Muchas familias mantienen la costumbre de elaborar salsa de tomate natural y conservarla para su uso a lo largo de los siguientes meses. Además de las condiciones de su elaboración, es necesario conocer algunas pautas para su almacenamiento en la alacena o algún otro mueble de la cocina. Este artículo detalla la conveniencia de los botes de cristal y con tapas metálicas para guardar la salsa de tomate y la importancia de almacenarlos en sitios frescos y sin mucha luz y de etiquetarlos con la fecha de elaboración.
Elaborar salsa de tomate y guardar la conserva en botes para disponer de ella a lo largo de los siguientes meses, sobre todo durante el invierno, es una costumbre muy arraigada en la cultura española. Pese a que cada vez se consumen más productos industriales y menos caseros, muchas familias siguen embotando tomate, ya sea para aprovechar una buena cosecha en el pueblo o porque se ha encontrado una buena oferta de tomates en la tienda.
Botes de cristal y tapa metálica para la salsa de tomate
Los botes con salsa de tomate se pueden guardar en una alacena o un mueble bajo la encimera
En cualquier caso, además de cuidar las condiciones sanitarias durante su realización, también merece la pena tener en cuenta dónde y cómo guardar los botes en la cocina, y no solo para garantizar su correcta conservación, sino también para que ocupen el lugar más apropiado, sin que generen incomodidades de ningún tipo.
En cuanto al tipo de botes, es indudable que los mejores son los de cristal con tapas metálicas, de cierre de rosca y con sello interior de goma. Garantizan una apropiada hermeticidad y, además, son los más fáciles de lavar y esterilizar (antes de colocar la salsa en su interior, es recomendable hervirlos durante unos 30 minutos).
Botes en sitios frescos y oscuros
Lo aconsejable es que los botes estén en un lugar fresco que no reciba mucha luz. La luz puede producir una oxidación química de la salsa y, como consecuencia, hacerle perder color. Esto no implica necesariamente que el producto se ponga en mal estado, pero sí que pierda calidad. Como tampoco es imprescindible que se encuentren en un sitio de fácil acceso, pueden guardarse en cualquier mueble que haga las veces de despensa: una alacena, cualquier rincón en el bajo de la encimera, etc.
Debido a que los botes quedarán en un lugar bastante oculto, no es conveniente adornarlos demasiado. Tampoco si la idea que se tiene es reutilizar estos recipientes (lo recomendado a nivel económico y medioambiental), ya que de nuevo habrá que hervirlos llegado el momento. El único añadido que deberían llevar es la etiqueta con la fecha en que han sido elaborados, un dato importante para tener en cuenta en el momento del consumo.
Un recurso idóneo para el etiquetado es el empleo de papel con un sistema autoadhesivo fácil de despegar, como el de los post-its o el precio de ciertos artículos. De esta forma, cuando la conserva se acabe, el papel se podrá retirar sin problemas, y así el bote se puede reutilizar, sin que la colocación de una nueva etiqueta resulte un inconveniente ni afee el recipiente.
Por otra parte, más allá de que cada bote tenga su propia etiqueta, conviene guardarlos en un orden determinado y fácil de seguir. Se debe procurar que los más antiguos queden más al alcance de la mano que los elaborados de forma reciente, para facilitar la tarea al ir a buscarlos y evitar que, por algún descuido, se consuman primero los más nuevos y queden allí los que llevan más tiempo. Si pasaran muchos meses, estos últimos podrían echarse a perder.
Si han sido producidos de la forma adecuada (es decir, si se han realizado a conciencia los procesos de esterilización de los recipientes, preparación de la salsa, higiene personal -manos y uñas limpias, cabello recogido, heridas cubiertas con apósitos, etc.-, cocción al baño María de los botes ya cerrados) la conserva puede utilizarse hasta dos años después de su realización.