Circulan muchos mitos y tabúes relacionados con las prácticas sexuales durante el embarazo. Uno de los más difundidos (sobre todo entre los hombres) es que, al practicar sexo con penetración, se puede lastimar o hacer daño al bebé. Existen incluso algunos miedos casi irracionales acerca de que el bebé puede “molestarse” o que “se da cuenta” y “está atento” a las relaciones sexuales de su madre… ¿Hay algo de cierto en tal temor?
Quitarse el miedo
En principio, puede decirse que las relaciones sexuales durante el embarazo no entrañan ningún peligro en sí mismas (salvo que por algún motivo específico, como por ejemplo si se trata de un embarazo de riesgo, el médico indique lo contrario).
Dentro del abdomen de la madre, el bebé está perfectamente protegido, rodeado por el líquido amniótico, las membranas y, sobre todo, por las paredes uterinas. El cuello del útero, situado al fondo de la vagina, puede excitarse durante una relación sexual, pero esto no genera peligros, puesto que existe un tapón de mucosidad que sella la entrada del útero. Por ello, es imposible que durante la relación el pene llegue a tocar al niño.
Es, en todo caso, al contrario: para el bebé las sensaciones son positivas, ya que -según los estudios- el coito aumenta la afluencia de riego sanguíneo en el útero (por lo cual el bebé está mejor oxigenado), el balanceo ocasionado por los movimientos de la madre le resulta agradable, y las contracciones uterinas del orgasmo le proporcionan placer. Además, luego del acto sexual, la madre le transmite su propio estado de tranquilidad y satisfacción.
¿En qué posición hacerlo?
A lo que sí debe prestarse especial atención es a las posturas que se asumirán durante la relación sexual. Algunas posiciones que eran cómodas antes del embarazo pueden dejar de serlo, e incluso aparejar ciertos riesgos en la etapa más avanzada de la gestación. Por ejemplo, la posición «del misionero» (la clásica en la que el hombre se sitúa encima y entre las piernas de la mujer) puede ocasionar algún problema después del cuarto mes de embarazo, debido a la presión sobre los principales vasos sanguíneos ejercida por el peso del útero en crecimiento.
Algunas alternativas con las que no existe contraindicación alguna son las siguientes:
- La mujer arriba: le permite a ella controlar el ritmo, los movimientos, la penetración y lo cómoda que desee estar.
- De manos y rodillas: la mujer se coloca «en cuatro patas», como si fuera a gatear, y su pareja se coloca detrás de ella. Esta posición es muy recomendable para los dos primeros trimestres del embarazo, porque no hay presión sobre el abdomen, pero en el último, cuando la tripa ha crecido mucho, es probable que le resulte incómoda.
- De lado: en esta postura (también conocida como «cucharita», porque recuerda a la forma en que se acomodan las cucharas en el cajón de los utensilios) la mujer se recuesta de costado y su pareja en la misma posición detrás de ella. Puede ser la más recomendable para la última etapa del embarazo.
En cualquiera de los casos, siempre pueden venir muy bien unos cojines o almohadones, para garantizar la comodidad.
También hay que recordar que no es el coito la única manera de lograr intimidad con la pareja, ni la única relación sexual posible. Los besos, los abrazos, los masajes sensuales, la masturbación, los juegos sexuales y el sexo oral pueden ser otras maneras de satisfacer el deseo.
En el caso del sexo oral sí hay que tener en cuenta un punto importante: la pareja no debe soplar en la vagina de la mujer embarazada. Normalmente no sucede pero, si ocurriera, el ingreso de aire podría ocasionar una embolia (un vaso sanguíneo bloqueado por una burbuja de aire), con graves consecuencias para la madre y el bebé.
En resumen, lo importante es perder los miedos sobre este tema. Con un mínimo de precauciones, el bebé no corre riesgo alguno. Un apunte final: es fundamental, por supuesto, el diálogo. Así, la mujer embarazada y su pareja lograrán hallar el mayor placer y disfrutarán del sexo al máximo durante esos tan especiales 9 meses.