“Y vosotros, ¿para cuándo?”, “se te va a pasar el arroz”… Muchas mujeres que superan la treintena y aún no han sido madres escuchan con frecuencia estas frases; unas sentencias pronunciadas por personas de su entorno, desde familiares o amigos, hasta compañeros de trabajo o vecinos con quienes no se ha establecido ninguna confianza. Esta invasión de la intimidad forma parte de la presión social que las mujeres deben soportar en ocasiones cuando deciden postergar o eludir la maternidad. Esta insistencia puede provocar que se tomen decisiones inapropiadas, no basadas en una elección personal.
El reloj biológico
La década que transcurre entre los 30 y los 40 años es clave para la mujer, desde el punto de vista de la maternidad. Según el reciente estudio ‘El reloj biológico de la mujer’ (Clearblue, enero 2011), durante ese período, 8 de cada 10 mujeres sienten que se activa su cronómetro biológico y desean ser madres, aunque el 60% de las encuestadas en este estudio considera que hasta los 45 años hay tiempo para tener un hijo.
Pero más allá de la edad que proponga el reloj biológico, la decisión de ser madre está condicionada por otros factores externos que llevan a que la maternidad se postergue o incluso, en algunos casos, se eluda: no encontrar a la pareja adecuada, tener una situación profesional inestable o no sentirse preparada para renunciar a algunos de los aspectos que implica tener un hijo.
Presión social para tener hijos
Sin embargo, otros condicionantes actúan en el sentido opuesto y abocan a la mujer a afrontar la maternidad antes del momento que ellas consideran adecuado, o incluso, a ser madres sin sentir en realidad la necesidad de serlo. Uno de los más importantes es la presión social que determinados agentes pueden ejercer sobre ellas.
El agente principal es la pareja. Aunque en general es la mujer la primera que toma la decisión de ser madre, según el dato que proporciona el estudio de Clearblue, en un 22% de los casos es el hombre quien pide a la mujer tener un hijo. La respuesta es casi unánime: pocas mujeres se niegan a esta petición. No obstante, una de cada tres pide esperar un poco. En el caso inverso, los datos cambian: un 5% de los hombres se niegan a ser padres ante la petición de su pareja.
Además de la pareja, otros agentes del entorno presionan a la mujer para ser madre. Silvia Caporale, directora de 2002 a 2006 del Centro de Estudios sobre la Mujer de la Universidad de Alicante y autora de la obra ‘Discursos teóricos en torno a la maternidad’, afirma que «la presión que la sociedad ejerce todavía sobre todas las mujeres en relación con la maternidad es enorme». Caporale señala que la maternidad convierte a la mujer en objeto de un discurso público, «en victima de la violación de su intimidad por parte de vecinos, parientes, conocidos o extraños».
La decisión de tener un hijo
La presión social se inicia en muchos casos desde la infancia, cuando muchos elementos, como los juguetes o los juegos, bombardean a las niñas con la idea de ser madres. Posteriormente, cuando se alcanza determinada edad (alrededor de los 30-35), la presión del entorno se acrecienta con las preguntas y comentarios, directos e indirectos, de familiares, amigos e incluso de personas con quienes no hay ninguna confianza para afrontar este tema.
Por eso, en el momento en que la mujer decide tener un hijo, los especialistas recomiendan que evalúe el sentimiento que le lleva a tomar esa decisión y valore si tiene más que ver con la presión social que ejercen sobre ella, que con su elección personal. Diane L. Dell y Suzan Erem, autoras del libro ‘¿Realmente quiero tener hijos?’, aconsejan en su obra pensárselo dos veces antes de optar por la maternidad si hay una sensación de estar bajo presión. Dell y Erem señalan que algunas mujeres toman la decisión prácticamente porque es «lo que se espera de ellas», de modo que es necesario «asegurarse de que se tiene un bebé por cuenta propia y no por la presión de la familia o de los amigos».
Cuatro consejos para no dejarse influenciar
Aclarar la situación con la pareja: es necesario que la pareja afronte el tema de la maternidad con total sinceridad y claridad para evitar situaciones para las que no se esté preparado. Tanto si es una decisión común, como si es individual de una de las partes, es importante que exista un consenso real y meditado entre ambos.
Ser sinceros: en ocasiones, cuando la mujer tiene una pareja y una situación estable, la presión de los familiares y los amigos se basa en la especulación sobre si hay o no algún problema para engendrar hijos, más que en el interés y el apremio. Para evitar que la presión se incremente, es recomendable ser sinceros y decir de forma clara y contundente el motivo por el que no se desea afrontar la maternidad, ya sea porque no se está preparado, porque se prefiere esperar o porque se ha decidido no ser madre.
Imaginar la situación: el nacimiento de un bebé implica muchos cambios personales e incluso, en algunos casos, laborales. La mujer ha de evaluar e imaginar cómo podrá afectar la maternidad a su vida diaria para tomar una decisión basada en sus prioridades y no en las de los demás.
Relacionarse con niños: en ocasiones, resulta de ayuda aprovechar los momentos que se pasan con familiares o amigos que ya tienen bebés para evaluar de forma práctica el sentimiento que despiertan los niños en uno. Estas situaciones permiten, además, imaginar cómo puede ser la situación después de ser madre.