La Difteria es una infección aguda producida por el Corynebacterium diphtheriae. Esta bacteria productora de toxinas, además de dañar los nervios y el corazón, causa una inflamación de la garganta que impide la respiración y puede llegar a causar la muerte. Por ello se la conocía como “garrotillo”, al comparar la desesperante asfixia progresiva que sufrían los niños con la compresión del cuello que hace el garrote. La Difteria Laríngea es grave en lactantes y niños de corta edad. Sus efectos incluyen parálisis del diafragma, de los nervios craneales y periféricos motores y sensitivos, así como miocarditis. Además, padecer una de estas enfermedades no confiere inmunidad.
Difteria en España: el primer caso en 30 años
Un niño de Olot (Girona) es el caso más reciente de Difteria en nuestro país. El pequeño fue diagnosticado a finales de mayo de 2015, si bien los síntomas habían comenzado varios días antes. El niño fue ingresado en estado grave en la UCI del hospital Vall d’Hebron de Barcelona, a la espera de que el tratamiento (que hubo que solicitar en Rusia) haga efecto. Las gestiones internacionales, realizadas por el Ministerio de Sanidad, tienen su explicación: el último caso de Difteria en España se declaró en 1986, pero en 1990 hubo una epidemia en la ex Unión Soviética y, tras la caída del muro de Berlín, se han producido casos aislados en Europa. Dado el alto porcentaje de vacunación y la ausencia de casos desde hace casi 30 años, España no disponía del tratamiento con antitoxina diftérica. Ha habido que pedirlo fuera.
Vacuna contra la difteria: eficacia del 97%
El mecanismo de transmisión más habitual es el contacto con un paciente portador, y rara vez se produce por el contacto con artículos contaminados por secreciones. La letalidad de esta enfermedad oscila entre el 5% y el 10%. Por ello, la indicación de la vacunación es universal y se recomienda a partir de los 2 meses de edad, en conjunto con la vacuna antitetánica. Asimismo, durante la vida adulta se aconseja administrar una dosis de recuerdo cada 10 años, ya que el nivel de anticuerpos disminuye con el tiempo. A modo de apunte, diferentes estudios serológicos indican que el 62% de los adultos de entre 18 y 39 años, y entre el 41% y 84% de los mayores de 60 años carecen de niveles protectores suficientes. La eficacia clínica de la vacuna diftérica es del 97%.
Aunque el calendario de vacunación puede variar en cada país (e, incluso, en las comunidades autónomas de España), en general se recomiendan administrar tres dosis a los 2, 4 y 6 meses de edad, una cuarta dosis a los 18 meses de edad, una quinta dosis a los 6 años y la primera dosis de recuerdo a los 16 años. En cuanto a las reacciones adversas, cabe decir que son escasas. Las más frecuentes son fiebre y malestar general, que aumenta a medida que se dan dosis de recuerdo. Las reacciones alérgicas agudas son muy poco frecuentes.
Por qué es importante vacunarse contra la difteria
La Organización Mundial de la Salud (OMS) es muy crítica -y clara- sobre este tema. En un documento de posicionamiento, la institución señala que «la existencia de casos de difteria refleja una cobertura insuficiente del programa nacional de inmunización infantil. Por consiguiente, es preciso detectar los obstáculos que impiden una administración óptima de las vacunas y poner en práctica medidas enérgicas para mejorar la cobertura de la inmunización». El Ministerio de Sanidad también recuerda la importancia de que todas las personas, especialmente los niños, sean vacunados. Diversas fuentes apuntan que el niño de Olot, infectado por la bacteria, no poseía los anticuerpos contra la Difteria, ya que sus padres están en contra de las vacunas y, en consecuencia, no había sido vacunado.