Durante la lactancia, la madre ha de cuidar especialmente su alimentación, no tanto por el bebé como por ella misma, pues en contra de lo que a veces se cree, sólo en casos muy extremos (desnutrición, dietas zen o vegetarianas estrictas) su leche puede carecer de alguna vitamina o ácido graso esencial.
Bienestar para la madre y el niño
1. La alimentación de la madre apenas influye en la calidad de la leche. Por tanto, no es verdad que para producir leche sea preciso tomar leche. Una dieta sana, a base de verduras, frutas, cereales y proteínas, es todo lo que necesita para nutrirse adecuadamente y producir la leche que su hijo necesita. Si además toma leche o derivados, se asegurará una buena provisión de calcio, que le conviene, pero que también puede obtener, en menor cantidad, de vegetales de color verde, frutos secos, sardinas y pescaditos que se puedan comer con espinas.
2. Las necesidades calóricas que requiere una madre que da el pecho son inferiores a lo que se calcula teóricamente, probablemente porque las maneja de forma más eficiente. Vigilando la calidad y el equilibrio, la mejor guía respecto a la cantidad es el apetito. Por eso, respecto a una dieta normal ya equilibrada que incluya diariamente alimentos de los grupos básicos, la madre no tendrá que hacer más variación que aumentar las raciones de acuerdo con su apetito y comer de todo sin abusar de nada.
3. Tampoco es preciso que la madre se esfuerce bebiendo más agua de lo que la propia sed le indica; aunque es cierto que algunas personas parecen olvidar esa necesidad, por lo que, lactando o no, si se observa que la orina se hace más fuerte y escasa, conviene tomar más líquidos. Pero en realidad, se ha demostrado que ni el aumento ni la disminución en la toma de líquidos repercuten en la cantidad de leche que se produce.
4. La verdura, la fruta (sobre todo su piel) y los cereales integrales son ricos en fibra, que previene el estreñimiento.
5. Las grasas que se consumen son una de las pocas cosas que se trasladan casi directamente a la leche materna. En consecuencia, es mejor consumir menos grasas de carnes, y más vegetales y de pescado.
6. La grasa que se acumula en las caderas y los muslos durante el embarazo es una reserva destinada a suministrar energía para la lactancia y, lógicamente, se funde más pronto en las madres que dan de mamar. Por lo demás, la salud se resentirá si intenta perder peso mientras está criando al pecho, particularmente durante los primeros meses.
7. Puede que el tocólogo recomiende algún preparado de vitaminas (especialmente de hierro) que, por descontado, no afectarán al bebé.