Si además de estar enfermo, el niño se niega a tomar la medicación que le ha recetado su médico, los padres se encuentran con un doble problema. Muchos niños rechazan de forma sistemática las medicinas, ya sea porque no les gusta su sabor o porque simplemente se muestran aprensivos ante la ingesta de algo que desconocen. Para evitar las peleas, pataletas e incluso vómitos que tienen en jaque a tantos padres, se puede optar por mezclar el medicamento con alimentos, recurrir a los medicamentos concentrados o los supositorios o utilizar algunos “inventos” como los chupetes y biberones especiales para dar medicinas.
1. Mezclar el medicamento con alimentos
El primer paso es preguntar al pediatra si la medicina puede mezclarse con la leche o con otro alimento
Intentar camuflar el mal sabor de los medicamentos con otro gusto diferente es la primera opción que eligen muchos padres. El primer paso es preguntar al pediatra si la medicina puede mezclarse con la leche o con otro alimento. Si es así, se puede aprovechar esta circunstancia para «engañar» al pequeño en la administración de la dosis. Para asegurarse de que el niño ingiere toda la medicina es recomendable no mezclarla con grandes cantidades y verificar que toma todo el alimento.
En el biberón de leche, puede optarse por dividir su contenido en dos partes y que la primera toma sea la que incluya la medicina. Si el contenido del biberón está caliente, procurar introducir el medicamento una vez que ya se haya calentado.
A los niños que ya no toman biberón se les puede revolver la medicina con un yogur, un flan, una papilla de frutas u otro postre o tarrina que no contenga mucha cantidad. Otra estrategia es mezclar el medicamento con un poco de zumo de frutas. Se trata de lograr que el alimento (con la medicina) sea lo más atractivo posible para el pequeño.
2. ¿Jeringa, cuchara o vasito?: cuestión de gustos
Cada medicamento infantil contiene, por lo general en su envase, un elemento dosificador que puede ser una jeringuilla o una cuchara o vasito con medidas. Es recomendable calcular la dosis con estos medidores, pero no es obligatorio administrarle la medicina con él. Para que sea más fácil, es mejor decantarse por el modo preferido por el pequeño o el que sea menos traumático para todos. Por eso, una vez calculada la dosis con el medidor, los padres pueden trasvasar la medicina al otro que hayan elegido, siempre que se aseguren de que no quedan restos detrás.
Para administrar la dosis con jeringuilla es recomendable introducir la punta de esta en un lado de la boca, y no directamente en la garganta para así evitar el reflejo de vómito.
Con cuchara o vasito es preciso asegurarse de que no quedan restos del medicamento; si es así, se puede mezclar con un poco de agua para despegar toda la medicina y que el pequeño reciba la dosis adecuada.
3. Medicamentos concentrados
Algunos medicamentos están disponibles en las farmacias en su versión concentrada
Algunos medicamentos están disponibles en las farmacias en su versión concentrada; es decir, el principio activo (paracetamol, ibuprofeno, etc.) es el mismo, pero al estar concentrado permite que la dosis que hay que administrar sea menor y, por tanto, presente menos problemas en su toma cuando el pequeño se niega a tomar la medicina.
Respecto a estos medicamentos es importante que los padres tengan claro siempre cuál es y cuál no la versión concentrada, para evitar confusiones y administrar al pequeño menos dosis de la necesaria o, por el contrario, sobrepasarse en la cantidad, con los posibles riesgos que esto implica.
4. Optar por los supositorios
Son numerosos los medicamentos que se presentan en forma de supositorio, entre ellos los compuestos de paracetamol e ibuprofeno, dos de los que se prescriben con más asiduidad a los niños con enfermedades leves. Su administración es recomendable solo para los pequeños que tienden a vomitar la medicina y es imposible dársela por vía oral.
Hay que tener en cuenta algunas recomendaciones. Para colocarlos de forma correcta y evitar que el niño lo expulse, el supositorio debe introducirse en el recto por la punta roma o plana, no por la puntiaguda.
Con altas temperaturas es preferible mantener los supositorios en un sitio fresco (si lo indica el prospecto) y sacarlos solo un poco antes de su administración para evitar que resbalen o se derritan.
5. Chupetes y biberones especiales
Otra opción para los padres es hacer uso de algunos de los inventos que están disponibles en el mercado para ayudar a administrar los medicamentos a los más pequeños, como el chupete medicinal, que permite introducir en un compartimento anexo al chupete el preparado, para que este pase poco a poco a través de la tetina al niño.
Otro instrumento de utilidad pueden ser los biberones a los que se le puede insertar una jeringuilla con el medicamento para dar la dosis al pequeño mientras bebe el contenido del biberón y poder, de esta manera, adaptar la cantidad que se le administra a la respuesta del pequeño a su sabor.
No se deben administrar medicamentos a los niños si no han sido prescritos por su médico. Es recomendable que los padres hagan partícipe al especialista de los problemas que tiene el pequeño para tomar las medicinas y aclaren en la visita todas las dudas que puedan tener respecto a los preparados recetados. Estos son algunos de los aspectos fundamentales que se deben consultar con el pediatra:
Cantidad exacta de la dosis y periodicidad de las tomas.
Administración del medicamento antes o después de las comidas.
Posibilidad de mezclar las medicinas con leche, zumos u otros alimentos.
Qué hacer en caso de que se olvide administrar una dosis.
Cómo actuar si el niño vomita parte o todo el preparado.
Consultar si existe la opción de darle el medicamento concentrado o en forma de supositorios.
Preguntar sobre los posibles efectos adversos o secundarios.