Una rocalla es una composición paisajística en la que se intercalan plantas, rocas y piedras de distinto tamaño con otros elementos decorativos, como escaleras, cascadas, fuentes o pequeños cursos de agua. Además, son una opción para salvar desniveles del terreno o para separar conjuntos de plantas.
Rocas, piedras y tierra
El paso previo a la creación de la rocalla consiste en preparar el terreno donde se ubicará. Para ello, se deben eliminar las malas hierbas, las piedras y los terrones o bloques de tierra. Después, se añade a la tierra un sustrato apropiado para las especies que formarán parte de la rocalla. De este modo, las plantas obtendrán agua y nutrientes para que crezcan sanas, con un verde intenso y una floración duradera.
Para elaborar la rocalla, se necesitan rocas de arenisca de distintos tamaños -sin aristas marcadas-, arenisca partida para cimentar las piezas más grandes y realizar los bordes decorativos, gravilla de granito y conchas de ostras trituradas. Estos dos últimos materiales servirán para mantener el pH y la humedad de la tierra.
Las piedras más grandes deben formar la «columna vertebral» de la rocalla. Se tienen que colocar con una pequeña inclinación hacia la parte posterior. De este modo, se consigue que el agua llegue sin problemas a las raíces de las plantas, que se fijan en el terreno mediante un hueco profundo en la tierra y se mantienen sujetas tras introducir por debajo de los salientes de las mismas unos trozos de piedra partida, a modo de cuña. Después, se esparce tierra sobre la parte trasera de la roca.
En la elaboración de la rocalla se emplean rocas de arenisca de distintos tamaños, sin aristas marcadas
El trabajo se debe realizar desde la parte inferior de la pendiente. El resultado está formado por una serie de escalones con una ligera inclinación hacia la parte trasera del montículo, de modo que ninguna roca sobrepase a la otra que le sucede. La composición de rocas, piedras y tierra debe parecer lo más natural posible.
Una vez terminado el afloramiento o masa rocosa, se excava un surco alrededor del montículo y se bordea con lascas de arenisca. Después, se deja que la tierra se asiente durante, al menos, un par de semanas antes de colocar las plantas
Para realizar la composición vegetal de la rocalla se deben elegir especies que se mantengan atractivas en distintas épocas. Son preferibles las plantas cuyos periodos de floración sean consecutivos.
En general, se deben colocar las plantas en escalones sucesivos, de modo que el resultado final sea una armoniosa amalgama de colores y formas.
Los ejemplares más altos se colocan en el centro y en la parte más alta de la rocalla. A continuación, se pueden ubicar ejemplares de tamaño medio. Las zonas bajas y los huecos libres se rellenan con plantas tapizantes como el tomillo, el áster, la uña de gato o el sedo.
Conviene elegir plantas alpinas o de zonas montañosas, habituadas a vivir entre rocas y con poco agua. En este grupo figura la Campanuda carpatica o campanilla, los crocus de otoño y las saxifragas. Junto con éstas, se pueden plantar arbustos de porte bajo, coníferas enanas y plantas vivaces como la uña de gato, el áster o la gazania. Si se desea incluir bulbosas, las más indicadas son el narciso, el iris, el ciclamen y el tulipán.
Una vez colocadas todas las plantas, se riegan para asentar las raíces. A continuación, se extiende a su alrededor gravilla granítica y conchas de ostra trituradas. Así se mantendrá la humedad de la tierra.