Las claraboyas tubulares se pueden instalar en casi cualquier estancia de una casa. Constan de una bóveda que capta la luz en el tejado, unos tubos que la conducen hacia el interior y un difusor que funciona como lámpara. Este artículo explica cómo las claraboyas tubulares vencen antiguas limitaciones, describe sus partes, cuánta luz aportan y cómo el aprovechamiento de la energía solar constituye un complemento perfecto para estos tragaluces.
Claraboyas tubulares, para vencer limitaciones
Las claraboyas son un recurso muy útil para permitir el acceso de la luz natural a la casa. Son como «ventanas en el techo» que posibilitan la entrada del sol no solo por los laterales sino también por la parte superior. Pero los tragaluces normales no se pueden instalar en cualquier parte, sino solo en estancias que tienen acceso directo al tejado.
Esta limitación, sin embargo, comenzó a dejarse atrás hace unos años, con el desarrollo de las llamadas claraboyas tubulares. Son claraboyas especiales, preparadas para casos en los que existen obstáculos o una distancia más o menos considerable entre el tejado y el cielo raso de una estancia. A través de un sistema de tubos, se comunica la parte exterior de la claraboya en la cubierta con el interior de la estancia y, así, la luz natural puede llegar a casi cualquier habitación, sin importar que tenga encima un altillo o cualquier otro tipo de espacio.
Partes de las claraboyas tubulares
Las claraboyas tubulares están compuestas de tres partes:
El domo o bóveda superior: está construido en acrílico. Su forma semiesférica le permite optimizar el aprovechamiento de la luz del sol en todos los momentos del día, más allá de las variaciones del ángulo con el cual incidan sobre ella. Además, el corte circular sobre el techo favorece la circulación del agua de lluvia y otros objetos (como ramas, hojas de árboles y otra suciedad) que pueden afectar el drenaje y, con el paso del tiempo, provocar fugas, filtraciones o goteras.
El sistema óptico de las claraboyas tubulares permite emitir la luz en todas direcciones de manera uniforme, no solo hacia abajo
Los tubos: son los encargados de canalizar la luz captada en el tejado y conducirla hacia abajo, al interior de la estancia en cuestión. Para ello, poseen un sistema reflectante, compuesto de paredes espejadas. El tamaño de los tubos puede variar, pero en general tienen un diámetro de unos 25 centímetros, lo que los hace bastante cómodos de manejar y permite introducirlos entre vigas, columnas y otras estructuras sin realizar reformas. La extensión de los tubos depende de la distancia entre el tejado y el cielo raso. Conviene que no sean muy largos, porque se pierde luz a medida que crece la longitud de los tubos, aunque tales pérdidas no son considerables.
El difusor: colocado en la habitación, al nivel del cielo raso, es el artefacto que hace las veces de lámpara y que ilumina la estancia con la luz natural «traída» desde el exterior. Está preparado con un sistema óptico para emitir la luz en todas direcciones de manera uniforme y no solo hacia abajo, como las claraboyas normales, sin que esto se vea alterado por los distintos ángulos en que el domo recibe los rayos del sol.
Cuánta luz aportan las claraboyas tubulares
Las primeras claraboyas tubulares eran más rústicas, pero se han ido desarrollando para aprovechar al máximo la luz natural y mejorar su rendimiento. Según las estimaciones de los fabricantes, con el cielo raso a 2,40 metros del suelo y un tubo de 1,80 metros de largo, y con la bóveda expuesta a la luz del sol directa, una claraboya tubular de 25 centímetros de diámetro sirve para iluminar un área residencial de hasta 19 metros cuadrados. Esta superficie aumenta hasta 46 metros cuadrados con un tubo de 53 centímetros de diámetro.
Las claraboyas tubulares están provistas de un sistema de absorción del calor, para aprovechar la luz del sol sin que suba la temperatura
Además, las claraboyas tubulares cuentan con mecanismos capaces de regular o bloquear la luz a través de un interruptor. Es decir, como si se tratara de luz artificial. Y están provistos de un sistema de absorción del calor, para que en los días de pleno sol se aproveche su luz pero no suba la temperatura en el interior de la estancia.
Está claro que las claraboyas tubulares no pueden sustituir por completo a la luz artificial, debido no solo a que puede resultar insuficiente en días nublados y a que, como es obvio, de noche no hay luz natural. Pero sí son una manera de aprovechar la calidez de la luz del sol y de reducir el consumo de electricidad y, por tanto, el costo de la factura.
El complemento perfecto para el aprovechamiento directo de la luz solar en la iluminación del interior de la casa, por medio de claraboyas tubulares, es sacarle partido a la energía solar. Para ello, existen los ya clásicos paneles solares (en las que los expertos siguen trabajando en búsqueda de nuevos materiales y de abaratar los costos) que permiten acumular la energía de la luz del sol para usarla luego en lo que se necesite.
Además, en los últimos años también se han desarrollado ventanas solares, que son un tipo específico de paneles que no acumulan la energía, sino que la aprovechan con distintos fines: pasar de transparentes a opacos (para no desperdiciar la luz natural o evitar que suba mucho la temperatura en los espacios interiores), filtrar la radiación dañina del sol o activar sistemas de autolimpieza. Estas son otras maneras de ahorrar en el consumo de energía eléctrica y pequeños aportes en el camino hacia un sistema de vida mucho más sostenible que el actual.