEl modo de criar y educar a los hijos ha cambiado en poco tiempo. En el lapso de unas pocas décadas, se ha pasado de “un sistema vertical y de tintes autoritarios a uno permisivo y laxo, que explica el síndrome del niño consentido”, explica Rosa Barocio.
La experta en educación infantil recomienda buscar un equilibrio. A ese punto medio entre el autoritarismo y la complacencia lo llama “educación consciente”. El adulto autoritario es represivo, arbitrario y exige respeto, pero no lo ofrece. Mientras, el progenitor complaciente deja a su hijo expresar sus emociones, pero no ofrece guía ni es respetado como padre. El deseado punto medio consiste en ser respetuoso pero también respetado: el adulto ejerce su autoridad, toma decisiones, pero también sirve de guía.
El objetivo de la educación consciente es que el niño aprenda a expresarse sin lastimar a los demás
De esta forma, será más difícil que el menor sienta miedo hacia sus padres. Pero, también, evita los caprichos, el egoísmo y la falta de empatía, típicos del niño consentido o tirano. El pequeño aprende con la educación consciente a expresar sus emociones y necesidades sin lastimar a los demás, tendrá disciplina interna y sabrá esforzarse por lo que quiere. Y lo más probable es que eso sea beneficioso no solo durante su infancia, sino también para el resto de su vida.