La potencia eléctrica es el resultado que se obtiene al dividir la energía consumida entre el tiempo que se tarda en consumir. Su medida se expresa en vatios o en kilovatios, representados por los símbolos «W» o «kW», respectivamente, y es fundamental para conocer la cantidad de energía que se puede consumir en una casa. Cuando se encienden varios electrodomésticos a la vez y el Interruptor de Control de Potencia (ICP) se dispara, suele ser porque la energía que se requiere es superior a la que permite consumir la potencia que se tiene contratada.
Esta potencia ha de ser suficiente para soportar, entre otros, el consumo de energía de los electrodomésticos y el de los sistemas de iluminación. En este último caso, a la hora de elegir una bombilla lo primero que se ha de tener en cuenta es también su potencia, ya que cuanto mayor sea, mayor será el gasto de luz. Sin que eso garantice una iluminación mejor.
Hay que tener en cuenta que las bombillas transforman la energía eléctrica tanto en luz como en calor
Las bombillas están formadas por un filamento con una resistencia eléctrica. Cuando la corriente atraviesa la resistencia, se produce la luz. A su vez, este mecanismo está protegido por una cubierta de cristal y rematado con un casquillo que alberga las conexiones necesarias para iluminar. Las medidas de ambos están en función de la potencia de la bombilla, que puede ser de 25, 40, 60, 75, 90 ó 100 W.
Una pista para acertar con la potencia de las bombillas es fijarse en el tipo de casquillo que admite la lámpara en la que se van a colocar. Nunca se debe exceder la potencia máxima recomendada. Así, si por ejemplo una lámpara de cuatro bombillas resiste una potencia de 240 w, lo ideal es instalar cuatro bombillas de 60 w cada una. Cuando se opta por bombillas de una potencia superior, se corre el riesgo de quemar el portabombillas y causar daños en la instalación.
Por otro lado, es importante determinar el número de bombillas que se necesitan para alumbrar correctamente una estancia. Hay que tener en cuenta que las bombillas transforman la energía eléctrica en luz, pero también en calor, por lo que hay que valorar el número de focos que conviene instalar.
Por lo general, las bombillas suelen acumular polvo y grasa, por lo que es recomendable limpiarlas periódicamente con un trapo. En el caso de los focos halógenos, hay que extremar las precauciones para no dañarlos. Se debe evitar tocar la bombilla directamente con las manos. Es preferible utilizar un paño para cogerla y frotar con cuidado la superficie manchada.