La placenta es el órgano que acompaña al bebé en el interior del útero y lo conecta con la madre a través del cordón umbilical. Cuando se coloca justo encima del cérvix uterino y lo obstruye total o parcialmente, se le denomina placenta previa. Esta anomalía no siempre supone síntomas, aunque se puede detectar mediante una ecografía. Si persiste durante todo el embarazo, puede provocar determinados riesgos y exige un tratamiento específico para la gestante.
1. ¿Qué es la placenta previa?
La placenta se sitúa en la parte superior de la cavidad uterina, pero durante la gestación puede desplazarse y cambiar de ubicación. Cuando después de 20 semanas de embarazo la placenta se implanta en el segmento inferior del útero, se denomina placenta previa. En función de su posición respecto al orificio cervical uterino, se clasifica en distintas tipologías:
- De inserción baja: está cerca del cérvix, pero no está en contacto con él.
- Marginal: el borde de la placenta está en contacto con el orificio cervical, pero no lo cubre.
- Parcial: la placenta cubre parte del cérvix.
- Completa o total: la placenta obstruye y recubre en su totalidad el orificio cervical uterino.
2. ¿En qué casos la placenta previa representa un problema?
Los problemas que puede ocasionar la placenta previa a la gestante están en estrecha relación con su tipología: cuanto más obstruye el cérvix uterino, mayores son las posibilidades de sintomatología relacionada con su posición y de riesgo para la madre o para el bebé.
La complicación más frecuente causada por una placenta previa es la hemorragia
La complicación más frecuente que se puede originar por una placenta previa durante el embarazo es una hemorragia debido a la fijación inestable en el útero. Esta puede causar desprendimientos del borde placentario. Este sangrado, en función de su intensidad y su frecuencia, puede generar complicaciones adicionales, que se incrementan cuanto menor sea la edad gestacional.
Por otra parte, aunque no haya sangrado, si la placenta bloquea total o parcialmente el orificio cervical uterino cuando el embarazo llega a término, no es posible un parto vaginal, de modo que es obligatorio practicar una cesárea.
3. ¿Cuándo es mayor el riesgo de tener la placenta previa?
La placenta previa le puede ocurrir a cualquier mujer embarazada, con independencia de sus circunstancias o su situación. Sin embargo, algunas investigaciones apuntan a las gestantes que tienen mayor riesgo de sufrirla si se ajustan a los siguientes condicionantes:
- Ser mayor de 35 años.
- Tener cicatrices uterinas anteriores provocadas por otras cesáreas, algún tipo de cirugía en el útero o legrados previos, realizados tras sufrir un aborto.
- Tener mayor necesidad de oxígeno y, por tanto, una mayor superficie placentaria. Esto puede ocurrir cuando la gestante es consumidora de tabaco o reside en poblaciones situadas a alturas muy elevadas.
- Embarazos múltiples.
- Haber tenido placenta previa en anteriores embarazos.
4. ¿Cuáles son los principales signos de la placenta previa y cómo se diagnostica?
Las ecografías de alta resolución -que se practican hoy en día en la mayoría de los centros de control prenatal- son capaces de detectar sin dificultad la colocación irregular de la placenta. De este modo, los especialistas pueden diagnosticar de forma temprana a las gestantes que realizan un seguimiento adecuado del embarazo e indicarle cuál es el mejor tratamiento que se debe seguir.
En otros casos, el diagnóstico se realiza tras desarrollar alguna sintomatología. El signo más común de una placenta previa es la citada hemorragia espontánea, indolora, no muy profusa, que puede repetirse de forma intermitente durante varios días o semanas y aumentar en su intensidad. Tras este sangrado, lo más recomendable es acudir al especialista, que evaluará el caso y verificará con una ecografía la posible placenta previa.
5. ¿Cuál es el tratamiento de la placenta previa?
Una vez que se ha diagnosticado la placenta previa, es preciso seguir de forma rigurosa las indicaciones que marque el especialista, en función de las condiciones particulares del embarazo (edad gestacional, riesgos adicionales u otros condicionantes) y la sintomatología de la madre.
En muchas ocasiones, cuando se detecta de forma temprana y no hay hemorragia, es posible que la placenta se desplace de nuevo y no ocasione ningún problema para el parto. Aún así, por lo general, en estos casos se indica mantener un reposo relativo, la abstinencia sexual y llevar un control prenatal y ecográfico asiduo.
Cuando se registra sangrado, el tratamiento exige en la mayoría de los casos reposo absoluto (en casa o en el hospital según la valoración médica), restricción absoluta de las relaciones sexuales, control continuo, medidas farmacológicas y, si es necesario, adelanto del parto con la práctica de una cesárea.