Hay gente que evita apagar los tubos fluorescentes al salir de una habitación, debido a la creencia generalizada de que el gasto de energía para encenderlos es superior al que generan mientras están activos. Tal suposición es errónea, aunque sí es cierto que apagar y encender este tipo de lámparas reduce su vida útil. Este artículo detalla el consumo generado al encender un tubo fluorescente, la extensión de su vida útil y la conveniencia de instalar sensores de movimiento para evitar gastos innecesarios.
El consumo al encender un tubo fluorescente
Una creencia muy arraigada en nuestro país sostiene que, cuando se ha de abandonar durante unos minutos una estancia iluminada con tubos fluorescentes, conviene dejar las luces encendidas, ya que el consumo de energía que requieren para empezar a dar luz es más alto que si quedan conectadas. Esta afirmación es falsa, aunque no lo es el hecho de que apagar y encender los tubos fluorescentes reduce su vida útil.
La creencia de que el consumo de energía durante el encendido es superior al de varios minutos de alumbrado es fácil de desmontar. Es cierto que, mientras se conectan, las fluorescentes requieren mucha más energía que cuando luego se mantienen encendidas: en ese periodo pueden consumir hasta cinco veces más. Pero ese exceso de consumo se convierte en irrelevante al considerar el tiempo que dura la activación: una fracción de segundo, o dos o tres segundos como mucho.
El gasto extra de un tubo fluorescente al encenderse equivale al consumo normal de unos pocos segundos
Para demostrarlo con un ejemplo y unos cálculos sencillos, basta con suponer un tubo de 10 vatios de potencia. La energía consumida se obtiene al multiplicar la potencia (en vatios) por el tiempo (en segundos) y el resultado se mide en una unidad llamada julio y representada con una letra «j». De este modo, esta lámpara consume 10 J por cada segundo de funcionamiento.
Ahora bien, si durante el encendido el tubo consume cinco veces lo normal, esa cifra se multiplica: la energía empleada sería de 50 J por segundo. Y si el encendido dura 2 segundos, se puede afirmar que el proceso requiere de 100 J. Es decir, el equivalente a diez segundos de funcionamiento normal. La conclusión es simple: si la ausencia en la estancia ha de ser superior a diez segundos, se ahorra consumo de energía eléctrica si la lámpara se apaga, y no si se deja encendida.
La vida útil de los tubos fluorescentes
La cuestión se vuelve más compleja cuando se tiene en cuenta la extensión de la vida útil de las lámparas. Y esto es porque tal vida útil se reduce cuando el tubo de apaga y enciende con mayor frecuencia, debido al desgaste de sus distintas partes. Pero cuánto se reduce es difícil de determinar.
El estudio «Economics of switching fluorescent lamps«, publicado en la revista ‘IEEE Transactions on Industry Applications’ en 1988, afirmó que la vida útil de un tubo fluorescente es superior cuanto más tiempo permanezca activo entre cada encendido. En concreto, las pruebas compararon un tubo que se encendía y apagaba cada 24 horas con uno al que se sometía a tal proceso cada tres horas. El resultado fue que el rendimiento del primero fue un 60% superior al segundo.
Según un estudio, cuanto más tiempo permanezca activo un tubo fluorescente entre cada encendido, su vida útil es superior
Para plantearlo en términos simples, se puede afirmar que cada apagado y encendido reduce la vida útil del tubo fluorescente. El porcentaje en que lo disminuye es muy bajo: para una lámpara cuya duración se mide en miles de horas, implica una reducción de pocos minutos. Pero son precisamente estos minutos los que deberían intervenir en los cálculos para determinar la conveniencia o no de apagar el tubo cuando se abandona una estancia durante un lapso breve.
Según la investigación, la reducción para una lámpara cuya vida útil es de 1.000 horas equivale a unos 5 minutos por cada apagado y encendido. Pero, para calcular con exactitud cuándo conviene apagar la luz al salir y cuándo no, habría que tener en cuenta múltiples factores, como el costo del consumo eléctrico, la potencia de la lámpara, su vida útil estimada, el tiempo de encendido, el precio de la lámpara, etc.
En resumen, existe un lapso hasta el cual conviene dejar encendidos los tubos fluorescentes, si no hay nadie en una estancia, pero depende de todas esas variables y suele ser de pocos minutos (unos 10 o 15, según las estimaciones). Por lo tanto, la recomendación general de los especialistas es apagar las luces cada vez que se abandona una habitación, salvo que se esté seguro de que se ha de volver muy pocos minutos después.
Existe la posibilidad de instalar sensores de movimiento que detecten cuándo no hay nadie en una estancia, para que después de un plazo programable las luces se apaguen de forma automática. Esta variante es muy buena, sobre todo para casos en que las luces quedan encendidas porque quien ha salido creía que volvería pronto y luego no puede hacerlo.
De este modo se evita un consumo eléctrico superfluo, para el que en este caso no hay dudas: dejar un tubo fluorescente encendido durante un periodo extenso (más de 20 minutos) en una sala donde no hay nadie es un gasto inútil y evitable, tanto de energía como de dinero en la factura de la electricidad.