Durante siglos, la crianza de los hijos fue cosa de “tribus”, comunidades en las que las madres contaban con la compañía y ayuda de otras mujeres que estaban en su misma situación. La modernidad, sin embargo, fue haciendo que la maternidad se viva cada vez de manera más aislada, hasta el punto de convertir la sensación de soledad, además del cansancio, en uno de los mayores riesgos para las madres en esta etapa. En este artículo se detallan estas cuestiones y se brindan algunas pautas para buscar y recuperar la “tribu” perdida.
Un conocido proverbio africano afirma que «a los hijos los cría la tribu entera». La sociedad actual, sin embargo, está muy lejos de agrupar a las personas en «tribus». Ocurre más bien lo contrario: una tendencia a la separación, a la individualización, al aislamiento. Vivir lejos de la familia extensa (los abuelos, tíos y otros familiares de los niños), las dificultades para la conciliación entre vida laboral y maternidad/paternidad, escaso contacto con los vecinos… son algunos de los factores que llevan a pensar en la crianza en tribu casi como una utopía.
La tribu perdida, el cansancio y la soledad
Son las madres quienes, por distintas causas (la lactancia, lo breve de la baja por paternidad, costumbres arraigadas y difíciles de cambiar, etc.), cargan con el mayor riesgo de agobiarse por la soledad que, en muchos casos, implica la crianza. La falta de compañía, sumada al cansancio por la atención constante que el bebé necesita y el mal sueño típico de esa etapa, con frecuencia deriva en depresión posparto o simplemente tristeza, discusiones con la pareja y otros problemas.
No es exagerado afirmar que la soledad es una característica de la maternidad en el siglo XXI. Inma Alcázar, realizadora del blog De crianza y otras andanzas, señala que la de una madre es «una vida caóticamente hermosa, pero que está llena también de muchos momentos de dudas, de miedos y de soledad, mucha soledad«.
«En el puerperio recordé muchas veces esa frase de Aristóteles que decía que los dioses o los monstruos pueden estar solos, pero las personas no», afirma por su parte Carolina del Olmo en su libro ‘¿Dónde está mi tribu?’ (Ed. Capital Intelectual, 2013). Del Olmo –filósofa y escritora– advierte sobre el peligro de partir de «una imagen mitificada de la maternidad». «El descubrimiento de las ambigüedades de la experiencia materna puede resultar doloroso», ya que «tener un hijo es, entre otras cosas, bastante agotador«, confiesa.
Uno de los principales motivos de esa soledad y ese cansancio es la pérdida de la tribu, la falta de un grupo que acompañe y apoye en esos momentos. Fue la experiencia también de María Berrozpe, doctora en biología, coautora del libro ‘Una nueva maternidad’ (Ed. Ob Stare, 2011) y responsable del blog Reeducando a mamá. Ella vive en Zurich, y los primeros tiempos de su maternidad allí fueron difíciles. «Me vi doce horas al día, en el invierno gris, sola con mi demandante criatura, y empecé a hundirme«, cuenta. Poco después, Berrozpe trabó amistad con otra madre primeriza española que también vivía en esa ciudad suiza. Y esa fue la clave para dejar el mal momento atrás. «Gracias a ella -describe- encontré ese nicho social de las ‘madres de bebés’ donde integrarme y con quienes realizar actividades diariamente». Ese nicho social no es otra cosa que la tribu que tanta falta hace en determinadas circunstancias. «No solo los niños necesitan estar con niños -señala Berrozpe-, los adultos también nos necesitamos y estar todo el día sola con niños pequeños también puede ser muy duro».
La tribu recuperada
Los grupos de apoyo a la maternidad son cada vez más frecuentes. Inma Alcázar encontró su tribu en los talleres de lactancia de la asociación SINA de apoyo a la lactancia materna y en el centro de salud de su pueblo. «De ahí -narra- han ido surgiendo distintas iniciativas para estar juntas, reunirnos con nuestros bebés y disfrutar de la maternidad en grupo». Allí intercambian experiencias, consejos y preocupaciones. «Y todas aprendemos de todas», dice Alcázar.
La clave radica en dar con algún grupo para poder conformar la propia tribu. Como explica la psicóloga chilena Pamela Labatut Hernández, hacer tribu representa «la crianza acompañada por otras mujeres madres, con temas en común, cultura similar o complementaria, que nutre y aporta en todo tipo de ámbitos e impulsan al desarrollo como persona, como mujer y principalmente como madre».
«Somos seres humanos, seres sociales -apunta Inma Alcázar-, y no estamos hechos para criar de forma aislada, en pequeñas cajas de cerillas, muchas veces sin ningún apoyo o en pequeños núcleos familiares», asegura. Y añade: «Necesitamos a nuestra tribu, a esa tribu poderosa con la que poder compartir nuestros sentimientos, dudas, emociones y momentos, y evitar el aislamiento al que estamos sometidos en las sociedades modernas».
La experiencia de muchas madres es hallar su tribu en grupos de lactancia. En busca de estos grupos, se puede acudir a los centros de salud de cada comunidad o a organizaciones sin ánimo de lucro, pero también existen iniciativas particulares que, a cambio de una cuota mensual, ofrecen apoyo, acompañamiento e información.
De todos modos, la tarea de recuperar la tribu no tiene por qué ser un objetivo solo de madres lactantes. Las madres cuyos hijos, por distintas circunstancias, no pueden tomar el pecho o ya han dejado de hacerlo, también pueden ir a la búsqueda de su tribu.
En este sentido, las redes sociales en Internet pueden resultar de gran ayuda para ponerse en contacto con otras madres. “Pero eso es solo el comienzo”, apunta Labatut Hernández. “Necesitamos contacto físico, las hormonas del embarazo siguen haciendo estragos, ¡necesito un abrazo ya!”, reconoce.
En última instancia, lo que enseña la crianza en tribu es a pedir ayuda. “Aprendemos a salir del ‘síndrome de superwoman‘ instaurado en la sociedad moderna -explica la psicóloga-. A veces pedimos ayuda explícita, a veces llega con solo pegarles una mirada a mis amigas madres. Y qué sanador es eso también”.