Tiene un nombre técnico algo largo y complicado: taquipnea transitoria del recién nacido. Por ello se le conoce más como ‘pulmón húmedo’, una expresión que hace referencia a su causa: el retraso en la eliminación del líquido que el feto tiene en los pulmones. La otra denominación (esa larga y complicada) alude al síntoma principal de este trastorno (la taquipnea es aumento de la frecuencia respiratoria), y al carácter pasajero del problema.
Respirar con dificultad
Entre el 1% y el 2% de los recién nacidos padecen este trastorno. Aunque hay otros factores de riesgo que lo favorecen, el más importante es el haber nacido por cesárea, porque se cree que el líquido persiste en el pulmón sin ser eliminado, al faltar la presión que hubiera recibido al pasar por el canal del parto.
Los síntomas se inician al poco tiempo de nacer, cuando se observa que el bebé respira de forma muy superficial y rápida (por encima de 60 respiraciones por minuto), haciendo una especie de gemido o queja y esforzándose tanto para obtener aire que las alas de la nariz se le dilatan y las costillas se le hunden con cada respiración.
Los bebés con ‘pulmón húmedo’ respiran de forma muy superficial, rápida y con mucho esfuerzo
Este cuadro es muy poco específico y puede ser producido por distintas enfermedades, algunas de ellas graves, de modo que el recién nacido debe ser ingresado en la unidad de Neonatología para practicarle radiografías y exámenes complementarios que permitan descartarlas, y poder ser controlado y tratado adecuadamente.
El diagnóstico de pulmón húmedo exige, pues, excluir otros trastornos capaces de causar síntomas similares. En cualquier caso, el tratamiento de este síndrome es breve y sencillo: consiste en suministrar oxígeno al bebé mediante un respirador artificial durante unos 3 días. En ese lapso, el líquido de los pulmones es absorbido y el cuadro desaparece sin dejar secuelas de ningún tipo.