Hay madres que buscan la felicidad, pero, en su lugar, hallan el sufrimiento. Este es el punto de partida del libro Cuando la cigüeña se pierde (Océano Ambar), escrito por Ángeles Doñate, periodista especializada en temas sociales, y por Patricia Pozo, madre de Valentina, a quien dedica este texto. El libro brota del dolor de haber perdido a un bebé y señala el camino hacia la superación a las madres y los padres que se topan con esta terrible e inimaginable situación. Patricia perdió a su hija Valentina después de un embarazo perfecto, en la última semana de gestación, en Barcelona y en el siglo XXI. Para ella fue un mazazo insólito e inesperado. Pero, tras investigar, constató que perder a un bebé, tanto al inicio como al final del embarazo, es más común de lo que se cree. Este libro reconoce el dolor que causa esta pérdida, así como el derecho y la necesidad de las madres y los padres a pasar por un duelo.
Cuando decidimos escribir el libro, más que hablar de tristeza, quisimos hablar de superación.
Solo una semana antes, en una revisión, mi doctor me dijo que todo iba perfecto y me citó para otro control. Estaba embarazada de 38 semanas y un día. No sentí nada como para ir a urgencias. Tampoco se había detectado nada indicativo de una cardiopatía o un problema respiratorio a lo largo del embarazo. Cuál fue mi sorpresa, en el siguiente control, cuando echada en la camilla, el doctor me dijo con el ecógrafo: “Esta es Valentina, pero su corazón no late”.
Sí, con delicadeza y tacto, tanto que no caía en lo que me estaba diciendo. “Lo que trato de decirte es que Valentina ha muerto”, me dijo. “Pero ¿cómo puede ser, con lo adelantada que está la ciencia?”, le dije. “Sí -repuso-, hay muchas técnicas, pero para niños vivos. Si un niño muere no hay nada que hacer. Patty, ahora podemos hacer una cesárea o inducir un parto”.
“Tenía una noche por delante para pensar y elegí parto natural. Fue terrible”Porque me dijo que, como médico, me aconsejaba un parto, ya que una cesárea implica un corte, lesionar una parte del cuerpo y, al tratarse del primer hijo, un parto siempre condiciona menos que una cesárea el futuro. Con una cesárea, la recuperación es más lenta. Hay mujeres que sienten mucho dolor y no se pueden incorporar ni dar de mamar; deben esperar más tiempo para tener hijos, entre nueve meses y un año. Y, después, las limita a tener tres hijos como máximo. Pero, con un parto, la recuperación es instantánea y “puedes intentar tener más hijos dentro de tres meses, si así lo deseas”, me dijo el doctor. Tenía una noche por delante para pensar y debía decírselo a la mañana siguiente. Y elegí parto natural. Fue terrible.
Interviene mucho la fuerza psicológica que se tenga. Cada vez que me miraba al espejo, veía mi barriga y sentía un sufrimiento tremendo: quería acabar con ella, porque no iba a recibir un hijo vivo. No dormí nada. Quería entrar y salir del hospital ya. Pero me decidí por el parto y reconozco que no todo el mundo es capaz de aguantar esa presión de ocho horas de trabajo de parto con dolores, pues se induce un parto en toda regla, con la diferencia de que lo que se va a recibir es un niño muerto, que no ayuda; aunque la comadrona me ayudó. Si una no se siente fuerte y no quiere tener más hijos, que opte por la cesárea. A nivel médico, el parto es la mejor opción, pero, a nivel psicológico, depende de la fortaleza de cada persona.
Muchos psicólogos, en el libro, aconsejan comenzar el duelo dando este paso. Me dijeron que fue acertado verla, acariciarla y tenerla entre mis brazos, siempre recordando que no estaba viendo a un bebé dormido, sino teniendo presente que no estaba vivo. Este paso me ayudó a cerrar el duelo antes de comenzarlo, sin saberlo. Además, hice algo muy bonito: la enfermera trajo agua bendita de la capilla y allí mismo la bautizó. Así pude darle a mi hija una despedida como se merece y que fuera a los brazos de Dios, al menos para nuestra fe católica.
“En España no se contempla que una madre inscriba a su bebé, nacido muerto, en el libro de familia”Hay que tomar muchas decisiones muy duras en muy poco tiempo. Primero se le realiza al bebé una autopsia para determinar la causa del fallecimiento. Después, existen dos opciones: pedir el cuerpo y enterrarlo como si fuera una persona, de modo que la familia corre con los gastos, o cedérselo al hospital, que tiene un cupo para enviarlo al tanatorio, que se encarga de enterrarlo en una fosa común. En cuanto al registro, en España no se contempla que una madre inscriba a su bebé, nacido muerto, en el libro de familia. La ley estipula que tiene que haber estado vivo al menos 24 horas. En mi libro de familia, Belén figura como mi primera hija.
Hay dos padres en Girona que han intentado promover una modificación del Código Civil para que los bebés que fallecen a partir de los seis meses de gestación puedan estar inscritos en el libro de familia como un hijo, a pesar de haber nacido muertos. Está comprobado que, a partir de los cinco meses, morfológica y físicamente los bebés son un niño. Pero, ahora, esta iniciativa está parada. Lo que hay es un registro de neonatos. Allí está mi nombre y figura que en el día X se inscribió un feto de 38 semanas y un día, que no tiene derecho a un nombre. Es como si me hubieran extraído un riñón, pero, mentalmente, para mí era mi hija: es muy duro.
Exacto. Y mi marido y yo no fuimos capaces de ir a enterrarla y escogimos la segunda opción.
El tiempo que se tarda en salir del duelo depende de la personalidad de cada uno. Hay que pasar por varias etapas del duelo que explicamos en el libro. Hay personas que no son capaces. Yo lo fui, aunque hubo momentos en que retrocedía.
Me quedé embarazada por sorpresa. No me sentía fuerte para enfrentarme a todo otra vez. Confieso que, más de una vez, me hice la enferma para ir a urgencias y que me hicieran una ecografía, sobre todo a partir del sexto mes en que se notan patadas y movimientos. Estaba muy pendiente y mi marido y mi familia también; sufren contigo, aunque no digan nada, por los antecedentes que has tenido. Supimos que Valentina había muerto al habérsele enrollado el cordón umbilical en el cuello. Aunque luchas por tener un embarazo normal, no dejas de tener una preocupación. Esta vez, me hicieron una cesárea y no pasé otra vez por el parto.
“Perder el primer bebé es duro porque se tiene miedo a enfrentarse a otro embarazo”Perder el primer bebé sí es duro, porque se tiene miedo a enfrentarse a otro embarazo. Y yo sabía la causa pero, otras veces, a pesar de la autopsia, no se sabe. Esto deja a los padres indefensos respecto al problema que ocasionó la pérdida. Cuando se ha perdido el primero, se piensa que eso va a impedir otro embarazo. Perder a tu primer hijo es muy duro y te deja muy marcada porque es tu primera ilusión como madre. Rompe la ilusión de todo el mundo, la tuya, la del padre y la de toda la familia que iba a recibir a ese primer niño. En cambio, cuando hay otros hijos hay que responder y reaccionar por ellos.
Sí, sería importante que se considerara, porque el alumbramiento es como un parto normal y, además, tenemos que lidiar con la pérdida. Si por perder a un ser querido, el permiso es de dos o tres días, para nosotras debería haber más días de descanso estipulado, ya que en el trabajo es imposible concentrarse hasta que se tienen las ideas más asentadas. Si no pudiera ser como una baja de maternidad, por salud, que fuera lo que estipulara un psicólogo.
- La madre no es la única afectada por la pérdida del bebé. Toda la familia (especialmente el padre y los otros hijos que esperaban con ilusión a su hermanito) se enfrenta de repente al vacío y la desilusión.
- A los pequeños de la casa no hay que ocultarles la información ni disfrazársela, sino dársela de forma concreta y comprensible para su edad, ya que están capacitados para asimilar la idea principal. Se les puede decir que iban a tener un hermanito, pero que enfermó y ahora no va a venir, que “se ha convertido en un angelito” o brindar otra explicación, dependiendo de si los padres le quieren dar un sentido religioso o no.
- En cuanto a la pareja, muchas se encuentran con una crisis que acaba en separación cuando habían decidido tener un hijo para salvar su relación. La pérdida de ese proyecto en común supone la gota que colma el vaso para una relación en crisis. Pero perder a un bebé durante el embarazo es una prueba de fuego para cualquier pareja, por bien que esta se lleve.
- “El padre no establece lazos con el hijo hasta que nace y lo tiene entre sus brazos, pero tú lo has llevado dentro”, dice Patricia Pozo. Esta diferencia puede hacer que el padre y la madre tengan ritmos distintos a la hora de afrontar el duelo y que ella tarde más tiempo en reaccionar y superarlo.